De árboles, niños y libros

Ahora mismo hay una persona que debe de estar planteándose plantar un árbol y/o tener un hijo. Y esa persona es Jorge Díaz, que ha publicado su primera novela, «Los Números del Elefante.» Jorge es uno de los guionistas más importantes de España, y además un buen compañero y amigo. Yo estoy deseando comenzar a leerlo, y cuando lo haga, os lo contaré. Estoy convencida de que la novela de Jorge será como él: amena, humana, sensible e inteligente; y como sus mejores guiones, plagada de conflictos, personajes cercanos y profundos y un ritmo endiablado que no nos permitirá soltar el libro ni caminando por la calle (no deja de asombrarme la gente que sale del metro leyendo, sube los escaleras leyendo y camina sin mirar nada más allá de la página. Quién no quisiera un lector así de entregado.)
Aquí podéis leer el argumento de la novela, que trata del destino de dos emigrantes gallegos que llegan a Brasil deseando cambiar de vida y alcanzar sus sueños.

Hablando de alcanzar sueños, no sé si Matías Candeira estará también buscando un buen lugar para un plantar un árbol, pero si lo hace no creo que lo haga por la trascendencia de la actividad sino para construir una caseta donde esconderse. El motivo es sencillo: todos le odiamos, porque con 24 años Candeira ya tiene un estilo propio y deslumbrante, y es un cuentista valiente, que no un valiente cuentista. Los señores de Tropo Editorial han tenido el acierto de publicar su libro de relatos «La Soledad de los Ventrílocuos», y os recomiendo que os hagáis con un ejemplar cuanto antes. En la web de la editorial podéis leer el primer cuento, «Cuando se muere la nevera.»

Antes de que Jorge Díaz y Matías Candeira irrumpieran en mi caótica y escasa vida de lectora, seguía yo peleándome con el tercer tomo de «En Busca del Tiempo Perdido» y disfrutando con los cuentos de Guy de Maupassant, que ya puestos, os los recomiendo también: «Bola de Sebo» es uno de mis favoritos de todos los tiempos.



¿Y vosotros? ¿Qué estáis leyendo? ¿Me lo recomendáis?

Llorones del mundo, uníos

En los buenos tiempos, cuando alguien quería hacerse famoso, escribía un libro, escalaba una montaña o asesinaba a John Lennon.

De «El mundo»:

Al fin apareció. Tras un secuestro de menos de 24 horas, EL MUNDO ha recuperado el Goya robado al director Albert Solé. Un crítico de cine en paro fue el autor del rapto, que se produjo pasadas las cinco de la mañana en la fiesta que celebraba el equipo de Los crímenes de Oxford: «Me dio pena verlo tirado en el suelo del ropero y le dije a la chica: ‘Dame mi abrigo y el Goya'». Y ella no dudó ni por un instante en entregárselo.

Pero detrás de lo que podría ser sólo una gamberrada propia de la vida de crápula hay un trasfondo reivincativo: «Estoy harto de que siempre se lleven los premios los mismos, del sectarismo del cine español», explica.

Me imagino al tío, K.N.T (esas son sus iniciales) volviendo a casa en el Búho, con el Goya oculto en su chaqueta, buscando una justificación al hecho de ser perdidamente memo. «Ya sé. Diré que lo hago porque el cine español es una mierda y no me dejan jugar.»

A veces la vida parece un primer borrador de «El rey de la comedia.» ¿Que no te respetan? Pues nada como un buen secuestro y a darse a conocer. ¿Que la gente de tu ciudad ansia saber que has triunfado en la capital? Pues nada, robas el premio que le han dado a una persona que habrá empleado varios años de su vida en levantar un proyecto (aquí podéis leer sobre la peli documental «Bucarest, la memoria perdida») y de repente, ya eres famoso.

Como el guionista calvo que toca el oboe de Adaptation.
Como la persona que no estuvo en las torres Gemelas.
Como el crítico de cine en paro que roba el Goya.

Y encima, anónimo. La gente llorona me entristece. Los de los balones fuera. Los del catálogo de excusas. Los envidiosos. Los que no admiten sus errores. Los vagos. Los que olvidan por qué decidieron dedicarse a esto. Los que no se pelean con su capacidad para intentar contarle algo nuevo al personal.

Porque el subtexto de su reivindicación es simplemente una frase: «No puedo.»

Y estoy en desacuerdo contigo, ladrón de Bagdad. No sólo porque aguardas a que la gente esté azufrada para robarle sus preciados cabezones, no sólo porque a tus padres les has dado un tremendo disgusto, no sólo porque me parece tristísimo conseguir la fama a través de la infamia.

No estoy de acuerdo contigo porque se puede. Podemos. Tú puedes. Yo puedo. Ellos pueden. Si quieres sigo conjugando el verbo poder, pero eso sólo depende de que tú te atrevas a usarlo.

Por cierto, K.N.T. Búscate un trabajo. Creo que un buen par de zapatones rojos te ayudarían un montón.

Escrito Por también habla del Mark Chapman del momento, aquí.

El montaje de Wyoming. Vale, ¿y?

En los últimos días casi todos hemos visto el vídeo en el que el Gran Wyoming abroncaba a una becaria de forma despótica y bastante desagradable. Estas imágenes fueron servidas por Intereconomía TV, una cadena que pocos conocíamos pero que mantiene, al parecer un agrio enfrentamiento con el gran presentador. ?ste es el vídeo.

Ayer por la noche, y marcándose un máximo histórico de audiencia, Wyoming desveló que se trataba de un montaje para colársela «al gordito de Intereconomía.» Así:

Hoy la polémica está servida y muchos le rien la gracia a Wyoming, y me parece fenomenal. Yo a José Miguel Monzón le he reído muchas gracias y planeo seguir haciéndolo, siempre y cuando me haga gracia, claro. Y no es el caso.

Se está poniendo de moda tomarnos el pelo y utilizar nuestro asombro para aumentar la audiencia. Ahora resulta que los espectadores somos un vehículo para ajustar cuentas con unos fulanos de los que yo ni siquiera había oído hablar, y de paso, subir unos puntos de share. A mi me parece que «El Intermedio» es un programa bastante bueno y Wyoming merece toda mi admiración, pero en este caso no puedo decir que la jugada me parezca ingeniosa, y moralmente me parece resbaladiza.

Mexplico. Las trolas de Jordi ?vole me parecen muy astutas, y realmente me parece que tiene mérito y que sus procedimientos se ven justificados por su capacidad de sorpresa y crítica, como cuando empleó al Yoyas en plan undercover en la Noria.

Esta treta del Follonero se mete con los métodos y la supuesta veracidad de la prensa rosa, por tanto tiene sentido colársela a la Noria, pongamos por caso, y más si lo hacemos de una forma tan graciosa y arriesgada. Entonces dices, «Jo, cómo se la han colado, y cómo me la han colado, pero cuánto he disfrutado por el camino.»

Sin embargo, el vídeo de Wyoming ofrece una bronca bastante salvaje en un contexto laboral. ¿Qué tiene eso de insólito? Personalmente me alegro de que no sea verdad porque es extremadamente chungo, pero vamos a ver, no seamos ingenuos, cualquiera sabe que en un rodaje o una grabación cualquiera se ven situaciones así a diario y no es nada del otro jueves. Por lo tanto, lo ves y dices, «Qué mal, cómo se pasa», pero al conocer que es un montaje, piensas, «Vale, ¿y?» ¿Dónde está la gracia? ¿Acaso, como esto es un montaje, resulta que en el Intermedio cuando despiden a alguien le ponen una limusina en la puerta y que cuando alguien hace mal su trabajo son todo sonrisas y pasa tú primero, no pasa tú? Pues tan fácil es que Wyoming y su equipo sean cordiales en el plató como que sean unos maleducados, el caso es que no lo veo noticioso, ingenioso ni nada. En cuanto a la parte de colársela a Intereconomía, se la han colado, y al mismo tiempo le están dando una publicidad impagable. No diré que no se merecen un escarmiento, ya que en el vídeo dicen que «Wyoming exhibe modales de capitalista», como si la ideología que sustenta la cadena fuera súper comunista y los espacios los patrocinara la marca «Patatas para todos.»

Y mi punto es: si estamos en la época del «Todo Vale», que al menos tenga gracia. Y si lo que nos hace gracia es que humillen a los curritos, aquí os dejo con un espeluznante vídeo de la no menos espeluznante «I Heart Huckabees», una de las peores películas que he visto en lo que va de década.

Los Goya, primeras impresiones

Primera. Tengo que ver Camino.

Segunda. El plató ha mejorado espectacularmente.

Tercera. La dirección novel tenía que haber sido para Vigalondo.

Cuarta. La gala fue dinámica.

Quinta. Me alegro por el Langui.

Sexta. El speech de Penélope fue perfecto.

Momentos favoritos. Los sketches de los Chanantes me hicieron reír mucho, supieron reírse del cine y de los tópicos que le rodean. El entusiasmo geriátrico de Jess Franco. El brillo, casi continuo, en los ojos de Javier Fesser. Javier Gutiérrez cargándose el Goya y entregando los pedazos entre disculpas. La capacidad de creer en el cine, cuando todo el mundo lo maltrata, que se respira en la gala.

Momentos incómodos. Los intentos cómicos de a) los turistas b)el intento de Rec c) Machi y la prensa y la bota de Jara y Sedal, d)el peloteo del cine español. También se me hizo de lo más pueblerino el caso que le hacían a Benicio del Toro, como si hicieran la gala para él. Y lo que él dijo al recoger su premio, que sólo le faltó subir en chándal, bastante tristón. «No he visto ninguna película, pero las veré». Pues ya somos dos, colega.

Algo más de glamour que en ediciones pasadas. Me repatea que la carta de la temática social haya dejado a «Los Cronocrímenes» sin Goya. Ya dije que «El truco del manco» me parece interesante, pero la peli de Vigalondo es mucho más brillante, más audaz y reivindica el cine de género más valiente y original. Parece que ser que para la Academia eso no es suficiente.

Me alegro por «Miente» y lo siento por «El encargado.»

Este año me lo he pasado muy bien. En parte por la compañía y porque creo que a nivel espectáculo, y salvo esos segmentos arriesgados, la gala ha mejorado muchísimo.

Eso sí, sigo pensando que seremos una industria de verdad cuando sepamos contemplar el talento sin mirar el nivel de «buenas intenciones» de las películas que se hacen en nuestro país.

Y después de ponerme reivindicativa como si me importara, amplío la información con las memeces de las que a todos (o al menos a mí) me gusta leer.

Las mejor y peor vestidas y etc

Las mejores: Mé y Pó. Digo, Pé y Mo, las hermanas Cruz iban divinas, Pe con su Chanel precioso de encaje, sexy a la par que elegante y clásico, y la otra pues no sé de qué iba pero iba muy apañada. Me gustó también el vestido de Olivia Molina, el de Carmen Elías, el de Aitana Sánchez Gijón… El vestido de Belén Rueda era precioso, pero el escote no le favorecía. El de Paz Vega tenía buenas intenciones, pero era demasiado Baby Doll para mi gusto.

Las peores. María Valverde y Clara Lago, tan jóvenes, tan guapas y tan equivocadas. No me gustaron los vestidos de la presidenta de la Academia, y los de Carmen Machi pues parecían de la sección de saldos del Corte Inglés. De Corbacho directamente no hablo, ni de la persona que maquilló a Verónica Echegui como la hija costrosa de Nosferatu.