Terminator Salvation. How big.

ACTUALIZO gracias al aviso de Neocine (blog que os recomiendo vivamente.) Este es, por fin, el trailer oficial de Terminator Salvation, en inglés y con subtítulos. Enjoy.

Lo ví primero en Antiegos, uno de los mejores blogs del cine del mundo: el póster de Terminator Salvation, la cuarta entrega de la saga. Al igual que mi amigo Jos, os privo de la imagen para que hagáis un viaje AQUÍ.

Alucinante, ¿verdad? En esta entrega, dirigida por un tal McG (resulta que ha hecho mucha tele y vídeos, pero con ese nombre es difícil tomárselo en serio), producida por James Cameron, cuenta con Christian Bale en el papel de John Connor. Ahora sí, el teaser trailer. Enjoy.

La Ola

Ayer ví la peli alemana «La Ola».

Me gustó un montón.

Comparada con «Gomorra», que la ví el fin de semana, es como una montaña rusa llena de emociones. Además viendo «La Ola» no me eché una siesta de 20 minutos en medio, cosa que sí hice viendo la italiana.

Las dos tienen perfiles similares. Son películas europeas basadas en hechos reales, con cierto ánimo de denuncia o de concienciación.

¿Cómo consigue la Ola ser una película divertida e interesante, que te hace pensar y no deja que te duermas?

Por la exactitud de la propuesta. (Espoilers moderados a partir de este punto.)

Un profesor enrollado y ex punki les propone a un grupo de alumnos ensayar un sistema autocrático durante una semana. El experimento se va de madre, y como dicen los yankis, «the shit hits the fan.» Analizan la estructura de los regímenes autocráticos y construyen el suyo propio. El profesor se convierte en el líder. Encuentran un nombre: La Ola. Adoptan un uniforme, camisa blanca y vaqueros, e incluso un saludo. Propician la unidad a través de la autoridad, el orden y la disciplina. De repente, el nuevo orden empieza a seducirles a todos, desde el profesor hasta el alumno más popular, y cómo no, el más memo también.

Fin del spoiler.

¿Por qué? Por el sentimiento de pertenencia y de trascendencia que inspira a un individuo el formar parte de algo más grande que él.

La evolución de esa semana y la transformación del grupo «Die Welle»  están muy bien graduados y resultan muy creíbles. Lo más aterrador del asunto, lo confieso, es que durante un tramo de la película llegué a compartir el entusiasmo por La Ola, a verme seducida por un grupo claramente fascista y con aspiraciones totalitarias, que consigue lo que quiere manipulando a la gente con el mensaje de la cohesión y el «te metes a nazi y te salen amigos por todas partes.» La pregunta que impulsa el experimento es » ¿Creéis que es imposible que otra dictadura vuelva a implantarse en Alemania?». Y al verla lo que yo me he preguntado es «¿Podría vivir una fascista dentro de mí?» Lo provocador y eficaz de la película es que te muestra los callejones sin salida del totalitarismo pero emplea el mismo esfuerzo en enseñar el lado seductor de un sistema autocrático.

Aunque huelga decirlo no soy fascista, las dictaduras, sean del signo que sean, (que no he vivido) me parecen tragedias nacionales (más aún cuando duran 40 años) y soy una demócrata convencida. Lo digo porque supongo que no faltará quien entienda mal lo que estoy contando. El caso es que al salir del cine te quedas pensando en los símbolos que construyen las autocracias y cómo estos tienen una extrapolación bastante evidente en el mundo del consumo. Toda la cultura de las marcas se asienta en que un logo otorga un sentimiento de pertenencia en el consumidor. Yo tengo un Ipod y mi ordenador es Mac y supongo que al margen del diseño y la calidad hay algo en todo ese habílisimo márketing que me hace pensar que mis preferencias por la manzanita me hacen más especial.

O por ejemplo, el logo de Nike, que viene del verbo griego «Vencer.» Una marca cara para ganadores. Pertenencia por la capacidad adquisitiva del comprador, y más allá, por el discurso que promueve de «tú puedes hacerlo», «nada es imposible», etc. Y así con todas las marcas. También ocurre algo parecido con la parafernalia que identifica a los seguidores de un equipo de fútbol, o de una banda musical… que es lo más parecido a una exaltación nacional que tenemos por estos lares: donde no está demasiado presente el orgullo de pertenecer a un país o una ciudad, está el orgullo de pertenecer a una afición deportiva, a un estilo de vestir, a una cultura de las marcas, a la blogosfera, a un gremio, a un estilo de vida, al hábito de comprarse jerseys a rayas o con un caballito trotando en el pezón derecho.

Pensando un poco en todo esto, la manipulación, creo yo, reside en la tenue barrera entre los motivos lógicos y no perversos que nos llevan a adquirir algo: calidad, diseño, durabilidad, precio, tendencia, y los motivos que tienen más que ver con los sentimientos de pertenencia e identificación con un grupo que nos inspiran, que son seductores pero que inmediatamente nos convierten en borregos y paradójicamente, nos hacen mucho más pequeños, revelan nuestra estulticia (me encanta esta palabra), nuestra poca personalidad y escasa capacidad de análisis.

Construyamos una nueva arca de Noé para el osito de Tous, el cocodrilo, el caballo y para todo el zoológico que emplean para esquilmarnos la pasta, y la mandamos a Saturno, con la secreta aspiración de que se desintegren al cruzar la atmósfera.

Yo, en lo sucesivo, prometo detenerme a pensar antes de comprarme algo, si lo hago con un criterio razonable o si lo hago porque me han manipulado a la perfección. En el segundo caso, intentaré salir de la tienda antes de que alguien me venda una camisa blanca.