Es una de esas frases que se han hecho populares, comparable a «The Truth? You can’t handle the truth!». La dijo Meryl Streep en Evil Angels, también conocida como «A cry in the dark.» Es la historia de Azaria Chamberlain, una niña que hoy tendría 28 años, que desapareció misteriosamente en un camping en Uluru (Australia) con su familia.
Meryl Streep interpreta a su madre. Está en el juicio, y acosada por las preguntas malintencionadas, no puede más y lo suelta:
«¡El dingo se comió a mi bebé!» (o se lo llevó, pero no creo que el dingo quisiera jugar al parchís.)
¿Por qué es una excusa tan buena?
Porque nadie sabe qué aspecto tiene un dingo, si es un animal, el sumo sacerdote de una secta, un fenómeno meteorológico o una aplicación de Facebook. Entonces, antes de saber si es una memez o no, tienes que documentarte sobre qué es un dingo, si es algo así como el Ratoncito Pérez, pero con más apetito.
¿Por qué no entregaste la escaleta a tiempo?
«El dingo se comió mi portátil.»
¿Por qué no me llamaste?
«El dingo se comió mi móvil.»
¿Por qué no limpias la alfombra?
«El dingo se comió la aspiradora.»
¿Por qué te empeñas en llamar a ese tío?
«Yo que sé. No se lo digas a nadie, pero creo que el dingo se comió mi cerebro.»
Adopta a un dingo. La vida será mucho más sencilla.
¡Os he echado tantísimo de menos! No sé cómo han estado las cosas al otro lado de este teclado, pero he vivido unos días con auténtico síndrome de abstinencia, con frío, temblores y cómo, una lata de medio litro de cerveza. (No me gusta la cerveza, pero tenía que decirlo.) Gracias a José Antonio por traerme el antídoto y montar este nuevo blog (me mudo más que Vicky Beckham.)
En quince días pueden ocurrir muchas cosas, y si no, que se lo digan a Jesucristo, que creó el mundo en seis días y luego se fue al gimnasio a hacer spinning. Eso es lo que hecho yo hoy domingo, (no me estoy comparando con Dios, sino que sigo su ejemplo) pero he hecho una cosa que se llama «Fitness Condition». Sólo una piscina de lodo podría haber mejorado la situación. Me he encontrado con un monitor a quien sólo le faltaba pasearse con el silbato y decir que en Kansas sólo hay vacas y maricones. Yo propongo rebautizar la clase como «Slave Condition», que es algo que todos llevamos más o menos arraigado.
Hablando de Libertad, un día de esta semana me quedé pegada viendo «Cadena Perpetua», dirigida y escrita por Frank Darabont, y me emocionó tanto como cuando la ví en el cine. Es magistral porque habla de grandes temas, sobre todo de la esperanza, de una forma tan sencilla y brillante que es imposible no rendirse ante la forma de ver el mundo de Andy Dufresne (Tim Robbins). Me convertí por un momento en Red, (Morgan Freeman).
RED. Ten cuidado con la esperanza. La esperanza puede volver loco a un hombre en un lugar como éste.
Pero como sabéis, pasan cosas, cosas que hacen que un hombre se vuelva loco. Y sin embargo Dufresne tiene claro cuál es la elección:
«Empeñarse en morir… o empeñarse en vivir.»
No hay mucho que pueda añadir sobre lo hermosa y necesaria que me parece esta película. Y sobre la necesidad de desempolvar al pequeño Dufresne que vive dentro de cada uno de nosotros.
En estos días he tenido ocasión de ejercitar el músculo de la ilusión, así como el de la desilusión, y los abdominales, pero sobre todo para reírme. Por eso me da tanta pena que Fox cancele Mad Tv (un programa al estilo SNL) después de catorce años. Para los que llegáis tarde a la fiesta, cuelgo uno de los mejores sketches de la factoría. Sí. El Mítico «Can I Get Your Number».
Más de este chico tan tenaz aquí. «Girl, I just want you to know the back of your head is ridiculous».
También he visto «Red de Mentiras», la última de Ridley Scott y me he aburrido intensamente. Por el contrario me ha divertido mucho viendo «Transsiberian», la última de Brad Anderson, que utiliza muy bien el suspense sicológico y que cuenta con dos tremendos actores: Emily Mortimer y el enorme Ben Kingsley.
En el capítulo guionístico he asistido a la lectura de guión del piloto de «18», la serie en la que trabajo y me ha hecho una ilusión bestial.
Y por hoy me despido, no sin preguntarme cómo será Chinese Democracy, el álbum de Guns N’Roses que llevamos quince años esperando. Y eso es lo que tiene esperar: que a veces esperamos tanto, tanto, que se nos olvida qué co** estábamos viendo antes de los anuncios. Para calentar el terreno, y celebrar que ha vuelto la luz, os dejo con un poco de los viejos G N’ R.
LADR seleccionado en Soria, en Mataró, en Nuevos Realizadores de Zaragoza. También en el festival de la Universidad Politécnica de Madrid, en cuyo marco se proyecta mañana en el Cine Estudio Bellas Artes a partir de las 17,00 h. Seguiremos informando.
Este no es un consejo para ser mejor escritor. Si tuviera esa clase de conocimientos, no los divulgaría alegremente.
Tampoco es un consejo para encontrar trabajo. Ni siquiera para ser más popular.
El consejo es que si, como dice Truman Capote en el prólogo de «Música para camaleones», Dios te ha dado un don (y también un látigo, que según él es únicamente para flagelarse), debes utilizarlo en los momentos en los que te sientas mal. En el que parece que los planetas se conjuran para derrumbar tu ego. En el que te sientes objeto de injusticias, o simplemente, estás en un planeta de tenedores cuando tú lo que necesitas es una cuchara. (Esto es de «Cosas que hacer en Denver cuando estás muerto»)
Cuando te veas en cualquiera de estas situaciones, te sientas y sigues escribiendo.
?se es mi consejo. Puede que sea una mierda, pero a mí me sirve.
En el capítulo «Subway Hero» de la segunda temporada de «30 Rock» (Gracias, Pablo) Liz Lemon se justifica a sí misma por ceder a la tentación de volver con su memo novio Dennis, vendedor de beepers y amante de los sombreros absurdos. Liz dice que estar con Dennis es fácil, al contrario que el resto de cosas de su vida, con él no tiene que bañarse, ni afeitarse, ni ser inteligente o encantadora. Lemon pregunta si al final no es eso el amor, ser uno mismo. Ante esa justificación, Jenna le da su definición:
«El amor es esconder quién eres todo el tiempo, incluso cuando duermes. Amor es llevar maquillaje a la cama, y bajar al Burger King a cagar, y esconder el alcohol en botellas de perfume.»
¿Qué es el amor? Si me preguntáis a mí, yo me quedo con las palabras que el novio de una amiga utilizó en otro contexto. Amor es morirse de frío.
Aunque a las malas, también podría ser algo como esto.
La casa era grande porque nuestros proyectos también lo eran.
Así comienza «Llenos de vida», la última novela que me he leído, de John Fante. Lo más sonado de mi semana sin lugar a dudas es que, cual joven pionera del oeste, me traslado a vivir en un apartamento. Algunos que me conocen dirán que ya iba siendo hora, a lo que yo respondo: exactamente.
Mi casa no es grande, pero creo que lo suficiente para albergar mis sueños, mis proyectos y un montón de buenos momentos que están por venir.
Siempre me ha parecido que una de las formas más eficaces de conocer a la gente es conocer el lugar en el que viven. Por lo tanto, ahora componer mi casa se me presenta como otro reto de mi tema favorito de la temporada (todos juntos: ¡reinvención!), una forma de canalizar o retratar mi identidad.
Llegar a una casa nueva es como posar el pincel en un lienzo en blanco. Si me diera por ahí, podría decorar el piso como si fuera una seguidora de Satán, y mientras mis nuevos vecinos me vieran cargar con túnicas rojas, altares de sacrificio y tridentes, pensarían de mí que simplemente soy así.
Me relaja pensar que puedo ser quien yo me dé la gana, y que si me pone en las narices puedo ser la cabrona del cuarto piso, sólo por cambiar. (Y sólo por joder, claro.)
Hoy es un día para inscribirlo en la liga de los grandes comienzos, puesto que llevo yendo y viniendo todo el día entre mi antigua y mi nueva casa, brindando con mis amigos con lambrusco (lo mejor que tenía el Sr. Chino) por el futuro, por el de la casa, por el suyo, por el mío, y parece que no hay nada bajo el cielo indeciso de esta tarde que pueda ensombrecer las buenas perspectivas que entran por la ventana solar.
Y para mi primer momento de instrospección casera, este tema deslumbrante de John Legend.