1000 PALABRAS

Recientemente nuestro rey tuvo que disculparse por haberse ido a cazar elefantes a Botswana en plena crisis ecónomica. La indignación corrió como la pólvora y Juan Carlos I dijo que lo sentía y que no lo volvería a hacer. La traducción en palabras del incidente era lamentable, sobre todo por el hecho de que si no se hubiera roto una cadera jamás nos hubiéramos enterado de su pasatiempo real, pero creo que lo que terminó de desatar la polémica fue esta imagen.

Como española sentí rechazo ante la idea de que uno de los símbolos más visibles de mi país, el Rey, apareciera vinculado a la caza de un hermoso animal. Muerte, exhibicionismo, rifles y monarquía en una sola imagen: demasiado. Quizá, al margen del indudable talento deportivo de la selección española, la adhesión unánime que despierta tiene que ver con lo sencillo que resulta asociarnos a una imagen como ésta:

?xito, juventud, belleza, felicidad. Las dos imágenes representan al mismo país y las dos son ciertas, pero no podrían ser más opuestas. Pero incluso en nuestra valoración (por lo general peyorativa) de la polémica caza del elefante también influyen otras historias previas, basadas en una cultura alimentada de otras imágenes. Sentimos un rechazo casi inmediato ante la muerte de un animal majestuoso y que por lo general hemos visto en el circo, en el zoo… y que necesita una pluma para volar.

Para muchos, el primer elefante de nuestra vida. Walt Disney ha influido tanto en la cultura popular que al menos en mi caso creo que no puedo desvincular mi disgusto ante la proeza cinegética del Rey de la identidad de Dumbo, ese animalito tierno, bueno, inofensivo y que supera sus limitaciones. De alguna manera, para mí todos los elefantes son herederos de la primera historia con elefantes que yo asimilé. Pero luego te encuentras con esto:

Y este elefante es más real que el anterior. Los elefantes son animales salvajes a los que los granjeros odian y que dejan sin alimento a buena parte de los cuadrúpedos con los que comparten territorio. Y por supuesto, irritables bestias que frecuentemente dan el susto de su vida a los turistas de safari. Difícil volver a Dumbo después de haber vivido una experiencia como ésta. Difícil volver al casi unánime cariño del país hacia su rey, fundamentado en imágenes como ésta.

Ese es el poder de las imágenes: la última que recibe el espectador o ciudadano tiene mucho más fuerza que la anterior, por muchos años de arraigo que esta tuviera.

Por eso, los manuales de guión se refieren machaconamente a la importancia de contar las historias en imágenes y creo que tienen razón. Por supuesto no hay que volverse loco, como mucha gente que se lo toma al pie de la letra y exige que un guión se componga enteramente de imágenes, despreciando la necesidad e importancia que una escena de dos personas hablando en una mesa pueda tener en el conjunto de una historia. En realidad, contar en imágenes es casi lo mismo que otro cliché de los manuales de guión: una persona es lo que hace… o lo que no hace.

Y todo lo anterior habla de la responsabilidad que tenemos todos a la hora de sentarnos a escribir: la obligación de encontrar la mejor imagen con la que contar nuestra historia y quizá, de paso, ahorrarnos unas cuantas palabras.

Primero en Bloguionistas.

LA MAGIA DE RODRIGO CORT?S

por Ángela Armero

Cuesta imaginar lo que sintieron nuestros tatarabuelos al ver esto:

El Zoótropo, y su primo cercano, el Praxinoscopio, fueron creados en el siglo XIX como un sofisticado truco de magia. Estamos tan acostumbrados a ver películas que olvidamos que son fotos fijas que pasan a gran velocidad ante nuestros ojos creando la ilusión del movimiento, y no sólo del movimiento, sino la ilusión de vida. Del mismo modo que Gene Tierney resucita cada vez que te pones a ver «Laura», todos los que amamos el cine ya tenemos excesivamente asimilado ese complicado entramado mágico que supone hacer una película. Pete Docter (director de «Up») habla de que la animación es un truco mostrando este maravilloso zoótropo de Pixar.

Redescubrir este prestigio ha supuesto para mí una emoción mucho más profunda que la me provocan la mayoría de las películas. Por eso me ha gustado mucho «Red Lights», la última película de Rodrigo Cortés, dirigida, escrita y montada por él, e interpretada por Sigourney Weaver, Robert De Niro y Cillian Murphy.

Según su director, Red Lights habla de tres temas: el mundo paranormal, los fraudes en torno a los fenómenos sobrenaturales, y el ilusionismo, la puesta en escena de los profesionales, como puente necesario entre los dos primeros. Cortés identifica el cometido del ilusionista con el del cineasta: ambos han de conseguir que lo falso parezca real. El mago y el director de cine han de engañar al espectador. Utilizando las palabras de Cortés: «Conseguir que todo el mundo mire tu mano izquierda mientras con la derecha les robas la cartera».

«Luces Rojas» ofrece una reflexión magnífica e inquietante sobre el mecanismo, que no es una mera herramienta sino también la esencia de la película; la tramoya del mago es la misma que la del escritor o creador.

Las maniobras de distracción, tan útiles para ladrones, magos y timadores, lo son tanto o más para los guionistas o creadores de historias. Y esto es una gran verdad en éxitos tan arrolladores y seductores como «El Golpe», «El Sexto Sentido» o «Sospechosos Habituales».

¿A quién no le gustaría escribir uno de esos finales inesperados?. Creo que todo escritor o guionista, y yo la primera, mataría a su perro por poder escribir un guión que mantuviera en vilo al espectador durante dos horas y después soltarle con un espectacular truco que le hiciera exclamar: ¿Cómo lo ha hecho?

Quizá esta pregunta, y otras, las pueda responder Rodrigo Cortés, que estará el 28 de Marzo en Hotel Kafka, tomando un vino. (A este evento hay que apuntarse, los detalles los tenéis aquí), y que será nuestro telonero de honor para la apertura del curso de Bloguionistas, que da comienzo el 11 de Abril.

Nos vemos allí.

Publicado originalmente en Bloguionistas.

OSCAR 2012

¿Un pez Fugu? No, Billy Crystal

Hacía muchos años que no veía la gala completa y aunque he disfrutado con muchos momentos, en general me ha parecido que han faltado chistes, humor, y algo más de atrevimiento. No me ha sorprendido casi nada de lo que he visto, aunque tengo que admitir que las galas de los noventa presentadas por Billy Cristal me parecían hilarantes y en esta ocasión, apenas me he reído. Puede que con quince años tuviera la risa más fácil. No lo sé.

La hija predilecta de Talavera de la Reina iba guapísima.

Me quedo con los increíbles montajes que son marca de la casa y con el número del Circo del Sol inspirado en «Con la muerte en los talones.» También con los agradecimientos de Meryl Streep, de Christopher Plummer, la no aceptación del ?scar al mejor guión original por parte de Woody Allen (despachada con profesional hieratismo por parte de Angelina Jolie), el premio a Nader y Simin, la sonrisa perenne de Scorsese, la aparición de Christian Bale y las chicas de Bridesmaids, a pesar de su mediocre texto. Tengo la absurda teoría de que después de que Brett Ratner, director inicial de la gala, fuera fulminado a causa de sus comentarios homófobos y se llevara a Eddie Murphy consigo, Billy Crystal y su equipo tuvieron muy poco tiempo para preparar la 84 gala y el resultado es fruto de esa precipitación.

Milla Jovovich.

Oscar especial ex aequo al mejor (o peor) botox lucido por el propio presentador, Gwyneth Paltrow y Tom Cruise. Oscar especial al mayor espantajo a la espléndida actriz Jessica Chastain y al traje de kriptonita de Viola Davis. La mejor vestida, en mi humilde opinión, Emma Stone, seguida de cerca por Gwyneth Paltrow, Milla Jovovich y Penélope Cruz.

En cuanto al palmarés, me encanta «The Artist» pero el señor Hazanavicius me ha parecido un auténtico plomo, igual que Jean Dujardin, que parece estar interpretando a George Valentin constantemente.

Emma Stone.

Lo que me ha convencido de esta gala, aparte del decorado inspirado en las viejas salas de exhibición, es el homenaje al cine más puro, como demuestra el palmarés, el homenaje a Edith Head o a Hans Zimmer y los estupendos montajes con películas de todos los tiempos. Pero por supuesto, lo que más me gusta de todo es ver cómo gente de todas las edades y de todos los países se emociona al hacer realidad un sueño. Su alegría es contagiosa, y cualquiera que ame el cine puede compartirla.

Lejos de Los Ángeles, pero con el mismo derecho a soñar y a contar historias, os cuento que en el Hotel Kafka el curso de Bloguionistas comienza el 14 de Marzo. Más información, aquí.

La historia detrás de Lili Marleen

Lale Andersen

?ltimamente estoy leyendo muchos libros sobre la Segunda Guerra Mundial. Por necesidad de documentarme y porque me parece apasionante. Y sobre todo porque hay historiadores como Jesús Hernández, que publican unos libros que hacen que la historia no sea sólo una maraña de fechas, lugares y batallas, sino algo adictivo, divertidísimo (dentro del contexto terrible que supone una guerra de cualquier tipo, claro) y vivo. Aquí podéis encontrar su blog, que acabo de descubrir. Yo recomiendo sus libros «Las cien mejores anécdotas de la II Guerra Mundial» y «Hechos insólitos de la II Guerra Mundial», aunque tiene varios más, y sospecho que los acabaré leyendo todos.

Una de las historias que más me ha cautivado del segundo libro que os menciono es el capítulo «El irresistible encanto de Lili Marleen». Como recoge Hernández, «La canción fue compuesta por el pianista y compositor Norbert Schultze. En 1938, llegó a manos de este músico un poema escrito por un soldado germando de la I Guerra Mundial, Hans Leip, y titulado «La Canción del Centinela», y con ella compuso Lili Marleen.

Esta canción fue ofrecida a una cantante de cabaret, llamada Lale Andersen, y fue emitida por la radio alemana, obteniendo un discreto éxito. Sin embargo, esa canción llegó a Radio Belgrado, en poder de los nazis, emisora que transmitía para los soldados alemanes en África del Norte.

Fue radiada con asiduidad sin despertar grandes pasiones. Sin embargo, desde Berlín, Goebbels dijo que era «demasiado sentimental» y que no encajaba con el talante guerrero germánico, ni ayudaba a enardecer a los soldados. Cuando la prohibición de emitirla acabó con Lili Marleen, llegaron muchísimas cartas pidiendo que volviera a las ondas, y la pieza volvió a Radio Belgrado. La convirtieron en la sintonía que utilizaban para cerrar la emisión, y Lili Marleen sonaba todos los días a las diez menos cinco. Los soldados se reunían para escuchar la canción. Goebbels fue informado de la situación y se grabó una versión con ritmo militar para fortalecer el ánimo de los alemanes. Esta vez, Lale Andersen y Lili Marleen lograron un éxito masivo.
Mientras, los soldados ingleses en el frente de África del Norte también sintonizaban Radio Belgrado y no tardaron en rendirse a los encantos de Lili Marleen, hecho que también disgustaba a los generales británicos, que repudiaban que sus soldados fueran cantando una canción alemana; por tanto, también tuvo su versión en inglés. «Cuando las tropas de Rommel conquistaron la ciudad fortificada de Tobruk, los ingleses que en ella resistían se dejaron la radio encendida.(…) Por los altavoces se podía oír a todo volumen la popular canción en su versión en inglés, ante la sorpresa de los Afrika Korps, que no esperaban semejante recibimiento musical», explica Hernández.

El tema fue versioneado por muchísimos artistas en varios idiomas, la historia tuvo su reflejo cinematográfico y Lale Andersen fue a Eurovisión. Lo insólito es que quizá sin la prohibición de Goebbels quizá la canción no hubiera sido tan popular. Obviamente, no hay forma de saberlo pero sí de escuchar la versión inglesa de Marlene Dietrich de Lili Marleen, que supo encontrar lo que ingleses y alemanes tenían en común: el deseo de regresar a casa.

Otros enlaces en Internet sobre el tema:

wikipedia

La página oficial (con versiones en varios idiomas)

Lo último que hago para el notodo, de Estíbaliz Burgaleta

Hoy estoy muy contenta de compartir con vosotros «LO ?LTIMO QUE HAGO PARA EL NOTODO», el nuevo cortometraje de mi gran amiga Estíbaliz Burgaleta, simpar directora y guionista, en el que además sale mi otra gran amiga y no menos simpar actriz Alba Alonso. ¡TALENTOSAS!

Podeis votarlo y ver la ficha técnica AQUÍ. 

MI ANÁLISIS DE AMERICAN HORROR STORY

por Ángela Armero

He visto algunos capítulos, cinco o seis, de American Horror Story, serie que rápidamente se ha convertido en una de las sorpresas de la temporada. En una noche singularmente aburrida, llegué a verme hasta tres, así que puede decirse que me he asomado al terreno de la compulsión en lo que a este serie se refiere.

Y lo más intrigante, o terrorífico de todo, es que ni siquiera sé si me parece buena o me parece un despropósito total.

Sé que me atrae, pero no sé si a la manera de un buen libro de cuentos de terror, como los de Poe, Maupassant o Stephen King, o si la considero el equivalente audiovisual a la comida rápida, una especie de corrupción agradable de disfrutar y fácil de olvidar.

«American Horror Story» es un pastiche de varias referencias en lo que lo único que resulta rompedor o nunca visto es la propia mezcla en sí.

Es una amalgama perturbadora de personajes, géneros y subgéneros del terror, pero también contiene elementos melodramáticos (la propia relación del matrimonio protagonista es bastante culebronera), una carga sexual importante y una buena dosis de narrativa metalingüística apoyada tanto en las películas de terror de todos los tiempos, los clásicos literarios, las leyendas urbanas, como en las tragedias de todos los tiempos de la sociedad de Estados Unidos, en las matanzas en los institutos, en crímenes «históricos» como el de la Dalia Negra o en la figura de los asesinos en serie que siembran sus jardines de cadáveres.

Creo que desde el propio título, «American Horror Story» ya se anuncia esa intención de englobar todo aquello que da miedo a ese país, cuya cultura audiovisual y social el resto del planeta tenemos tan asimilada. Me imagino que la autoironía del planteamiento disculpa lo evidente de la mezcla, de la capacidad de ser bastante burdo y arriesgado, incluso ridículo en ocasiones. Me resultan bastante chocantes los guiños a Scream (la gran casa, la adolescente sola, las llamadas de teléfono, el asesino que se mete por arte de magia) porque se percibe la parodia u homenaje a la peli pionera en el tema de comentar la narrativa y la mecánica del slasher; la parodia de la parodia. Por lo tanto, se podría pensar que AHS una muñeca rusa tan irónica como enfermiza.

Si nos gusta esa serie (o si nos parece bizarra y burda, pero no podemos dejar de verla) es porque quizá hayamos establecido una complicidad a través de la repetición de las mismas imágenes, los mismos códigos, los mismos símbolos que son nuestra historia de terrores personales.

Estas son algunas piezas «repetidas», algunas presentadas de forma obvia y otras con mayor sutileza: (en las fotos, hay espoilers de los capítulos 1-6 de la primera temporada.)

-La cabecera remite de forma bastante directa a la de Seven, la música también es de Nine Inch Nails.

-La casa es la clásica «Casa Encantada» de toda la vida. (Otra vuelta de tuerca, Los Otros, House on Haunted Hill, Al final de la escalera, El Resplandor.)

-Las gemelas y los gemelos.

-La semilla del diablo / La Sra. Harmon embarazada.

-Elephant, de Gus Van Sant. / Tragedia en el Instituto.

-Frankenstein

-Scream.

-Candyman / Piggy, piggy, piggy. (Capítulo 6.)

Y por supuesto habrá muchas más que no habré cazado o/y que estarán en los siguientes capítulos. AHS es un producto típico de su época. Un momento en el que los remakes, las sagas, las precuelas inundan las salas; un tiempo en el que ni siquiera lo nuevo es realmente nuevo. Por eso los elementos que utilizan para construir la ficción no son nuevos personajes o situaciones, sino retazos de otras historias que la cultura popular ha convertido en «clásicas» cuyo mosaico ofrece un producto paradójicamente muy novedoso.

Pese a todo sigo sin saber si me gusta o me parece un collage hueco. A lo mejor lo que más me seduce de AHS es que, de forma vanidosa y algo enfermiza es que veo al espectador consciente y educado dentro de cada capítulo.

Ese espectador soy yo. Y, al igual que un montón de personajes de la serie, entro en esa casa como si fuera al chino a comprar el pan.