EL DIARIO DE CARLOTA, SEGUNDA SEMANA

La competencia con Toy Story 3 ha sido un pequeño gran ¡Zas! En toda la boca para nuestra peli. Así que si sois de esos espectadores que queréis ver una peli tierna, divertida, simpática con grandes actores y con chicas haciéndose pasar por chicos y metiéndose un par de calcetines en la entrepierna para ligarse a alguien… esta es vuestra película, «El Diario de Carlota.» (Lo mejor de la foto de arriba es la cara de «te voy a comer empezando por el hombro de la chaqueta» que tiene la rubia de atrás.)

VENDEDORES DE ILUSIONES

Publicado antes en Bloguionistas

Llevo cierto tiempo trabajando en la creación de nuevas series en lo que podríamos llamar cariñosamente Development Hell, Development??s Kitchen, o Arrested Development. Es que un trabajo tan bonito como frustrante, porque es muy difícil dar con la formula del éxito.
Como dice William Goldman NADIE SABE NADA, si la gente (ya sean productores, directores o escritores) supiera cómo se fabrica un éxito todo el mundo tendría uno; es muy complicado materializar una serie, al igual que pasarse un tiempo invirtiendo tiempo y esfuerzo en un proyecto que se moverá por las cadenas en un ciclo de dos o tres meses para, en la mayoría de los casos, quedarse en el papel. Esto mismo sucede casi siempre con las películas; es como si lleváramos un año o dos ahorrando y en una noche de casino nos lo jugáramos todo. Podemos ganar, pero estadísticamente es más fácil perder.
En la vida cotidiana de casi todo guionista existe una carpeta, ya sea de cartón, informática o cerebral en la que vamos apuntando todo lo que responde a la etiqueta de ??ideas nuevas?, para una serie, para una película, para cualquier cosa. Nuestra mentalidad creativa nos habla de historias y personajes, y a veces otra parte de nuestra mente, la pragmática, nos puede sugerir elementos que ayuden a vender la serie, como por ejemplo, ser familiar, ser barata, ser reconocible a la par que original, contar con el apoyo de un actor o una actriz que vendan mucho, tocar un tema de actualidad o una tendencia (histórica, fantástica, etc). Pero aún así, la fórmula del éxito sigue siendo esquiva.

El otro día estaba viendo un capítulo de ??The Big Bang Theory? y pensé que quizá había otra forma de pensar en qué es lo que el espectador quiere, como en un ejercicio de ??ingeniería inversa? de todo a cien. Es decir, ¿qué es lo quiero yo como espectador? ¿Qué es lo quiero yo, casi como persona?

Quiero vivir dentro de ??Friends? y de ??The Big Bang Theory?.
Quiero ser joven para siempre, no preocuparme de nada, vivir con mis amigos y tener a mi ?love interest? en la puerta de enfrente.

Quiero ser libre.

Quiero vivir en una nebulosa temporal sin cargas familiares ni problemas demasiado graves.

Quiero estar rodeada de gente que lanza chistes brillantes cada dos frases y que nunca se enfada en serio conmigo.

Quiero estar en un universo en el cual ni la salud ni el dinero parecen condicionar las vidas de las personas.

Quiero vivir la década de los veinte, una y otra vez.

Y entonces pensé, que aparte de buenas historias, buenos personajes, medios de producción suficientes, buenos profesionales y todos esos aditamentos que ayudan a vender y consolidar una serie, quizá la ilusión sea un factor infravalorado.
Puede que el mayor imperativo a la hora de construir esos universos más o menos estables en los que volcamos la ficción (sobre todo en las sitcoms) debiera ser crear un mundo del que nos gustaría formar parte.

Tampoco digo que eso explique el éxito de todas las series, pero creo que este ?ingrediente x? parcialmente sí contribuye al de estas dos que menciono y que a mí me encantan (y al mundo entero.)
Está muy bien vender zapatillas, móviles, escenas de sexo y de violencia pero la ilusión de ser libre, de vivir un amor apasionante, de ser eternamente joven? eso no tiene precio.

Bazinga!!! from erkamaj on Vimeo.

Todo lo que sé sobre El Diario de Carlota

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Puse unas fotos aquí de la peli y un par de personas muy amables se han interesado por saber más cosas. Gracias, Eo, y gracias, Josep. «El Diario de Carlota» es una peli dirigida por José Manuel Carrasco, escrita por Roberto Santiago yo y el director, con un guión basado en «El diario rojo de Carlota», una novela de la escritora catalana Gemma Lienas. Se estrena el 23 de Julio en las mejores salas y es la primera peli que escribo que veo hecha y estrenada. Más adelante en el texto hablaré de mi implicación personal en el tema.

Porque antes hay muchas cosas más de las que hablar. Se rodó el verano pasado en la Ciudad de la Luz de Alicante, con unos actores estupendos y un presupuesto bastante modesto. Los actores creo que están muy bien, y me parecen simplemente maravillosas las interpretaciones de Luis Callejo y David Castillo. La película me parece muy divertida y muy tierna. Aparte del humor, Carrasco ha sabido encontrar un calor en las relaciones familiares que quiero pensar que estaba apuntado en el guión, pero él ha sabido potenciarlo mucho. Creo que la peli se beneficia de los sentimientos que José Manuel ha volcado en la pantalla.

La novela de Gemma Lienas es sobre todo un manual sobre la iniciación al sexo, contado por una jovencita llamada Carlota, que tiene sus propias tribulaciones emocionales. La novela, al igual que la película, huye de los lugares comunes y de las rijosidades que suelen acompañar a las pelis adolescentes. En cambio, no huye de hablar de las prácticas sexuales más comunes de forma abierta y sencilla. Hay bastantes diferencias entre la novela y la película, pero creo que el espíritu positivo y naturalista es el mismo. Todavía no hay trailer, que en cuanto lo haya lo pondré, pero sí unas imágenes en forma de videoclip, son éstas:

La cosa para mí es que empecé a escribir este guión en 2004, empecé a escribir guiones profesionalmente en el año 2000, y diez años después por fin he visto una copia terminada de esta peli, de la primera peli rodada a partir de un guión en el que yo haya participado. No sé si esto os parece digno de celebrar o no, para mí es algo fantástico, si bien reconozco que ha sido mucho tiempo y que en más de una ocasión me sentí objeto de una conspiración. Afortunadamente, aparte de las largas esperas del cine, también he tenido otras satisfacciones, como dirigir mi corto y escribir en series de televisión, medio que me parece injustamente infravalorado. «No poner todos los huevos en la misma cesta» es el mejor consejo que le podría dar a cualquiera, y ya no profesionalmente, sino en la vida.

No intento ponerme de ejemplo, ni protagonizar historias de miedo para atemorizar a los aspirantes a guionista. Yo considero que me va muy bien y que he trabajado en proyectos que me han hecho muy feliz, como esta peli. Simplemente, creo que está bien que alguien que quiera dedicarse a esto conozca que se pueden tardar seis años en levantar una película, eso si se tiene suerte y se consigue. Que todo se hace esperar mucho y que en ocasiones la lógica brilla en el funcionamiento (aparente) de las cosas. Que hay que escribir si a uno le gusta, no pensando en el dinero ni en la vanidad de ver nuestro nombre en ningún sitio, ni en ir a fiestas, obtener privilegios ni conocer a gente famosa. En la vida cotidiana de un guionista, o por lo menos en la mía, hay muy poco de eso. Lo más excéntrico que he hecho últimamente es comprar papaya en la sección gourmet del súper.

Y sobre todo, hay que saber agradecer la suerte. Estoy feliz por la peli que ha resultado de nuestro guión y estoy feliz porque por fin se estrena.

El resto lo pone el espectador y su decisión es la que cuenta.

No me llamo Ángeles

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El otro día mi amigo Dani me envío un mensaje. «Lo tuyo con los créditos da para escribir un libro. ¡REIVINDÍCATE!» y aquí estoy.

A  pesar de que no tengo un nombre muy extraño (no como Miren Amiano Desnudo o Amparo Loro Raro), desde que empecé con esto de firmar cosas he tenido varias canciones. (Aunque por otro lado, ojalá fueran de ese pelaje los problemas de los guionistas…)

En el caso de «El hombre del saco», el primer corto que coescribí con su director Miguel Ángel Vivas en la Ecam, directamente no había crédito de guionista. Daba la sensación de que el guión se había autoescrito una noche y se había enviado por correo a todos los miembros del equipo. Me puse hecha una hidra, me encaré con el productor, que tras disculparse, me dijo que como el nombre del guionista no estaba en la orden de trabajo, por eso no se habían acordado de ponerlo. Creo que como excusa no sirve ni para el abogado más torpe del tribunal de los Pitufos. Escribí una carta al jefe de estudios, que me dijo que en la copia a DVD se rectificaría. Nunca me molesté en comprobarlo. Sí, la verdad es que antes tenía mucha más energía.

En aquella época, al mismo tiempo, quise rodar y rodé un corto ultra amateur con mi amiga Estíbaliz (ella lo niega, pero estaba allí también) en la misma Ecam. Nos dejaron aparatos y le pregunté a un alumno de dirección si nos permitía utilizar un pequeño decorado que él iba a emplear en su corto. Lo hice con la máxima amabilidad, dejándole un mensaje en su móvil. Al poco me lo encontré en la escalera de la Ecam, muy nervioso, muy de mala leche, diciéndome que «De ninguna manera, Ángeles.» Hubiera comprendido perfectamente que no quisiera (yo tampoco me lo dejaría a mi misma), pero su agresividad me puso a silbar la olla expréss. En ese momento yo alcé mi dedito Bin Laden, hecho que no sucede casi nunca, porque si bien suelo ser bastante educada y tranquila, las malas maneras me sacan de quicio, y señalándole un espacio entre ceja y ceja como si quisiera indicar el destino de una bala le dije: «No me llamo ÁNGELES».

Después pasé mucho tiempo escribiendo (y cuando digo mucho tiempo, creedme, es mucho tiempo) sin que me sirviera para otra cosa que no fuera ganarme la vida, que ya está bien, hasta que llegaron MIR y 18, la serie. En el primer capítulo de 18 que escribí, justo salió una mancheta con autopromoción de la cadena encima de mi nombre. Después, le regalé a alguien la segunda temporada de MIR en la que había participado, y esta vez nos habían tongado a todos: en la caja figuraban los guionistas de la primera temporada.

Esta semana, aunque no son créditos, se han dado algunos datos de «Alfonso, el Príncipe Maldito», la tv movie que he escrito en los últimos meses, cuyo rodaje ha comenzado, y aparezco en algunos sitios como Ángela Fernández Armero. No es que me parezca mal, en serio lo digo, pero si lo que se trata es de ocultar mi identidad, de protegerme de las iras de aquellos que encuentren mi trabajo detestable, debería adoptar un nombre mucho más carismático e impenetrable, como por ejemplo, yo que sé, Burgundófora Smith, nombre muy común en ese pueblo conocido por su afición a los nombres raros: Huerta del Rey.

Sirva esta entrada para reivindicar los derechos de todos aquellos que tenemos la excéntrica afición a ser llamados por nuestro nombre, y como espacio para denunciar los atropellos verbales. ¿Os han llamado Ángeles alguna vez?

En el final de «El Ala Oeste de la Casablanca»

Después de despedirme de «The Shield», «Los Soprano» y «The Wire» (y de otras, pero que me han dado más igual) le llega el turno a «The West Wing», que empecé a ver allá por el año 2001 hasta ahora. Esta serie, que como sabréis narra las andanzas de Jeb Bartlet, un presidente demócrata de los Us and A -que diría Borat- durante dos legislaturas. Creada por el nunca suficientemente ponderado Aaron Sorkin, el Ala Oeste es una serie complejísima, abrumadora, tan magistral en algunos capítulos como soponciera e inaccesible en otros, emocionante muchas veces, pero siempre inteligente y original.

¿Por qué me gusta tanto?

1. Porque técnicamente es perfecta. Esos recorridos frenéticos por el pasillo, con Josh, Sam o CJ discutiendo asuntos complejísimos a toda velocidad son una marca de identidad de la serie.

2. Porque tiene un grupo de personajes maravillosos. Leo, Josh, Cj, Donna, Toby… es imposible no quererlos. Lógicamente, esto es obra no sólo del guión, sino del increíble grupo de actores que le han dado su pellejo. (También hay actores que no me han gustado nada, y por alguna razón son dos novias de Josh, Moira Kelly y Mary Louise Parker; tampoco me convence Joshua Malina, uno inaguantable y repelente a más no poder de las últimas temporadas.)

3. Porque a pesar de lo complejo de las tramas y del asunto en general, consigue llegar como la serie de un grupo de personas que quieren mejorar la vida de la gente, mientras sus existencias son un completo desastre. Eso es «The West Wing.»

4. Por lo ingeniosos que son los diálogos. Normalmente, si entrarámos en una sala de trabajo y todo el mundo pareciera tan ingenioso como una hibridación entre Sócrates, Confucio, Groucho Marx, Woody Allen y Oscar Wilde, probablemente pensaríamos que es del todo inverosímil. En cambio, al ser la Casa Blanca y ser Sorkin, pues cuela.

5. Porque no escamotea prácticas políticas impopulares, como invasiones preventivas, derrocamientos de gobiernos, y errores de todo tipo.

6. Porque retrata a una clase política que es digna de admiración. Y eso me parece muy difícil de conseguir sin caer en un retrato hagiográfico de la presidencia de Estados Unidos.

7. Porque aunque muchas veces no sepas de que están hablando, con tanta sigla y tanta palabra técnica, logra acercarte al funcionamiento de la Casa Blanca.

8. Porque en cada capítulo hay uno o dos dilemas. (Como mínimo.)

9. Porque habla de gente idealista y entregada a su trabajo.

10. Porque resulta visionaria en algunos asuntos. Santos, el candidato democráta a suceder a Bartlet, es latino y está obsesionado con la educación y la sanidad. ¿Le suena a alguien?

Esas son las razones más o menos objetivas. Luego está el motor de este post, ñoño a más no poder. Está el lado personal, lo que ocurre detrás de las cámaras. John Spencer, maravilloso actor que interpretaba a Leo Mac Garry, jefe de gabinete de la Casa Blanca, falleció de un infarto antes de poder concluir la serie. Irónicamente, su personaje padecía un episodio cardíaco en un memorable episodio que no desvelaré, pero lograba superarlo. Se nota, por la escritura de su personaje, que su marcha pilló completamente desprevenido al equipo de guionistas; (Spoiler leve: MacGarry se postula como vicepresidente de la candidatura de Santos.)

Lo que me ha resultado muy emocionante es ver como, tras la muerte de Leo en la ficción y en la realidad, los restantes personajes reaccionan ante su pérdida. Quizá me haya sugestionado, pero su tristeza es sobrecogedora, parece que en esos planos actor y personaje se funden en cada uno de los miembros del reparto. Incluso el plano que recoge a Kristin Chenoweth (otra novia rara de Sorkin, que al parecer inspiró a la rubia religiosa de Studio 60) entrando alarmada en la habitación de Leo, que acaba con un larguísimo travelling de alejamiento por el pasillo, está cargado de realidad. Y en este punto no me resisto a poner el vídeo en el que John Spencer recoge un Emmy.

Traducción:
«Mirad a mis compadres, se alegran tanto por mí… Y eso lo dice todo sobre «El Ala Oeste.» Estamos ahí, trabajando muy duro al servicio de esa escritura tan brillante. Yo estoy al servicio de la genialidad y el arte de Aaron Sorkin, uno de los grandes escritores de todos los tiempos. Un actor es tan bueno como el material que recibe, y a nosotros nos dan oro, semana tras semana tras semana… y no sé cómo lo hace. Un reparto extraordinario, todos y cada uno de ellos me hace mejor de lo que soy… Maravillosos directores, Tommy Schlamme (director de la serie), John Wells… Sabéis, nunca quise hacer otra cosa que actuar. Salvó mi vida, es la razón por la que me levanto por las mañanas, es mi opiáceo. Mi premio siempre era conseguir un siguiente trabajo, para que yo pudiera seguir haciendo esta cosa maravillosa que me encanta. Así que este premio, amigos míos, es deliciosamente redundante. Gracias.»

Soy incapaz de ver este vídeo sin pensar que es una suerte escribir y actuar, dirigir, crear ua obra de ficción en equipo, sobre todo cuando se hace así de bien. Sé que es imposible, que nosotros no somos así, que no hacemos series así, que aunque tuviéramos la capacidad nuestra clase política está dominada por la mediocridad, pero aún así hay que desear alcanzar la excelencia que esta serie ha conseguido a lo largo de sus siete temporadas.

Para aquellos que no la hayan visto (y si se fían de mi criterio), les recomiendo especialmente las tres primeras temporadas y los episodios «Dos Catedrales», «Bartlet for America» e «Isaac e Ishmael». Y ya puestos a recomendar, por favor visitad esta entrevista que le he hecho a Daniel Sánchez Arévalo para Ámbito Cultural.