Ignacio del Moral es uno de los guionistas más respetados y admirados de España. Además es autor teatral, docente y ha escrito tanto para televisión (series tan emblemáticas como Farmacia de Guardia, El Comisario o El Síndrome de Ulises) como para cine («Los Lunes al Sol», «Lope», o «La Voz Dormida», la última película de Benito Zambrano, de próximo estreno.)
Ignacio acudió, hace muchos años, a la ECAM cuando yo era una alumna de guión y mis compañeros y yo nos quedamos impresionados con su despliegue de talento, humildad y pasión por la escritura. Diez años después, Ignacio impartirá una clase magistral en Hotel Kafka, desgranando los secretos de la escritura de «Los Lunes al sol», con Fernando León de Aranoa, su director. Su charla abrirá el nuevo ciclo del Club de Guión. Aprovecho la ocasión para hacerle algunas preguntas.
1. Ignacio, vas a diseccionar el guión de «Los Lunes al Sol» en tu clase. Igual nos podrías ofrecer un tráiler, ¿cuál es el recuerdo más significativo de aquella experiencia?
Simpre recuerdo la escritura de aquel guión como una larga conversación con Fernando, con muchas risas y sin ningún estrés. Las cosas iban surgiendo, y la mayoría de las ideas que teníamos para la película (el argumento, para empezar) fueron cambiando sobre la marcha… nunca supimos que la película iba a tener tanta trascendencia. Menos mal, porque así pudimos trabajar con total irresponsabilidad.
2. Algunos años después, en España por desgracia el desempleo sigue siendo un tema muy vigente. ¿Crees que nuestro trabajo puede ayudar en algo? Es decir, ¿el cine sirve a la sociedad? ¿De qué manera?
Sin duda, y por desgracia, las circunstancias actuales ponen la película de actualidad. Nuestro trabajo, el de la ficción dramática, sirve sobre todo para hacernos vivir, a través de personajes, experiencias que tal vez -y por suerte, en la mayoría de los casos- no nos tocará nunca vivir personalmente, ayudándonos a comprender mejor la realidad que nos rodea y sobre todo a conocer y empatizar mejor con los seres humanos. Este conocimiento puede ayudarnos a pensar y sacar conclusiones, y puede ser útil para prevenir prejuicios o para comprender mejor muchas cosas.
El problema del paro, lamentablemente, tiene unas raíces estructurales complejas, y su solución está fuera del alcance de la inmensa mayoría de nosotros. La visión de la película tal vez pueda animarnos a mantener una actitud de dignidad y esperanza, y a evitar algunos diagnósticos apresurados.
3. Pronto se estrena «La Voz Dormida», un guión escrito por ti y basado en la novela homónima de Dulce Chacón. ¿Qué perspectiva interesante aporta? Muchos de los sectores más críticos con el cine español siempre se quejan de que haya tantas películas con ese tema.
Empiezo por la segunda parte de la pregunta: desde luego, es un lugar común decir «otra sobre la Guerra Civil». En realidad, no hay tantas, aunque tal vez haya a quien fatigue el asunto. Yo creo que si las películas son buenas, pueden hacerse todas las que se quieran. Lo malo es que no lo sean. Creo que la idea de que se hacen demasiadas películas sobre ese periodo es difundida a veces de forma interesada por quienes se sienten muy incómodos cada vez que el tema se revisa, y aún hay muchos de esos; ellos sabrán por qué.
Y también hay sectores de público joven que pueden encontrar monótono el tono, la estética, los latiguillos y clichés que inevitablemente se reiteran en ese tipo de películas, y que, aunque no lo han vivido, no están tan lejanas en el tiempo como para resultar exóticas, sino que simplemente les suenan a viejo.
La Voz Dormida pretende incidir sobre un tema algo menos conocido, que es el de las muchas mujeres que, durante la guerra y al final de la misma, fueron encarceladas y muchas de ellas torturadas y ejecutadas, en muchas ocasiones sólo por ser mujeres, hermanas, hijas… de comunistas o «rojos» en general. Formalmente no presenta grandes novedades, es una película muy académica, y en cuanto al relato, se le ha reprochado su caracter militante y en algunos aspectos maniqueo, así como un cierto tremendismo. Puedo asegurar que la realidad fue mucho más tremenda que lo que se muestra en la película; y en todo caso, Benito tenía muy claro lo que quería contar y cómo, y la película responde muy fielmente a su postura personal.
4. ¿Cómo fue la experiencia de poner palabras en la boca de un genio de las letras como Lope de Vega en la película «Lope»?
Siempre es complicado abordar personajes sobre los cuales cada uno tiene una idea preconcebida y que además son objeto de estudio y reverencia por parte de sectores académicos. Para mi la clave fue pensar que el Lope de la palícula es un Lope que aún no sabe que es Lope, que no actúa para la posteridad, que se busca la vida sin ningún tipo de responabilidad histórica, improvisando, como hacemos todos día a día. Yo lo abordé como un personaje de ficción y, aunque a grandes rasgos se sigue la historia real, las escenas, las reacciones, las situaciones, son, lógicamente, todas inventadas.
Cuando se me reprocha falta de fidelidad a la verdad histórica, respondo que el propio Lope escribió obras sobre personajes históricos y naturalmente hizo de su capa un sayo, como siempre se hizo, desde Shakespeare hasta Schiller o Buero Vallejo. La Historia, con mayúscula, nos sirve de inspiración, no se trata de dar una clase. Yo disfruté mucho con la escritura de esa película, porque obligaba a un registro verbal diferente, que tuviera una cierta música de lenguaje de otros tiempos, pero siendo actual.
5. Hablemos de tu faceta televisiva. Eres un guionista veterano, ¿cómo valoras la evolución de las series en España?
Yo llegué a la TV en los últimos años 80, y me tocó asistir a la puesta en marcha de una industria que apenas existía. En estos ya más de 20 años, la ficción televisiva nacional ha pasado por diferentes ciclos, pero en general se puede hablar de una evolución sostenida, y de una mejora, especialmente en lo que se refiere a la producción y calidad de la puesta en escena.
En cuanto a los contenidos, siguen siendo algo primarios en ocasiones, muy dependientes del criterio de los ejecutivos de cadena, siempre pendientes de lo que creen que el público va a demandar y poco receptivos ante la novedad o lo que ellos consideran riesgo. De esa manera se producen vaivenes bruscos, las cadenas se imitan unas a otras, y aparecen los formatos y géneros por avalanchas: familares, profesionales, época…
Lo más estimulante es que en los últimos años parece que se ha abierto paso el género más depurado, con apuestas más claras, alejándose de aquella época en que una serie tenía que aspirar a gustar a todo el mundo, con lo que se mezclaba drama y comedia, tramas de adultos con tramas de niños… Aunque aún quedan resabios de aquello, creo que ahora las propuestas son más nítidas.
6. ¿Cómo recuerdas tu primer trabajo como guionista?
Mi primer trabajo para la Tv fue la serie «Eva y Adán, agencia matrimonial», que le encargaron a Alonso de Santos, un conocido dramaturgo, muy amigo mío, que me pidió que colaborara con él. También trabajaron en ella Eduardo Ladrón de Guevara y Yolanda García Serrano, ambos guionistas muy conocidos hoy en día. Yo no tenía ningún conocimiento del medio, ya que mi experiencia era teatral. El género, sit com (más o menos) resultaba accesible para un autor teatral. Poco después un humorista amigo, Pedro Reyes, me propuso para escribir los guiones de continuidad de un programa de variedades, «Pero ¿esto qué es?». Eso suspuso una experiencia más complicada y una inmersión más profunda en el medio. Allí conocí a Fernando León, que por entonces era jovencísimo, y escribía sketches para aquel programa.
7. ¿Qué te aporta el teatro que no te proporcionen el cine o la televisión?
Aparte del concepto de autoría, el teatro, que yo considero una faceta más del mismo oficio de dramaturgo, permite por un lado mucha más libertad en cuanto a estructura y lenguaje. En cine y Tv el formato es casi siempre realista: incluso en las tramas más aprentemente fantásticas, el desarrollo es básicamente realista, y la narración casi siempre lineal: es decir, se trata de producir impresión de realidad. El teatro hace tiempo que se libró de esa servidumbre, precisamente porque la aparición de cine y la Tv le ayudaron y obligaron a evolucionar.
Hay mucho teatro realista, desde luego, pero incluso en el teatro más realista es fácil encontrar licencias. En el teatro no hay limitación de espacios, el tiempo se puede tratar de otra manera… y sobre todo, es menos dependiente de la trama. Por lo general, en el teatro moderno la trama es mucho más escueta que en una película o que en una obra antigua: se cuentan pocas cosas, no se acumulan los lances; pero se puede profundizar mucho en el análisis de las situaciones, de las relaciones, de los personajes… y sobre todo, se hace a través de la palabra: los personajes se relacionan básicamente a través del lenguaje; todo lo demás es secundario.
Hay muchas obras que son una sola secuencia, en la que los personajes se limitan a hablar y, sin embargo, son apasionantes. Y además, en el teatro, a diferencia del cine, me apasionan los procesos y trabajos previos que conlleva un estreno. También tiene que ver el hecho de que la consideración que se tiene por el autor en el teatro es muy diferente de la que obtiene el guionista en el cine.
8. El de guionista es un oficio que puede ser muy frustrante. ¿Cómo se sobrevive al desgaste de que muchos proyectos no salgan? ¿Cómo es posible «conservar la llama» encendida muchos años?
En efecto, puede ser muy frustrante, por cuanto se trata de elaborar, dedicándole mucho tiempo y trabajo, un material que en el mismo momento en que sale de tus manos es sometido a relecturas y reinterpretaciones, sobre el que todo el mundo parece tener la capacidad de opinar… y casi siempre, o al menos eso es lo que uno piensa, para estropearlo.
En fin, todos hemos vivido esta sensación. Es la razón por la que muchos guionistas se deciden a dirigir, o al menos desean hacerlo. Para mí es más desgastante esa sensación que el hecho de que los proyectos no salgan, a lo que tú aludes en la pregunta. Con respecto a lo primero, a la impotencia que produce ver cómo tu texto es manipulado y deformado por las diferentes manos por las que pasan, supongo que uno simplemente se acostumbra.
Yo creo que la clave para no quemarse demasiado es ser muy consciente de cuál es tu papel, es decir, proporcionar un material de base para que otros construyan. Si hay suerte, lo que construyen resulta valioso. Para mí, escribir es una finalidad en sí misma, la obra acabada es el guion, y lo que hagan después procuro que no me afecte demasiado.
Por supuesto, es difícil mantener siempre ese blindaje, y en ocasiones se pasa muy mal. Para mí «Lope», por ejemplo, es una experiencia bastante dolorosa, porque es un guion en el que, aunque me llegó de encargo, puse mucha pasión y trabajo, y la película resultante es bastante fría y sin matices, lejos del humor y la calidez que yo le había puesto.
Conservar la «llama encendida»… Parece que hablamos del matrimonio, y no es mala comparación. Se trata de meterse en cada historia perdiendo de vista todo lo demás, como si fuera la primera. Casi siempre, si nos va bien, vamos a trabajar por encargo. Se trata, entonces, de hacer nuestra esa historia, buscar qué elementos de ella resuenan en nuestro interior, y atender a esa vibración. Es muy dificil que ninguna parte de una historia tenga que ver con nosotros, siempre hay algo que nos apela, si sabemos mantener una actitud abierta, sin ponernos estupendos. Para encontrarlo, hay que enfrentarse a ello sin prejuicios y sin prepotencia.
9. Me imagino que habrás escrito con muchos guionistas y directores. ¿Recuerdas algún consejo valioso? ¿Puedes mencionar a alguna persona de la que hayas aprendido mucho?
De todos los compañeros de viaje que uno tiene, y en efecto a estas alturas han sido muchos, los que más te marcan son los primeros, los que adoptas como maestros. Entre otras cosas porque tú eres joven y ellos son más maduros y expertos. Yo he tenido la suerte de tener estupendos maestros, generosos y sabios, que me lo enseñaron todo del oficio, ya que en la época en que yo empecé a escribir tanto teatro como guiones (primero Tv y luego cine) no había escuelas, ni se habían editado los manuales que ahora consideramos clásicos, ni siquiera se estudiaba dramaturgia en las escuales de arte dramático… éramos autodidactas la mayoría de nosotros.
Así, me crié a la sombra de autores como Alonso de Santos, Antonio Mercero, y más tarde Joaquín Oristrell… lo que todos ellos tenían en común es, aparte del talento y la generosidad, una enorme capacidad de trabajo. Muy pronto comprendí que esa era la clave. Más tarde, tuve ocasión de trabajar con los que yo llamo los «jóvenes Maestros», compañeros más jóvenes que yo, de los que aprendí mucho: Fernando León, Verónica Fernández, Daniel Sánchez Arevalo, David Planell, entre otros. Quiero creer que también ellos aprendieron de mí.
10. Por último, te pediría un consejo para aquellas personas que desean convertirse en guionistas.
El dramaturgo, y el guionista lo es, es ante todo un observador del ser humano, empezando por sí mismo. Nosotros contamos historias a través de la conducta de los personajes. Por lo tanto, nuestra herramienta de trabajo es la observación, el afecto y la preocupación por los que nos rodean. Escuchar, observar, no juzgar, aprender a establecer relaciones entre momentos y situaciones que aprentemente no lo tienen.
Una obra dramática nace de una pregunta que nos hacemos: «¿Qué pasaría si…» Una historia es una hipótesis. El principal consejo que yo puedo dar a un guionista es que viva, que obtenga sus experiencias de primera mano: que no sea un ratón de videoteca, sino que lea mucho, converse mucho, pasee mucho, escuche mucho y sienta afecto por los seres humanos que le rodean, porque solo desde ahí pueden salir historias con alma.
Espero que tengamos ocasión de hablar de todo esto cuando nos encontremos.
Ignacio del Moral estará en el
Club de Guión del Hotel Kafka el próximo 11 de Octubre. Si necesitas más información, puedes solicitarla
aquí.