Soy Leyenda: Lupe Vélez

Lupe Vélez fue una actriz mexicana que trabajó a principios del sonoro, haciendo comedias para la RKO. Hija de una prostituta, su carácter y su físico la conviritieron pronto en una estrella. Se ligó a Gary Cooper y se rumorea que a Charles Chaplin. Se casó con Tarzán Weissmuller. Y sin embargo, ni su trabajo ni sus amantes tienen nada que ver con su leyenda. Fue su muerte lo que la encumbró en el olimpo del bizarrismo cinematográfico. (Qué bonito, ¿verdad?).

Esta es la versión creativa y bellamente redactada de la wikipedia.

En 1944 queda embarazada de su último amante, el actor austriaco Harald Ramond. Ante la negativa de Ramond de casarse con ella, Vélez decide suicidarse (hay que recordar que en aquella época ser madre soltera era algo socialmente inaceptable que habría puesto fin a su carrera). El 13 de diciembre de 1944 Lupe Vélez organiza una fiesta. Durante la cena inventa una excusa y se retira a su cuarto. Allí se desnuda, ingiere una dosis mortal de seconal y se tumba en su cama, rodeada de una gran cantidad de flores. Su intención es que su cadáver forme una imagen hermosa cuando lo encuentren (se había maquillado y había depilado su vello púbico dándole forma de corazón). Sin embargo, la combinación de fármacos y el alcohol ingerido durante la cena la hacen sentirse indispuesta. Debido a las arcadas, se levanta para ir al baño. Vomita antes de llegar a la taza. Pisa su propio vómito y resbala, dándose en la cabeza con el lavabo y cayendo inconsciente en la taza, donde perecería ahogada y con el maquillaje desfigurado por el agua. Los restos mortales de Lupe Vélez están depositados en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores de la ciudad de México.

Así lo cuenta Kenneth Anger en el I Volumen de Hollywood Babilonia.

En 1944, endeudada hasta el cuello y embarazada de su más reciente amante, Harald Ramond, Lupe decidió escenificar con sumo cuidado la última noche de su vida. Encargó un inmeso ramo de flores e invitó a dos amigas a la ?ltima Cena y luego, a las tres de la mañana, se quedó sola en su falsa hacienda de Rodeo Drive. El dormitorio era un mar de nardos y gardenias; resplandecían las llamas de varias docenas de velas. Vestida de lamé plateado, la Lupe se instaló en aquel altar, escribió una nota de despedida al padre del feto, abrió un frasco de Seconal y se zampó las setenta y cinco bolitas. Entrelazó las manos en ademán de plegaria y se tendió en la cama escenificando así lo que ella vería como una imagen fotográfica final de exquisita belleza. Esperó que el medicamento hiciese efecto imaginando los periódicos del día siguiente con su inmaculada imagen en portada. Pero el Seconal no quiso mezclarse bien con la picante ?ltima Cena. Lupe empezó a sentir retortijones y a vomitar, dejando una hedionda estela de vómito desde la cama hasta el baño, donde resbaló en las baldosas y cayó dándose de cabeza contra el borde del lavabo. A la mañana siguiente el cadáver fue descubierto por Juanita, la doncella. La imagen no era bella ni cautivadora.

¿Qué se podría decir de esta historia, al margen de los detalles? Yo creo que al mirar «ironía» en el diccionario debería aparecer la foto de Lupe, maquillada o con tropezones si se quiere.

Su historia encierra varias enseñanzas morales, siendo la más importante de ellas «no mezclarás Seconal con Fajitas.» En exclusiva, y por primera vez en Internet (y en todas partes), el contenido de la nota de Lupe a su amante austrohúngaro, también conocido como Harald Maresch. (He comprado el original en ebay. Lo iba a escanear, pero se me ha estropeado la máquina con los restos fosilizados de vómito. )

«Querido Harald:
Agoto mis últimas horas de vida en medio de una pavorosa tristeza. Hay guacamole en la nevera.
Siempre tuya,

Lupe.»

Siendo sincera os confesaré que hay varias notas para Harald circulando por ebay, y forzosamente alguna tendrá que ser apócrifa. Agradecería enormemente al propietario o propietaria de la nota auténtica que consigne su contenido en los comentarios de esta entrada.

El hombre más sexy vivo ¿o es el hombre vivo más sexy?

En cualquier caso, la revista People dice que es Hugh Jackman.
Dejad de pensar en hombres sexys muertos y agusanados porque este mes se lleva la sangre circulando y el color en las mejillas. Claro, eso de «Sexiest Man Alive» queda muy cool en inglés, muy de western.

En esta lista, aparte del australiano Jackman, aparecen Daniel Craig, (¡long time no see!), John Hamm (el prota de Mad Men), el pansinsal Zac Efron, Javier Bardem o Michael Phelps. A mi esta lista no me dice nada. Si tengo que quedarme con el odioso condicionante de que estén vivos, mi top five sería más bien éste:

1. Kiefer Sutherland.
En casi todas las temporadas de 24, salva al mundo y se enamora al mismo tiempo. ¿No es una mezcla perfecta de valentía y sensibilidad? Por no hablar de esa voz rasgada y sexy que pondría a ronronear a la misma Margaret Thatcher. Vale, este también es Kiefer, pero esto sólo muestra que el tío sabe divertirse.

2. Eric Bana.
Otro australiano que quita el hipo (o que te lo pone.) Además de ser un actor excelente, tiene una mirada que transmite humanidad e inteligencia. Y quien no entienda de sutilezas de mirada, que se fije en su cuerpo y en su pelazo. Qué escándalo.

3. Christian Bale y Josh Brolin, exaequo. Los dos son ideales para amores fronterizos de ésos que se marchan a la mañana siguiente después de escupir un buche de tabaco en el cobertizo de las gallinas. Bueno, a quien le importan los buches de tabaco ni las gallinas de las narices, lo que importa es ver a estos hombres de rasgos delicados pero firmes, tan masculinos y tan buenos actores.

4. Clive Owen. Un seductor del viejo mundo, un tío que, como se suele decir de forma un tanto enigmática, se viste por los pies y se toma el té a las cinco. Nunca estuvo tan sexy ni tan descerebrado como en «Closer». Otro que se gasta una voz que derrite hasta a la señorita Pepis.

5. Y en la nunca suficientemente ponderada categoría Yogur, Shia Labeouf.

Se me quedan fuera un montón, pero prefiero oír vuestras opiniones. Os podéis inspirar en este vídeo de People que muestra a 100 señores atractivos en menos de un minuto, y que da varias ideas.

Ich Bin Ein Berliner (Pedazos de Berlín)

Esas fueron las palabras de John F. Kennedy en su visita a Berlín el 26 de Junio de 1963, pocos meses antes de morir. Así concluía su discurso:

All free men, wherever they may live, are citizens of Berlin, and, therefore, as a free man, I take pride in the words «Ich bin ein Berliner.»

Algunos años más tarde, en Junio de 1987, Ronald Reagan le dijo a Gorbachov: «Tira ese muro».

Ahora hace casi veinte años de la caída de Berlín, y acabo de llegar a Madrid, con la cabeza llena de historias, la cámara llena de fotos, la maleta llena de cosas y el desconcierto propio de alguien que llevaba mucho tiempo sin desconectar de verdad, que había logrado vivir, durante unos días, en una rutina maravillosa y que intenta sintonizar de nuevo con la vida, con las obligaciones y sobre todo, encajar las sensaciones que el pedazo de viaje que me he pegado me ha producido. Tras un viaje importante, a cualquiera le gustaría poder cristalizarlo todo de forma nítida y certera, como quien se compra un pedazo del muro de Berlín en una bolsita. (No me lo creo. No me lo creía tampoco en la época de Superpop, como comenta Ruth Adsuar.

Paseando por el East Side Gallery ví muchos murales, arte sobre las barreras, viendo que realmente inspiraba a mucha gente. Aunque también hubo quien escribió, «Cabrones del aeropuerto, devolverme las maletas». Un tal Juanky también aspiraba a la inmortalidad, pasandose por el forro toda la significación del muro. Quizá Juanky se compró un trozo de cemento en el aeropuerto.

En el museo de Pérgamo leí un panel (no se pueden leer todos, pero se leen los primeros por decoro) en el que se afirmaba que la cultura helénica se sustentaba sobre la persecución de la sabiduría y la belleza. Y creo que, a fin de cuentas, un buen viaje ofrece esas posibilidades. Quizá no me haya enterado de muchas cosas, quizá sólo haya logrado un barniz superficial, quizá lo que me he llevado haya sido un equivalente mental al pedacito de cemento de rigor, pero podría estar escribiendo y quizá lo haga (se siente) sobre lo que he visto estos días.

A modo de introducción, y como forma de encajar lo vivido, voy a hacer un sumario estilo Berlín-for-Dummies para aquellos que les interese. En posteriores posts, hablaré con más detalle de ciertos lugares y ciertas historias que forman parte de mi disco duro.

Lo imprescindible

Nefertiti, en el Museo Egipcio de Berlín. El Altar de Pérgamo y la puerta de Ishtar, en el Museo de Pérgamo, y su exposición sobre Babilonia. Las interminables colecciones de cuadros de la Gemaldegallerie. Los cuadros de Courbet en el Altes Museum (aunque Friedrich no estaba.) El conjunto de palacios de Saintsoucci. Callejear. El Museo de la Stasi.

Las tiendas de segunda mano. El Bundestag. El muro. El ambiente de las calles. La repostería. Los mercadillos.

Lo molón

Para los mitómanos, sesión de fotos absurdas en Checkpoint Charlie. La puerta de Brandenburgo. La torre de la tele. Las tiendas de segunda mano. (Hay algunas, como Garage, en la que la ropa se vende a quince euros el kilo.) Los perritos. El frikadellen. El Café Einstein, cerca de Nollendorf Platz. El museo de la Bauhaus. Las galerías Lafayette (un precioso edificio de Jean Nouvell.)

Los timos de la guía (donde no ir.)

El museo Die Brucke. Parece que va a ser un museo con obras de Nolde y así, pero en realidad es un edificio muy cuco donde sólo hay exposiciones temporales y no se puede ver demasiado de la corriente artística.

También buscamos un mercadillo inexistente en el barrio turco, en Moritz Platz. No está.

Friedrich. Voló de la Altes Gallerie y nadie sabe dónde está.

El museo de cine, en Potsdam. Nada del expresionismo alemán, nada de Fritz Lang, nada de la época temprana de Wilder, ni de Preminger, ni de nada. Eso sí, tiene una puerta de un taxi de una de las pelis de Jason Bourne. Ole.

Lo peor

Las distancias. Las nubes perpetuas. Lo antipáticos que son los alemanes, especialmente en bares y comercios. Que siempre están haciendo lecturas en los bares y conciertos. La indicación en el transporte público. La falta de letreros en español, y a veces ni siquiera en inglés, en demasiados museos y servicios. Que sólo ponen música del siglo XX en los bares.

La vida nocturna

El mítico café Zapata (quién dice que el comunismo no puede ser un parque temático.) El Kaffe Burger, lugar canalla donde al parecer, Madonna celebró su quincuaqésimo cumpleaños.

El CCCP. Las hamburguesas del White Trash Fast Food. El precio de los cubatas, a los que llaman cuba libres y saben a mojito, quizá porque los llenan de lima y los preparan con un brebaje lamentable al que llaman Fritz Cola.

Conclusión

En una nota un poco más personal, me ha encantado la sensación de libertad. Me ha encantado averiguar que los deseos de vivir más, de llegar más lejos, a veces no están tan fuera de nuestro alcance como creemos. Quiero pensar que ahora soy más libre, más sabia, que he interiorizado algo de esa belleza que he visto. En una nota más personal aún, quiero decir a M. y a E. que me ha hecho muy feliz compartirlo con ellas. Que forman parte de mi cristalización, de mi pedacito de muro, de ese fragmento de materia que no significa nada para los demás. Sin embargo, cierro los ojos, estrecho en mi mano ese cachito de cemento y las aristas clavándose en la piel hacen que me den ganas de vivir mil vidas.