OLIVER Y MAX, MI NUEVA NOVELA

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ACTUALIZACIÓN OCTUBRE 2016:

Una breve actualización de esta página porque me he encontrado con una vídeo reseña que, realizada más de dos años después de la publicación de «Oliver y Max», me ha hecho mucha ilusión. Gracias @mentagb.

Ya que me pongo, os cuento que el 17 de Noviembre se publica «Anochece en los parques», mi cuarta novela y ganadora del Premio Jaén de Narrativa Juvenil, en el sello Montena. Estoy muy contenta y con muchas ganas de que la leáis.

En 2011 estuve haciendo turismo en Berlín porque es una ciudad que me fascina. No solo por el arte, la belleza de sus calles o la variedad cultural, sino de manera muy especial por la historia.

Visité una exposición sobre las atrocidades del nazismo en el museo de la Fundación “Topography of Terror”, un centro de documentación que se asienta en el lugar en el  que en el III Reich se encontraba la sede de la policía secreta y los cuarteles de la SS.

 Allí fue donde supe por primera vez de la existencia del plan Aktion T4.

Dicho programa, mal llamado de eutanasia, fue creado y ejecutado bajo la responsabilidad principal de médicos y enfermeras durante el régimen nazi para eliminar a personas señaladas como enfermos incurables, niños con taras hereditarias o adultos improductivos. Estás víctimas eran consideradas “vidas indignas de ser vividas”. Su asesinato era una acción tanto de compasión hacia el enfermo como en beneficio de la comunidad en general,  ya que acabar con sus vidas suponía un importante ahorro económico.

El plan, que siguió funcionando durante la guerra, también incluyó entre sus víctimas a personas sanas pero que para el régimen nazi no tenían derecho a existir: disidentes políticos o religiosos, homosexuales, judíos, gitanos, huérfanos, alemanes que no fueran «de pura raza…»

La siniestra operación, que dio comienzo en 1939, representó un ensayo general para la “Solución Final” (la desgraciadamente célebre reunión de Wannsee en la que fue creada tuvo lugar en 1942), que copiaría muchos de sus métodos para los asesinatos en masa de inocentes ejecutados de forma implacable en los campos de concentración y en los territorios ocupados.

El programa se realizó en seis centros situados en Alemania y en la Austria anexionada: Grafeneck (Baden-Wurtemberg), Brandeburgo, Bernburg (Sajonia-Anhalt), Hartheim (Austria), Sonnenstein (cerca de Pirna, Sajonia) y Hadamar (cerca de Limburgo, Hesse), y se estima que fueron asesinadas sistemáticamente entre 200.000 y 275.000 personas.

 Impresionada por este programa, inspiración de la Solución Final y precursor necesario de las terribles prácticas de exterminio nazis, decidí saber más sobre el tema. En 2011, cuando comencé a escribir este libro, solo logré encontrar información del mismo en Internet y en el libro de Michaël Tregenza “Aktion T4 : Le secret d’Etat des nazis”, publicado en francés y que trataba de manera muy exhaustiva el tema. En los últimos años han ido apareciendo más libros de investigación sobre el asunto.

La idea de escribir la historia de un niño abandonado en uno de estos centros vino enseguida, sin buscarla, como una necesidad, con el ansia de saber más de este contexto terrorífico para poder hacerlo de forma verosímil y respetuosa con el pasado y con el sufrimiento de miles de víctimas. El proceso de la documentación fue esencial.

Escogí el punto de vista del niño porque me parecía el mejor para mostrar la inocencia con la que todas las víctimas, de todas las edades, llegaban a este lugar, y escogí también el del padre, nazi convencido, para mostrar el viaje de un ciudadano alemán del relato oficial al corazón del horror.

También lo he escrito desde la necesidad de recordar, para mantener viva la memoria de unos hechos atroces y poco conocidos, y para intentar comprender, sin lograrlo, qué impulsó a tantas personas a infligir daño y maldad de forma tan meticulosa y sostenida.

“Oliver y Max” es la primera novela enteramente inspirada por el funcionamiento del programa Aktion T4, está publicada por Nube de Tinta (PRH) y se puede comprar aquí, si te interesa.

 OLIVER Y MAX EN LOS MEDIOS:

En la web de PHR (puedes leer el primer capítulo) 

ENTREVISTAS 

Entrevista del escritor e investigador de la II GM Jesús Hernández

Entrevista de Jose María Clemente en Vanity Fair (09/07/14)

Entrevista de Benito Garrido en Culturamas (12/6/14)

Entrevista en el programa de Radio Nacional «El Ojo Crítico» (23/05/14)

Entrevista radiofónica en «La Biblioteca Encantada» con Javier Fernández Jiménez (04/07/14) 

«El miedo al desamparo en la Alemania del Horror», en el diario El Mundo (22/05/14)

Entrevista en Periodista Digital (23/05/14)

Angela Armero narra la odisea de un padre y un hijo frente al horror nazi, en La Vanguardia, (24/05/14) 

El tubo de ensayo del Holocausto en Diario Sur (25/05/14)

El tubo de ensayo del Holocausto en el Diario Vasco (25/05/14) ; El tubo de ensayo del Holocausto en el Correo (25/05/14)La RiojaEl Norte de Castilla (mismo texto)

En el diario La Razón (24/06/14)

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Todoliteratura

Vídeo entrevista con Lorenzo Garrido en Periodista Digital (5/06/14)

Entrevista en Periodista Digital (06/06/14/

Entrevista en el ABC (07/06/14)

Entrevista en el blog «Sueños de un espectador» 

Entrevista en Top Cultural 

 

OPINIÓN

Reseña de José Antonio Redondo en la revista de El Corte Inglés

Crítica en Cazadora de Sombras y Libros

Reseña en blog literario «De todo un poco» (opinión) 

Reseña en «Sueños de un espectador» (opinión) 

Reseña en «Capítulo 26» (Opinión)

Reseña en Todo Literatura 

 

PUEDES COMPRARLO AQUÍ

SITE EN FACEBOOK 

 

 

HANGMEN ALSO DIE!

Hoy he visto «Hangmen also die!» de Fritz Lang, «Los Verdugos también mueren.» Es una película que llevaba intrigándome bastante tiempo, y la he sacado de una biblioteca de Madrid. Es una de sus obras menos conocidas y el guión es obra de Lang, John Wexley y… Bertolt Brecht. Al parecer escribió varios guiones para Hollywood pero este es el que llegó a mejor puerto.

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Es una película de propaganda, rodada en el año 42, inspirada libremente en el asesinato de Reinhard Heydrich, el carnicero de Praga y Reichsprotektor de Bohemia y Moravia durante la ocupación. En el film, el asesino de Heydrich escapa gracias a la ayuda de una joven y su padre, pero los nazis retienen a 400 ciudadanos a quienes irán ejecutando si el asesino no aparece. (ESPOILER). Mediante una trama complicada y en ocasiones algo confusa, se resuelve la historia cuando varios ciudadanos de Praga urden un complot para echarle la culpa del asesinato a un traidor que trabaja para los nazis.

En realidad, sus asesinos fueron dos miembros de la resistencia que después de llegar a Praga en paracaídas, arrojaron un explosivo al paso de su coche, y que se encerraron en la cripta de una iglesia durante dos días cuando los nazis los encontraron y acabaron matándoles después de un largo asedio. La historia de sus verdugos, Jan Kubiš y Jozef Gabčík, es igual de interesante o más que la que pergeñaron Lang y Brecht, pero la película tiene el valor de haber comenzado como una página en blanco. En el momento de hacer la película, la información no estaba clara, y por tanto tuvieron que inventarse una historia sobre el asesino o asesinos de Heydrich y sobre la resistencia de Praga. Resulta curioso ver esa hipótesis desde el presente. Y curioso también ver una película rodada en estudio y ambientada en la Praga ocupada; y pensar que en aquel momento Lang había huído de Berlín y que dejaba atrás a una esposa que era una nazi convencida, Thea Von Harbou (de su historia de amor ya hablé aquí).

Hangmen also die! fue considerada subversiva por el comité de Actividades Antiamericanas, y es, aunque irregular, demoledora, inteligente, original y sobre todo fascinante a nivel visual. Sin actores muy célebres ni grandes medios, está repleta de momentos magníficos, tanto de puesta en escena como de guión, que apoya sobre dilemas muy potentes, como el de hablar o callar, tomar partido o mantenerse al margen, valorar la propia vida frente al deseo de libertad de un pueblo.

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Sin embargo, la represalia nazi fue mucho peor que la descrita en la película. La muerte del carnicero de Praga fue la excusa que los nazis adujeron para ejecutar a los 340 habitantes del pueblo de Lídice, que fue borrado del mapa, además de haber ejecutado a otros cientos en el país.

En los créditos de la película se puede leer «This is not the end».

Buscando el trailer (que no he encontrado) sí me he topado con la presentación del coloquio en aquel programa estupendo con el que muchos vimos algunas de nuestras películas favoritas: «Qué grande es el cine»; además, a Juan Miguel Lamet, mi querido profesor, le llama la atención lo mismo que a mí, aunque él lo cuenta mucho mejor.

EL PERIODISTA COMO H?ROE

Will McAvoy, en el plató.

Por la redacción de «The Newsroom», la nueva serie de Aaron Sorkin que trata sobre el día a día de un informativo, pululan varios personajes, casi todos ellos periodistas. Salvo los «mandamases malos», todos están impregnados de buenas dosis de idealismo, profesionalidad, rigor, valentía y compromiso con la verdad. Esta es la deslumbrante escena inicial de la serie:

Y quizá estamos tan acostumbrados al hecho de consumir prensa que no caemos en las dificultades que conlleva hacer bien ese trabajo. Sorkin expone  los dilemas que enfrentan estos trabajadores, cuestiones que resultan muy emocionantes en tanto en cuanto suponen que el periodista exponga su integridad laboral, física o la de terceros con tal de contar la verdad. También reflexiona sobre el mal periodismo, de la codicia por ser el primero, de generar información a partir de la basura, de ceder ante las presiones o de la manipulación. Pero lo que más me gusta es que nos hace ver que no sólo los bomberos o los deportistas son figuras heroicas. También lo son los médicos, los maestros, los periodistas y casi cualquier persona que se comprometa para aportar con su trabajo algo de valor a la sociedad. Para mi gusto, «The Newsroom» está lejos de ser una serie perfecta, pero tiene una enorme virtud: logra conectar con el espectador a través de lo mejor que hay en nosotros.

Los que hayáis visto la primera temporada podréis completar la frase: «América no es el mejor país del mundo. Pero…»

William L. Shirer, en la oficina.

Ahora mismo estoy terminando de leer los «Diarios de Berlín (1934-1941)» de William Shirer. Es un libro muy recomendable. A pesar de ser una crónica periodística sobre la Europa de pre-guerra y de la guerra, está escrita con la misma pasión y tensión que cualquier novela, con el añadido de que en este caso los hechos son reales y conservan el pulso dramático de aquella intensa época.

Berlín, 7 de Marzo de 1939

La reunión del Reichstag, la más tensa de cuantas yo he tenido noticia, (…) comenzó puntualmente al mediodía. (…) Hitler inició una larga arenga, como las que suele pronunciar y nunca se cansa de de repetir acerca de las injusticias del Tratado de Versalles y del carácter pacífico de los alemanes. Después su voz, que había sido grave y ronca al principio, se transformó en un chillido agudo e histérico al arremeter contra el bolchevismo: «¡No toleraré que la horripilante dictadura del comunismo internacional contagie al pueblo alemán!
(…)
Ahora los seiscientos diputados, todos nombrados personalmente por Hitler, hombrecillos entrados en carnes, de cuellos hinchados, cabellos cortos, abultadas barrigas, uniformes pardos y pesadas botas -dúctiles hombrecillos de arcila en sus hábiles manos-, se ponen de pie como autómatas, con los brazos derechos alzados y extendidos haciendo el saludo nazi, y prorrumpen en vivas, los dos o tres primeros un tanto espontáneos, los siguientes al unísono, como en un griterío escolar. Hitler levanta la mano pidiendo silencio. Se hace despacio. Se sientan los autómatas. Hitler los tiene ahora en sus garras. Parece darse cuenta. Y entonces truena con voz profunda, resonante: «¡Hombres del Reichstag alemán!» El silencio es extremo.
«En esta hora histórica, cuando en las provincias occidentales del Reich tropas alemanas marchan en este mismo instante hacia sus futuras guarniciones en tiempos de paz, nos unimos todos para pronunciar dos sagradas promesas.»

No puede seguir. Para esta histérica plebe parlamentaria es toda una noticia que haya soldados alemanes dirigiéndose a Renania. Todo el militarismo de su sangre alemana se les sube de pronto a la cabeza. Saltan, gritan, lloran poniéndose en pie. (…) Tienen las manos abiertas para reproducir el saludo servil, los rostros deformes por la histeria, las bocas abiertas de par en par, gritando, gritando, y los ojos, enardecidos por el fanatismo, fijos en su nuevo dios, en su mesías. Y el mesías interpreta su papel maravillosamente: agacha la cabeza como la viva imagen de la humildad, aguarda pacientemente a que se haga silencio. Solo entonces, con la voz aún grave pero casi ahogada por la emoción, enuncia las dos promesas:

«La primera, que juramos no ceder ante ninguna fuerza a la hora de restaurar el honor de nuestro pueblo, prefiriendo sucumbir con honor bajo las más severas dificultades antes que capitular. La segunda, que nos comprometemos, ahora más que nunca, a luchar con todas nuestras fuerzas por un entendimiento entre los pueblos de Europa, y en especial por un acuerdo con nuestras vecinas naciones occidentales… ¡No tenemos ninguna exigencia territorial en Europa! …Alemania jamás romperá la paz.»

Al igual que Sorkin, Shirer habla de la censura, de los peligros de informar, de la manipulación y de la integridad moral del periodista. Sacrifica su vida personal (en un momento en el que acaba de ser padre) y su seguridad por poder contar lo que está pasando. Viaja continuamente, de Berlín a Praga, de Londres a París, de Ginebra a Viena, trabajando estrechamente con Ed Murrow para organizar ruedas de corresponsales desde los lugares más cercanos a la noticia. Viendo ambas series se ve que los tiempos han cambiado muchísimo: hoy en día con una webcam chunga puedes contar cualquier cosa, pero entonces emitir para EEUU desde un país europeo en guerra requería una enorme logística, aparte de tener cierta facilidad para torear o amoldarse a las exigencias de la censura. Y así vivió el periodista aquellos años: alejado casi todo el rato de su mujer y su hija, saltando de una ciudad a otra, frecuentemente amenazado y vigilado, conviviendo con el desvergonzado relato que de la guerra hacían los medios alemanes mientras intentaba contar la verdad.

Tanto el ficticio Will McAvoy como el real William Shirer aportan algo más que un relato veraz de unos determinados hechos: un espejo no de lo que somos, sino de lo que podríamos ser.

La historia detrás de Lili Marleen

Lale Andersen

?ltimamente estoy leyendo muchos libros sobre la Segunda Guerra Mundial. Por necesidad de documentarme y porque me parece apasionante. Y sobre todo porque hay historiadores como Jesús Hernández, que publican unos libros que hacen que la historia no sea sólo una maraña de fechas, lugares y batallas, sino algo adictivo, divertidísimo (dentro del contexto terrible que supone una guerra de cualquier tipo, claro) y vivo. Aquí podéis encontrar su blog, que acabo de descubrir. Yo recomiendo sus libros «Las cien mejores anécdotas de la II Guerra Mundial» y «Hechos insólitos de la II Guerra Mundial», aunque tiene varios más, y sospecho que los acabaré leyendo todos.

Una de las historias que más me ha cautivado del segundo libro que os menciono es el capítulo «El irresistible encanto de Lili Marleen». Como recoge Hernández, «La canción fue compuesta por el pianista y compositor Norbert Schultze. En 1938, llegó a manos de este músico un poema escrito por un soldado germando de la I Guerra Mundial, Hans Leip, y titulado «La Canción del Centinela», y con ella compuso Lili Marleen.

Esta canción fue ofrecida a una cantante de cabaret, llamada Lale Andersen, y fue emitida por la radio alemana, obteniendo un discreto éxito. Sin embargo, esa canción llegó a Radio Belgrado, en poder de los nazis, emisora que transmitía para los soldados alemanes en África del Norte.

Fue radiada con asiduidad sin despertar grandes pasiones. Sin embargo, desde Berlín, Goebbels dijo que era «demasiado sentimental» y que no encajaba con el talante guerrero germánico, ni ayudaba a enardecer a los soldados. Cuando la prohibición de emitirla acabó con Lili Marleen, llegaron muchísimas cartas pidiendo que volviera a las ondas, y la pieza volvió a Radio Belgrado. La convirtieron en la sintonía que utilizaban para cerrar la emisión, y Lili Marleen sonaba todos los días a las diez menos cinco. Los soldados se reunían para escuchar la canción. Goebbels fue informado de la situación y se grabó una versión con ritmo militar para fortalecer el ánimo de los alemanes. Esta vez, Lale Andersen y Lili Marleen lograron un éxito masivo.
Mientras, los soldados ingleses en el frente de África del Norte también sintonizaban Radio Belgrado y no tardaron en rendirse a los encantos de Lili Marleen, hecho que también disgustaba a los generales británicos, que repudiaban que sus soldados fueran cantando una canción alemana; por tanto, también tuvo su versión en inglés. «Cuando las tropas de Rommel conquistaron la ciudad fortificada de Tobruk, los ingleses que en ella resistían se dejaron la radio encendida.(…) Por los altavoces se podía oír a todo volumen la popular canción en su versión en inglés, ante la sorpresa de los Afrika Korps, que no esperaban semejante recibimiento musical», explica Hernández.

El tema fue versioneado por muchísimos artistas en varios idiomas, la historia tuvo su reflejo cinematográfico y Lale Andersen fue a Eurovisión. Lo insólito es que quizá sin la prohibición de Goebbels quizá la canción no hubiera sido tan popular. Obviamente, no hay forma de saberlo pero sí de escuchar la versión inglesa de Marlene Dietrich de Lili Marleen, que supo encontrar lo que ingleses y alemanes tenían en común: el deseo de regresar a casa.

Otros enlaces en Internet sobre el tema:

wikipedia

La página oficial (con versiones en varios idiomas)

SARA MONTIEL VENDE SU CASA

Cuando era pequeña y me portaba mal, mi madre amenazaba con mandarme a un internado, y con algo mas terrorífico aún, mandarme con Mamá Sarita, nombre que conjuraba la siniestra imagen de Sara Montiel fumando un puro mientras me ponía los leotardos.

Yo me hecho mayor y Sara sigue siendo Saritísima, Sara Montiel o María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Aurelia Esther Dolores Abad Fernández, su nombre real. Hermosa y gran artista, historia viva del cine español, nuestra Penélope Cruz de los años cincuenta, Sara fue esposa de Anthony Mann, aprendió a fumar puros con Ernest Hemingway y barrió las taquillas de medio mundo con una película que inicialmente nadie quería estrenar: «El ?ltimo Cuplé» (1957).

Más de cincuenta años después, he descubierto adónde hubiera ido a parar en caso de haberme enviado mi madre con Mamá Sarita, a la guarida de la bestia, y he descubierto que en pleno barrio de Salamanca, con una piscina y dos niños de mi edad, no lo habría pasado tan mal. Hubiera roto muchas cosas, seguro, y hubiera adquirido una habilidad sobrehumana para conjuntar de forma muy estética y nada recargada los sofás con los jarrones y las butacas Luis XVI con las figuras orientales. Eso sí, he de reconocer que su pisito me recuerda mucho a la casa de Norma Desmond en «El Crepúsculo de los Dioses», y que al ver su vídeo de presentación me he dado cuenta de que Sara siempre está lista para su primer plano.

 

FRITZ, THEA Y GERDA (EN EL MUSEO DEL CINE DE BERLÍN)

He pasado unos días en Berlín, una ciudad maravillosa que he visitado por segunda vez.

En esta ocasión he aprovechado para ver sitios que quedaron pendientes, como el Museum für Film und Fernsehen Berlin, que es el museo del Cine y la televisión. Yo no lo consideraría de los «imprescindibles» de la ciudad pero si eres un o una friki del cine clásico hay ciertos objetos y datos que seguro que te interesan, como a mí.

El museo lógicamente enseña los orígenes del cine alemán, su paso al sonoro, la inevitable migración de sus muchos talentos a Hollywood, el cine de propaganda, el cine desde la segunda guerra mundial hasta la actualidad. Además, hay una exposición de Marlene Dietrich muy interesante, que incluye vestuarios de algunas de sus películas, así como correspondencia privada y regalos que intercambió con sus múltiples amantes, hombres y mujeres, muchos de ellos célebres como Josef Von Sternberg, Douglas Fairbanks, Jean Gabin o Ernst Hemingway.

Resulta reconfortante ver el guión físico y con la portada dibujada a mano de clásicos como «M, el Vampiro de Dusseldorf», bocetos originales de los decorados de «El Gabinete del Doctor Caligari», diseños para «Metrópolis»… y ver películas antiguas protagonizadas por un simpático y feíllo actor llamado Ernst Lubitsch.

También descubrí que la persona que escribió «M», «Metrópolis», «El Testamento del Dr. Mabuse» o «Los Nibelungos» fue una mujer, además esposa de uno de mis directores preferidos, Fritz Lang.

Fritz Lang.

Ella se llamaba Thea von Harbou.

Thea Von Harbou.

Thea militó en el Partido Nazi. Las previsibles desavenencias entre ella y Fritz Lang, (que era anti fascista y más tarde emigraría a EEUU) y el amorío de éste con la actriz austríaca Gerda Maurus provocaron su divorcio en 1933.

Gerda Maurus.

La carrera de Von Harbou no sobrevivió a la guerra. Pasó un breve período en la cárcel, y acabó trabajando en la sincronización de películas extranjeras.

Su muerte ocurrió en 1954. A modo de homenaje a su carrera, se proyectó la peli escrita por ella y dirigida por Lang llamada «Der Mude tod». Al salir del cine, se resbaló y la caída le provocó la muerte días después.

Mientras, al otro lado del Atlántico, su ex marido disfrutaba del éxito de «Los Sobornados» y rodaba «Deseos Humanos».

La emigración germánica fue trascendental para la historia del cine; directores como Lang aportaron la sofisticación del expresionismo alemán a la meca del cine, mientras que la cinematografía de su país natal jamás volvería a conocer el poderío y esplendor de los días de la UFA, con obras de cineastas como G.W. Pabst, Murnau o el propio Lang.

En el vídeo, unas imágenes de «La Caja de Pandora», de G.W. Pabst e interpretado por Louise Brooks.