Philip K. Dick

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jueves, enero 24, 2008

Bóvedas de acero, de Isaac Asimov

Joaquín Torán 16/01/2008 (Fantasymundo)

Asimov se sirvió de sus vastos conocimientos sobre el género policiaco para construir una novela en la que los elementos detectivescos se convierten en meras excusas para demostrar que la cinecia ficción puede emplearse en cualquier circunstancia.



Reseñar a Isaac Asimov, además de un honor, un privilegio y un placer, es invitar al lector a recuperar, principalmente, a un escritor magistral que supo, a lo largo de una obra extensa, convertir la ciencia en una herramienta para el entretenimiento. No obstante no sea precisa ninguna presentación previa sobre el artista, es de obligado cumplimiento, por lo menos, incidir en dos cruciales características estilísticas que servirán para explicar su literatura: su pesimismo patológico, traducido en una visión desesperanzadora del hombre y, por lo tanto, de su futuro (tan descorazonadora que le hizo tomar la decisión de no tener hijos con su segunda mujer), y su facilidad (o instinto) para la síntesis, ventaja categórica que le permitía exponer sus ideas con meridiana precisión y claridad, base de su innata capacidad para la divulgación de las complejas teorías que saturan sus obras. Porque, detrás de tanta acción, bajo capas y capas de aventuras sin freno o de historias de ritmo impecable, se ocultan difíciles teoremas y postulados, muchos de ellos claves para el entendimiento de la sociedad y el progreso actual, que sólo su habilidad como narrador logró hacer digeribles al lector medio y pagano.

Distintas teorías cuánticas, los problemas derivados de los viajes interestelares, malthusianismo, bioquímica o robótica (disciplina a la que contribuyó poderosamente), tienen, en sus páginas, respuesta satisfactoria y fiel reflejo. Asimov utilizaba la escritura, en él imperiosa necesidad creativa, como vehículo a través del cual experimentar y reflexionar sobre ciertas inquietudes - que también son dificultades- de su tiempo. Una condición muy remarcable de su estilo es su competencia para construir una ficción científica sólida y creíble soslayando o apuntando apenas, con una pasmosa coloquialidad, conceptos de índole muy específica. Las leyes de la robótica, pilar y epicentro de su producción ficticia, son el ejemplo más clamoroso, y para lo que nos atañe también más útil, de esta aseveración.

Posiblemente, y junto con la psicohistoria (resultado de una visión de la historia basada en el azar y la necesidad), el triple principio que rige las relaciones entre robots y humanos sea la mayor aportación efectuada por el prolífico autor estadounidense a la ciencia ficción. Una contribución prodigiosa e inabarcable, cuya revisión, fruto de una mente compartimentada y matemática, ha terminado por convertir una brillante hipótesis en sublime tesis, perfeccionada a fuerza de estirarla y de señalar contradicciones, inconvenientes y carencias. "Bóvedas de acero" (Bibliópolis), publicada como volumen en 1954 por la editorial Doubleday tras su estreno en la revista Galaxy Science Fiction un año antes, se beneficia poderosamente de este afán revisionista al presentar una curiosa novela negra que, utilizando los esquemas propios del género policiaco, acaba derivando en un completo desafío a los preceptos postulados por vez primera en "Yo, robot" (1951).

Es por esta razón por la que la investigación que rodea la muerte del doctor Sarton en el Enclave Espacial, reducto de los descendientes de los primeros colonos planetarios, adquiere cotas de disyuntiva ética, al plantear el dilema moral de si un robot puede vulnerar la Primera Ley, en la que se prohibe expresamente dañar a un humano, tanto por acción como por inacción, llegando, por ello, al asesinato. Las implicaciones de esta posibilidad confluyen en un debate sobre la humanidad o la humanización de los robots: ¿son simples máquinas?, ¿pueden sentir, odiar o amar como los humanos?, ¿pueden, en circuntancias extremas, imitar sus comportamientos demostrando una iniciativa que no se les supone?. Asimov es pionero a la hora de mostrar, en todas sus consecuencias y ramificaciones, uno de los ejes de la ciencia ficción, el del choque entre lo robótico y lo humano, que no es más que el secular interrogante filosófico del quiénes somos pero en clave futurista. Nos hallamos, en "Bóvedas de acero" con el germen de futuras obras canónicas del género, como "2001: una odisea en el espacio", de Arthur C. Clarke o "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" (más conocida bajo el título de su adaptación cinematográfica, Blade Runner), de Philip K. Dick, novela esta última con la que, además de coyuntura, comparte ideas: en un momento dado, Elijah Baley (protagonista del libro que copará nuestra atención en los párrafos siguientes), obcecado en probar la culpabilidad de su compañero R. Daneel Oliwav, someterá a un duro interrogatorio al doctor Gerrigel, experto en robótica, quien, para desmentir categóricamente su razonamiento, utilizará una máquina que recordará al Voigt Kampff con el cual los cazadores de Replicantes de Dick medían los índices empáticos de sus sospechosos.

Elijah Baley y Daneel Olivaw, pareja imposible, humano y robot, constituyen, intencionadamente, la quintaesencia de la colisión cultural y social que Asimov edifica en su obra: es decir, la del sujeto que se imagina seriamente amenazado por la llegada de un Otro que, a largo plazo va a suplantarle. Intuir en esta dicotomía una crítica a los Estados Unidos de la década de los cincuenta, enfermos de desconfianza y ebrios de paranoia, es llegar al verdadero fin perseguido en "Bóvedas de acero". Pero también, la existencia de esta dupla admite una lectura profundamente literaria: Asimov era un fan recalcitrante de la novela policiaca tradicional (como pone de manifiesto su ingreso en la selecta sociedad "holmesiana" de "Los Irreductibles de Baker Street") debido a las connotaciones intelectuales y científicas que ésta consentía. En sus orígenes, el género surge por el anhelo de las clases burguesas de enfrentarse a un tipo de literatura que, además de entretenerles, les hiciera pensar. Muchos autores, percibiendo el filón, se lanzaron, con mayor y menor fortuna, a desarrollar sus propios enigmas, construyendo acertijos aparentemente irresolubles cuya solución podía estar al alcance del avispado lector que supiese encajar las pistas. Asimov sentía pasión por este "juego", pues no era más que una prolongación lúdica de sus intereses cientificistas.

Intentar averiguar qué condicionó la escritura de Bóvedas de Acero, si Elijah Baley y Daneel Oliwav, o las Leyes de la Robótica, posiblemente sea una pretensión estéril. Lo que sí parece claro es que Asimov se sirvió de sus vastos conocimientos sobre el género policiaco para construir una novela en la que los elementos detectivescos se convierten en meras excusas. Es verdad que nuestro autor sostuvo siempre con ahínco que la ciencia ficción era una categoría que podía emplearse en cualquier circunstancia y para escribir de todo tipo de temáticas; leyendo, sin embargo, "Bóvedas de acero", parecería como si esta afirmación se hiciese extensible, también, a la literatura de detectives. Hay que tener un buen dominio de los recursos de ese género para lograr lo que aspira a hacer Asimov: para empezar, porque Baley y Oliwav posiblemente constituyan el único caso de pareja investigadora que experimente una clara evolución personal y psicológica, esbozada aquí y ya consolidada en los otros dos libros que protagonizarán, "El sol desnudo"(1957) y "Los Robots del Atardeceder" (1983). Baley pasa de recelar y desconfiar por su limitada visión del mundo, a adoptar otra mucho más amplia y abierta, del mismo modo que en Daneel Oliwav, robot especializado en psicología humana, se percibe una ligera transformación fruto de la comprensión emanada de la experiencia. Ambos, representan las dos caras del científico (y del detective): el que descubre la verdad desde el oscurantismo de la ignorancia, trayendo la luz, y el que alcanza un conocimiento que tambalea sus convicciones desde la experimentación.

En segundo lugar, los factores que condicionan el género policiaco devienen en excusas, en simple marco, desde el instante mismo en que Asimov los maneja para seguir tirando del hilo que ya empezó a desenredar en "Fundación" (1951). Con casi toda seguridad, "Bóvedas de acero" nació, como tantas otras obras del escritor, de una carencia y de una laboriosa necesidad de precisión. Acostumbrado como estaba a darle vueltas a las cosas, pudo colegir que ciertos cabos sueltos que debía atar sólo podían soldarse como novela policiaca, suerte de McGuffin literario en el que el cómo y el quién no importaba respecto al dónde o el por qué; dicho de otra manera: Asimov dejó fluir el relato de sucesos mientras iba adornándolo de pequeños detalles que acabarían imponiéndose respecto al particular, creando para el lector un universo plausiblemente complementario al de "Fundación" (muchos de los personajes de "Bóvedas de Acero" tendrán resonancia en el venidero Imperio Galáctico y se considerarán antecedentes de muchas de las aventuras de Hari Seldon). El mayor creador de formas de la ciencia ficción era, además, un lógico acérrimo que sustentaba - como podrá comprobarse en sus deliciosos relatos de Los Viudos Negros, pequeñas veleidades policiacas altamente recomendables- buena parte de sus enmarañadas historias en la concisión más minuciosa. Obtener todo esto en apenas 250 páginas es una gesta que sólo pueden permitirse los más grandes.

Revisar a Asimov es casi tan imprescindible como reeditarlo. Por eso, es conveniente reconocer el inteligente e inmenso mérito que tiene la versión de "Bóvedas de Acero" de la editorial Bibliópolis (con traducción de su responsable, Luis G. Pardo), un sello que se empieza a hacer un hueco entre las grandes del sector, gracias a la inclusión, en su catálogo, de Titanes como el que nos ha ocupado durante estas breves líneas. Ahora que es más asequible que nunca, nadie podrá presumir de ser lector sin haberse acercado a Isaac Asimov.

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martes, enero 15, 2008

Philip K Dick por Antonio Gasset



El ácido y parsimonioso crítico de cine de TVE, Antonio Gasset Dubois, dejó el pasado 20 de diciembre Días de Cine, uno de los programas con más solera de la televisión.

Entre sus curiosas frases dejó una dedicada a Philip K. Dick:

?Servidor se confiesa seguidor de Philip K. Dick (?El hombre en el castillo?, ?Ubik?), quizás por ello me he convertido en un trastornado.?

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viernes, enero 04, 2008

Emperador - Stephen Baxter

Desde el terrible choque entre las tribus y las legiones hasta las bulliciosas calles de la misma Roma, Baxter relata una historia extraordinaria sobre nuestro pasado, cuando aún había un futuro que podía ser cambiado. Esta historia empieza con un nacimiento. En la fría frontera norte del Imperio romano, una madre moribunda que acaba de dar a luz declama unas palabras en latín. Un idioma que jamás había oído antes, mucho menos aprendido a hablar. Sólo después se descubre que dichas palabras no son otra cosa que una profecía. Una profecía que habla sobre la muerte de un emperador. Una profecía que, de cumplirse, podría cambiar el destino del Imperio, y todo el futuro hasta nuestro presente. ¿Hay alguien retejiendo la madeja del tapiz del tiempo y tratando de cambiar el destino de los hombres?

Emperador, Baxter

Cubriendo un lapso de 450 años, Emperador sigue a los descendientes de Nectovelin en su lucha por asegurarse de que los acontecimientos relatados en la profecía se cumplan, mientras el Imperio invade, construye muros, convierte a su pueblo al cristianismo, y finalmente desaparece de escena y deja a Britania sumida en la Edad Oscura que sigue al dominio de Roma.

?El trabajo de Stephen Baxter está lleno de una poderosa imaginación y una gran capacidad de sobrecoger.? the Times Literary Supplement

?Audaz y constantemente sorprendente, subvierte las normas del género y deja al lector sin respiración con una ironía de proporciones cósmicas.? LOCUS

Stephen Baxter nació en Liverpool, Inglaterra, en 1957. Se graduó en matemáticas por la Universidad de Cambridge e ingeniería por la de Southampton. Es un autor aclamado por la crítica y premiado en múltiples ocasiones (ha ganado el Philip K. Dick, el Memorial John W. Campbell y el British Science Fiction Association Award; además ha sido nominado al Arthur C. Clarke, el Hugo y el Locus). Entre sus novelas destacan The Times Ships, Moonseed, Voyage, Time, Evolution, Coalescent, Exultant y Trascendent. Desde 1995 se dedica exclusivamente a la ciencia ficción. Está casado y vive en Northumberland.

ISBN 978-84-450-7680-4 CÓDIGO 494310 14 x 22,5 cm / 480 pp. PVP 22,00 euros RÚSTICA CON SOLAPAS

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jueves, enero 03, 2008

Iban Zaldua: "Las fronteras que ponemos entre el realismo y lo fantástico son más difusas de lo que pensaba"

Mirando al futuro, Iban Zaldua se encontró con el pasado. El escritor traduce en 'Porvenir' los relatos de 'Etorkizuna', que de 15 pasan hasta 17. Que cambian. Que crecen y menguan. El tiempo traspasa sus líneas. Que hablan del tiempo. De cómo el pasado deja su huella indeleble en el futuro

David Mangana ( http://www.noticiasdealava.com/ )

Dicen que 'Porvenir' es el libro más completo de Iban Zaldua, ¿lo certifica Iban Zaldua?

Porvenir, Iban Zaldua

Bueno, es el último y entonces siempre estás más de acuerdo con el libro que con los anteriores. ¿Completo? Yo diría que, más que completo, igual es el más coherente. Si completo es que toco muchos palos no es tanto el caso, porque quizás en otros he tocado palos más diferentes. Aquí el tono es más compacto, los cuentos van en una misma dirección. Eso sí, me gustaría pensar que los cuentos son mejores.

En 'Mentiras, mentiras, mentiras' el eje conceptual no estaba tomado a priori, ¿ahora sí?

Hay más de eso. Al principio no, siempre sigo el mismo procedimiento de ir acumulando y ver lo que va saliendo. Y luego empiezo a hacer la selección. Pero en este caso en las primeras versiones no veía muy claro el libro. Fui quitando algunos cuentos, fui añadiendo otros, haciendo algunos expresamente para el libro, y sobre todo ligando algunos de ellos, aunque no están seguidos. Se cruzan personajes, situaciones, se hacen referencias a otros cuentos anteriores... Aunque siguen siendo cuentos que se pueden leer independientemente, hay ecos de unos en otros. Esto es lo más parecido a un libro de cuentos que he hecho nunca. Los anteriores son claramente recopilaciones de relatos, colecciones. Esto es más un libro, de alguna manera mi libro de cuentos más novela.

Los cuentos sacrificados, ¿se quedan flotando o llegan a alguna orilla?

No suelen llegar. Caen para siempre en el olvido. Una vez que ocurre es difícil volverlos a repescar, porque para la siguiente estás en otra cosa.

Quizás alguna idea sí...

Las ideas a veces suelen volver a reflotar, son como cadáveres. Se les desprende la piedra que les han atado y suben a la superficie. Pero no suele ser. Si no ha funcionado ha sido por algo. De hecho al traducir el libro había puntos que ya no los veía tan claramente como cuando los escribí de primeras. He hecho cambios para estar más a gusto con ellos.

¿Qué tal el proceso de traducción sobre sus propios relatos?

Laborioso, pero bien. En el momento me cuesta, porque no es el mismo tono, pero una vez que la termino, que he hecho la corrección, me reconcilio. Si se lo dejo a otro voy a sufrir casi igual, y al final voy a tener que corregirlo igual. La ventaja de que te traduzca otro es que seguramente será más fiel que tú mismo al libro. Aquí he metido dos cuentos nuevos, he alterado algunos, a algunos incluso les he cambiado el final, cosas que un traductor normal nunca se permitiría, pero el autor sí. Aquí hablo más de versión que de traducción.

Ha permitido, entonces, que los cuentos sigan respirando y creciendo un poco más...

Cuando es uno mismo el que se traduce, el que adapta, creo que no queda más remedio. En todos los textos que ha escrito Atxaga y se ha traducido él mismo te das cuenta de que aplica esa regla de tres. O la tijera o añadir. Al llevar un libro de un idioma a otro hay cosas que se pierden por el camino. Y en poesía ya es la leche me imagino.

'Etorkizuna' se podía haber traducido por 'Futuro', pero ha elegido 'Porvenir'...

Creo que tiene más resonancias. Semánticamente no se diferencia mucho, pero tiene un matiz. En estos relatos se está jugando mucho con cambiar el pasado para poder cambiar el futuro. Literariamente tiene otro eco. Futuro suena un poco soso.

¿Cómo le modificó la vida el Premio Euskadi que le concedieron por el libro en euskera?

No es un premio que modifique demasiado la vida, yo creo. Los premios, además, son una cosa muy circunstancial, tienen que ver con la literatura muy de refilón. Ha tocado, de alguna manera. Ha sido un tribunal equis, si hubiera sido un tribunal i griega no me hubiera tocado a mí. Sí trae cosas, como más lectores. Tampoco a paladas, pero algunos más, una segunda edición del libro en euskera. Y creo que eso ya es bastante. Comentaba el otro día Jokin Muñoz -al que le dieron el premio en 2004 por otro libro de cuentos precisamente, y que ahora acaba de publicar novela- que hubiera ido a publicar esa novela mucho más tranquilo si no le hubieran dado el premio, porque de alguna manera tienes que cumplir con ciertas expectativas. Igual me llegará algo de eso, pero todavía no me lo he planteado porque no estoy en la tesitura de publicar otro libro.

En 'Porvenir' le señalan influencias que van desde la novela realista norteamericana hasta la ciencia-ficción de Philip K. Dick...

Soy muy influenciable. Sigo leyendo muchos cuentos y eso se tendría que notar, pero no soy el más indicado para decirlo. Todo el minimalismo americano, Tobias Wolff, Carver, Richard Ford, y luego gente como Katherine Mansfield, Chejov, en esa línea de un realismo muy minucioso, sucio, con cuentos en que parece que no pasa nada pero todo va subterráneamente... Esa intensidad es lo que más me ha interesado en los últimos años. Es un tipo de narrativa a la que de joven no le prestaba demasiada atención, lo leías un poco por obligación, por ser grandes de la literatura. Pero, como el mismo Richard Ford decía, es quizás un tipo de literatura que acabas entendiendo mejor cuando consigues una cierta madurez, que a veces la dan los años y a veces no. Y a mí igual me está llegando ese momento y ese tipo de intensidad en los cuentos me interesa, aunque no rechazo para nada, no le doy la espalda a la literatura fantástica. No tanto al mundo de la fantasía como a la literatura fantástica, que es ese sitio donde se cruza con la vida cotidiana. En el libro hay un poco de los dos campos.

¿Cómo se unen?

Al final estoy llegando a la conclusión de que esas fronteras que ponemos entre el realismo y lo fantástico son mucho más flexibles y más difusas de lo que pensaba. Lo mismo que se ve la literatura fantástica como una convención, como una cosa que no tiene mucho que ver con la realidad, el realismo en literatura es también bastante artificioso. Ando entre los dos campos, cruzándolos continuamente. Algunos cuentos tiran más hacia un extremo y otros hacia el otro. En esto me pasa como con el idioma, que soy un poco neurótico. No acabo de elegir. Ni lo estrictamente fantástico, ni lo estrictamente realista, ni el castellano ni el euskera.

En la vida también se mezcla la realidad con lo que uno fantasea. También existe parte de ficción...

La ciencia-ficción es un género muy subvalorado, aquí en España sobre todo, y a mí siempre me ha interesado mucho. En el libro hay una especie de homenaje, porque es el género con el que yo me eduque literariamente.

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