Philip K. Dick

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martes, agosto 29, 2006

Entrevista a Philip K Dick en video

En este enlace de la videoteca de google se puede encontrar una rara entrevista con Philip K Dick:

http://video.google.com/videoplay?docid=-2267969044533551130&q=PHilip+k+dick


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lunes, agosto 28, 2006

Philip k. Dick, un visionario entre charlatanes


Por Stanislaw Lem

A nadie en su sano juicio se le ocurriría buscar la verdad sobre un crimen en las novelas policíacas. Si alguien busca esa verdad, tendrá que fijarse en Crimen y Castigo. Comparado con Agatha Christie, Dostoievsky es un tribunal de apelación más elevado, pero nadie en su sano juicio condenaría por ello las historias de la autora inglesa. Tienen derecho a ser consideradas las obras entretenidas que son, y la misión que se autoimponga Dostoievsky no tienen nada que ver con ellas.Si alguien está descontento con la ciencia ficción en su función de examinar el futuro y la civilización, no se puede hacer una comparación análoga entre las simplificaciones literarias y el arte en su máxima expresión, porque para este género no existe ningún tribunal de apelación. Y ello no tendría nada de malo de no ser porque la ciencia ficción norteamericana, explotando su estatus excepcional, asegura haber alcanzado las más altas cimas del arte y el pensamiento. Resulta molesto lo pretencioso de un género que rechaza los ataques de primitivismo aludiendo a su condición de género de evasión, y luego, cuando ha conseguido acallar esas acusaciones, vuelve con bríos renovados a sus pretensiones arrogantes. Al ser una cosa y asegurar ser otra, la ciencia ficción fomenta una superchería que, peor todavía, cuenta con el apoyo tácito del público y los lectores. El crecimiento del interés hacia la ciencia ficción en las universidades norteamericanas, contra lo que se podría esperar, no ha alterado en absoluto esta situación. Con toda franqueza, hay que decir, aunque uno se arriesgue a perpetrar un crimen lesa almae matris, que los métodos críticos de los teóricos de la literatura resultan del todo inadecuados ante las tácticas enga?osas de la ciencia ficción. No es difícil comprender los motivos de esta paradoja: si las únicas obras de ficción que trataran la problemática del crimen fueran las de Agatha Christie, ?a qué clase de libros podría referirse el crítico más erudito a la hora de demostrar la pobreza intelectual y la mediocridad artística de las novelas policíacas? En literatura, las normas de calidad y los límites superiores los establecen obras concretas, no los postulados de los críticos. No hay monta?a de elucubraciones teóricas capaz de compensar la inexistencia de material de ficción sobresaliente que tomar como modelo digno. Las críticas de los expertos en historiografía no minaron la situación de la Trilogía de Sienkiewicz[1], ya que no había ningún León Tolstoi polaco para dedicar una Guerra y Paz a la época de las guerras entre cosacos y suecos. Resumen: ínter caecos luscus rex... cuando no hay nada de primera línea, su lugar lo ocupará la mediocridad, que se marca objetivos fáciles y los consigue gracias a métodos fáciles. Las consecuencias de esta ausencia de obras-modelo se demuestran en el cambio de opinión, tal como aparece en Science-Fiction Studies 3, de Damon Knight, autor y crítico respetado, mucho mejor planteadas que en cualquier discusión abstracta posible. Knight declara que antes había estado equivocado al atacar los libros de Van Vogt basándose en su incoherencia e írracionalismo. Se?aló que, si Van Vogt disfruta de tan alto número de lectores, sin duda estaba en el buen camino como autor, y por tanto la crítica se equivocaba al rechazar sus obras en nombre de valores arbitrarios, cuando el público lector no reconoce dichos valores. Por el contrario, la misión de la crítica es más bien descubrir a qué deben su popularidad estas obras. Tales palabras, viniendo de un hombre que durante a?os había luchado por erradicar la chabacanería en la ciencia ficción, representan algo más que el reconocimiento de una derrota personal: son el diagnóstico de un estado general. Si hasta el eterno defensor de los valores artísticos ha enterrado el hacha de guerra, ?qué esperan conseguir seres inferiores en esta situación?Sin duda, no se puede descartar la posibilidad de que la elevada descripción de la literatura que hace Joseph Conrad, según la cuál ésta interpreta ?la verdad más elevada en el universo visible? sea un anacronismo... y que la independencia de la literatura con respecto a la moda y la demanda pueda desaparecer de la ciencia ficción, y entonces lo que coseche aplausos inmediatos por sus elevadas ventas se identifique con ?lo bueno?. Es una perspectiva poco halagüe?a. La cultura de cualquier periodo es una mezcla de aquello que satisface gustos y caprichos pasajeros y aquello que los transciende... y también puede imponer juicios sobre ellos. Lo que se somete a la consideración de los gustos vigentes se convierte en evasión, y consigue éxito inmediato o no lo consigue en absoluto, porque no existe partido de fútbol o espectáculo de magia que no reciba hoy reconocimiento y en cambio sea famoso dentro de cien a?os. La literatura es otra cuestión: se crea mediante un proceso de selección natural de los valores, que tiene lugar en la sociedad y no relega necesariamente al olvido las obras sólo porque sean también de evasión, pero sí lo hace si son únicamente de evasión. ?Por qué se da esta circunstancia? Se podría hablar largo y tendido al respecto. Si fuera abolido el concepto de ser humano como individuo que desea algo más que satisfacciones inmediatas de la sociedad y el mundo, desaparecería también la diferenciación entre literatura y entretenimiento. Pero, como hasta ahora no identificamos la habilidad de un mago con la expresión personal de su relación con el mundo, no podemos medir los valores literarios por la cifra de ejemplares vendidos.Pero, ?cómo es posible que, en ocasiones, una obra menos popular acabe, a la larga, en situación de igualdad comparada con otras que alcanzaron un éxito inmediato e incluso logre silenciar a sus rivales? Esto es resultado directo de la selección natural en la cultura, y resulta sorprendentemente semejante a su equivalente en la evolución biológica. Los cambios en virtud de los cuáles algunas especies ceden su lugar a otras en el escenario evolutivo no suelen ser consecuencia de grandes cataclismos. Si la progenie de una especie supera en supervivencia a la de otra por un margen de tan sólo uno en un millón, poco a poco quedará sólo la primera especie... aunque la diferencia entre las posibilidades de las dos sea imperceptible a corto plazo. Lo mismo sucede en la cultura: muchos libros que, a ojos de sus contemporáneos, son tan semejantes que parecen gemelos, se van distanciando a medida que pasan los a?os; el encanto fácil, que es efímero, deja paso a la larga a lo que es más difícil de percibir. Este tipo de orden metódico en el ascenso y declive de las obras literarias marca las directrices del desarrollo espiritual cultural de una era.No obstante, pueden darse circunstancias que frustren este proceso de selección natural. En la evolución biológica, el resultado sería la retrogresión, la degeneración o, como mínimo, el estancamiento en el desarrollo típico de poblaciones aisladas del mundo exterior y viciadas por la endogamia, dado que son las que más carecen de la fructífera diversidad que sólo se puede garantizar gracias a una apertura a todas las influencias del mundo. En la cultura, una situación análoga lleva a la aparición de enclaves encerrados en ghettos, donde la producción intelectual se estanca debido a la endogamia en la forma de incesante repetición de las mismas técnicas y modelos creativos. La dinámica interna del ghetto puede parecer intensa, pero, con el paso de los a?os, se hace evidente que sólo era un simulacro de movimiento, puesto que no llevaba a ninguna parte, puesto que no alimenta ni recibe el alimento del dominio abierto de la cultura, puesto que no genera nuevos modelos ni tendencias, y puesto que, por último, alienta acerca de sí misma la más falsa de las nociones, a falta de una evaluación sincera de sus actividades que proceda del exterior. Los libros del ghetto se asimilan entre ellos, se convierten en una masa anónima, y este entorno hace que lo mejor descienda hacia el nivel de lo peor, de manera que las obras de diferente calidad se encuentran unas con otras a mitad del camino debido al proceso de nivelación que se les impone. En una situación así, el éxito editorial no sólo puede, sino que debe convertirse en el único baremo de evaluación, dado que la ausencia de baremos es imposible. Por lo tanto, cuando no hay clasificaciones que se basen en los méritos, estas se sustituyen por clasificaciones según el éxito comercial.Tal es la situación reinante en la ciencia ficción norteamericana, que es un entorno de creatividad en manada. Su carácter de manada se manifiesta en el hecho de que libros escritos por diferentes autores se convierten, por decirlo así, en diferentes partidas del mismo juego, o en repeticiones del mismo baile. Hay que destacar que, en la cultura literaria, al igual que en la evolución natural, los efectos se acaban convirtiendo en causas debido a bucles de retroalimentación: la pasividad y mediocridad artístico-intelectual de algunas obras consideradas geniales repele a lectores y autores más exigentes, de modo que la pérdida de la individualidad en la ciencia ficción es a la vez causa y efecto de la reclusión en el ghetto. En la ciencia ficción queda poco espacio libre para una obra creativa que aspire a tratar los problemas de nuestro tiempo sin confusiones, simplificaciones o el recurso a trucos fáciles: por ejemplo, una obra que refleje el lugar que la razón puede ocupar en el universo, los límites de los conceptos creados en la Tierra como instrumentos cognitivos o las consecuencias del contacto con vida extraterrestre, no encontrará lugar en el repertorio desesperantemente primitivo de los mecanismos de la ciencia ficción (anclados la alternativa ?ganamos nosotros?/?ganan ellos?). Estos mecanismos tienen tanta relación con un tratamiento serio de los problemas del tipo antes mencionado como las novelas policíacas con el problema del mal inherente al ser humano. Si a alguien se le ocurre sacar la artillería pesada de la etnología comparada, la antropología cultural y la sociología para enfrentarse a tales mecanismos, se le dice que está matando moscas a ca?onazos, ya que se trata de un simple entretenimiento; una vez queda silenciado, se alzan de nuevo las voces de los apologistas del papel de la ciencia ficción como conformadora de la cultura, anticipadora, visionaria y mitopoética. La ciencia ficción se comporta de manera semejante a un mago que saca conejos de su sombrero: cuando alguien amenaza con examinar sus instrumentos, considera que la mera sugerencia es una locura, y explica indulgente que sólo está haciendo trucos... tras lo cuál oímos que se vuelve a presentar ante el público como un verdadero taumaturgo.?Se puede dar en un entorno así una obra creativa sin supercherías? La respuesta a esta pregunta se encuentra en las historias de Philip K. Dick. Aunque destacan entre la media en la cual se han originado, no es sencillo dilucidar por qué, ya que Dick utiliza los mismos materiales y utilería teatral que otros escritores norteamericanos. Del almacén que se ha convertido desde hace mucho en su propiedad común, él extrae toda la parafernalia de telépatas, guerras cósmicas, mundos paralelos y viajes por el tiempo. En sus historias ocurren catástrofes espantosas, pero eso tampoco es la excepción a la norma: prolongar la lista de las maneras sofisticadas en que puede terminar el mundo se encuentra entre las ocupaciones típicas de la ciencia ficción. Pero, mientras otros escritores de ciencia ficción se?alan y delimitan sin lugar a dudas la fuente del desastre, ya sea social (guerra terrestre o cósmica) o natural (fuerzas elementales de la naturaleza), el mundo reflejado en las historias de Dick sufre cambios horrendos por motivos que, incluso al final, quedan sin descubrir. La gente no muere por culpa de una nova o una guerra, ni por inundaciones, hambre, enfermedades, sequías o esterilidad, ni porque los marcianos hayan aterrizado delante de nuestra casa; en vez de eso, se ha puesto en marcha algún factor inescrutable cuyas manifestaciones resultan visibles, pero no así su fuente, y el mundo se comporta como si hubiera caído presa de un cáncer maligno que, a través de la metástasis, ataca uno tras otro todos los aspectos de la vida. Esto es, digámoslo ya, apropiado como castigo de diagnósticos historiográficos, ya que de hecho la humanidad no siempre consigue diagnosticar de manera exhaustiva o concluyente las causas de las aflicciones que padece. Baste recordar los múltiples factores, variados y algunos excluyentes, que los expertos de hoy en día aducen como causas de la crisis de la civilización. Y esto, hay que a?adir, es también apropiado como presupuesto artístico, ya que la literatura que proporciona al lector una omnisciencia divina acerca de todos los acontecimientos narrados es hoy en día un anacronismo cuya defensa no emprenderían la teoría del arte ni la del conocimiento.Las fuerzas que provocan la debacle mundial en los libros de Dick son fantásticas, pero no se trata de simples invenciones para sobresaltar a los lectores. Demostraremos esta afirmación con el ejemplo de Ubik, libro que, por cierto, también se puede considerar una obra grotesca, ?macabresca?, con oscuras lecturas intratextuales alegóricas, disfrazada de ciencia ficción vulgar.Sin embargo, considerada como obra de ciencia ficción en el sentido estricto, Ubik se puede resumir brevemente de la siguiente manera:El dominio de los fenómenos telepáticos en el contexto de la sociedad capitalista ha hecho que estos se comercialicen, al igual que cualquier otra innovación tecnológica. Así, los hombres de negocios contratan telépatas para robar secretos comerciales a la competencia, y ésta, por su parte, se defiende con la ayuda de ?inerciales?, personas cuyas psiques anulan el ?psicocampo? que hace posible captar los pensamientos ajenos. La especialización ha hecho que surjan empresas dedicadas a alquilar, por horas, los servicios de telépatas e inerciales, y el magnate Glen Runciter es propietario de una de estas compa?ías. La medicina sabe ya como impedir la agonía de las víctimas de enfermedades mortales, pero aún no tiene medios para curarlas. Por tanto, a esas personas se las mantiene en un estado de ?semivida? en instituciones especiales, los ?moratorios? (?lugares de aplazamiento? de la muerte, obviamente). Si se limitaran a poner a los inconscientes en sus ataúdes de hielo, sus allegados no recibirían mucho consuelo, así que se ha desarrollado una técnica para mantener la vida mental de esas personas. El mundo que experimentan no es parte de la realidad, sino una ficción creada con los métodos apropiados. De todos modos las personas normales pueden contactar con las congeladas, porque el aparato de sue?o frío dispone, en este lado, de los medios necesarios, algo semejante a un teléfono.Esta idea no es del todo absurda en términos de hechos científicos: el concepto de congelar a los enfermos incurables para aguardar el momento en que se haya dado con un remedio para su mal ya está siendo discutido seriamente. En principio también sería posible mantener los procesos vitales en el cerebro de una persona cuando el cuerpo muere (aunque desde luego ese cerebro sufriría una rápida desintegración psicológica como consecuencia de la privación sensorial). Sabemos que la estimulación del cerebro mediante electrodos produce experiencias indistinguibles de las percepciones normales. En Dick, encontramos una aplicación perfeccionada de estas técnicas, aunque no las discute de manera tan explícita en la historia. En este momento se plantean numerosos dilemas: ?debe ser informado de su condición el ?semivivo?? ?Es ético mantenerlo bajo la ilusión de que está llevando una vida normal?Según Ubik, las personas que, como la esposa de Runciter, han pasado a?os en sue?o frío, son perfectamente conscientes de ello. No sucede lo mismo con aquellos que, como Joe Chip, han estado a punto de sufrir una muerte violenta y han recuperado el conocimiento imaginando que escaparon de ella, cuando en realidad están descansando en un moratorio. Hay que reconocer que en el libro este punto no queda claro, enmascarado bajo otro dilema: si el mundo de las experiencias de la persona congelada es puramente subjetivo, cualquier intervención procedente del mundo exterior debe de ser para ella una alteración en el transcurso normal de los acontecimientos. De manera que si alguien se comunica con el congelado, como hace Runciter con Chip, este contacto se ve acompa?ado en las experiencias de Chip por fenómenos misteriosos y aterradores; es como si la realidad de la vigilia irrumpiera en medio de un sue?o ?sólo desde un lado?, sin causar por tanto la extinción del sue?o ni despertar al durmiente (quien, al fin y al cabo, no puede despertar como un hombre normal, porque no es un hombre normal). Pero avancemos un paso más, ?no es también posible el contacto entre dos individuos congelados? ?No podría una de estas personas so?ar que se encuentra con vida y goza de buena salud, que desde su mundo habitual se comunica con la otra persona, que es la única que ha sufrido un revés del destino? También esto es posible. Y, finalmente, ?es posible imaginar una tecnología completamente infalible? No puede existir algo semejante. Por tanto, ciertas perturbaciones pueden ejercer influencia sobre el mundo subjetivo del durmiente congelado, el cual tendrá la sensación de que su entorno se ha vuelto loco... ?quizá de que, en él, incluso el tiempo se desmorona! Interpretando así los acontecimientos, llegamos a la conclusión de que todos los personajes protagonistas de la historia murieron a consecuencia de la explosión de una bomba en la Luna, y por tanto hubo que llevarlos a todos al moratorio, y de ahí en adelante el libro sólo rese?a sus visiones e ilusiones. En una novela realista (pero esto es una contradictio in adiecto) esta versión se correspondería con una narrativa que, tras llegar al punto del fallecimiento del héroe, siguiera relatando su vida tras la muerte. La novela realista no puede describir esta vida, ya que el principio del realismo imposibilita tales descripciones. En cambio, si presuponemos una tecnología que hace posible la semivida de los muertos, nada impide que el autor permanezca fiel a sus personajes y los siga con su narrativa hacia las profundidades del sue?o gélido, que es en adelante la única forma de vida que les queda.Así, es posible racionalizar la historia de la manera antes descrita... aunque yo no insistiría demasiado en ella, por dos motivos principales. El primer motivo es que resulta imposible encajar todo el argumento de manera consistente en el esquema arriba abocetado. Si toda la gente de Runciter pereció en la Luna, ?quién los transportó al moratorio? Otra cosa que no se presta a ninguna racionalización es el talento de la chica que, gracias sólo al poder de su mente, fue capaz de alterar el presente transponiendo nodos causales a un pasado ya concluido y cerrado. (Esto tiene lugar antes de los acontecimientos en la Luna, cuando no existe base alguna para considerar que el mundo representado es el puramente subjetivo de un personaje semivivo). Unos recelos muy similares inspira Ubik, ?El Absoluto en un pulverizador?, aunque ya le dedicaremos nuestra atención un poco más adelante. Si nos aproximamos de manera pedante al mundo novelesco, no hay reposo para él, pues está lleno de contradicciones. Pero, si dejamos a un lado dichas objeciones y en su lugar nos preguntamos por el significado global del mundo, descubriremos que está muy próximo a los significados de otros libros de Dick, pese a que parezcan muy diferentes entre ellos. En esencia, el mundo representado es siempre el mismo: un mundo de entropía desencadenada por los elementos, de descomposición que no ataca sólo, como en nuestra realidad, a la distribución armoniosa de la materia, sino que llega a consumir incluso el orden del tiempo en su transcurrir. Así, Dick ha ampliado, ha hecho monumentales y al mismo tiempo monstruosas, ciertas propiedades fundamentales del mundo actual, dándoles un impulso y aceleración que resultan dramáticos. Todas las innovaciones tecnológicas, las magníficas invenciones y las nuevas capacidades que ahora domina el ser humano (como la telepatía, a la que nuestro autor ha dotado de una amplia gama de ?especialidades?) no son nada en última instancia ante la lucha contra la inexorable marea ascendente del Caos. De este modo, la jurisdicción de Dick es un ?mundo de desarmonía preestablecida? que al principio está oculto y no se manifiesta en las primeras escenas de la novela; estas se inician sin prisas, de manera prosaica, para que la intrusión del factor destructivo sea así más eficaz. Dick es un autor prolífico, pero me refiero sólo a aquellas de sus novelas que constituyen el ?tronco principal? de su obra; cada uno de estos libros (y cuento entre ellos Los Tres Estigmas de Palmer Eldritch, Ubik, Aguardando el a?o pasado, y quizá también Gestarescala[2]) es una encarnación con ligeras diferencias del mismo principio dramático: la conversión del orden del universo en caos y ruinas ante nuestros ojos. En un mundo asolado por la locura, en el que hasta la cronología de los acontecimientos puede sufrir convulsiones, sólo las personas conservan la normalidad. De manera que Dick las somete a la presión de una prueba terrible, y en su fantástico experimento lo único que no es fantástico es la psicología de los personajes Se debaten amarga y estoicamente hasta el final, ?como Joe Chip en el caso que estamos examinando? contra el caos que se cierne sobre ellos desde todas partes y cuya fuente permanece insondable, de modo que a este respecto el lector queda a merced de sus propias conjeturas.Las peculiaridades de los mundos de Dick surgen sobre todo por el hecho de que, en ellas, la realidad de la vigilia es la que sufre una profunda disociación y duplicación. A veces el agente disociador es una sustancia química (del tipo alucinógeno, como por ejemplo en Los Tres Estigmas de Palmer Eldritch); en ocasiones, la ?técnica del sue?o frío? (como en Ubik, precisamente); a veces (por ejemplo en Aguardando el a?o pasado), en una combinación de narcóticos y ?mundos paralelos?. El efecto final es siempre el mismo: acaba siendo imposible distinguir entre la realidad y las visiones. El aspecto técnico de este fenómeno es prescindible: no importa si la bifurcación de la realidad está provocada por una nueva tecnología de manipulación química de la mente, o, como en Ubik, por operaciones quirúrgicas. Lo esencial es que un mundo equipado con los medios para bifurcar la realidad percibida en símiles indistinguibles de sí misma crea dilemas prácticos conocidos sólo por las especulaciones teóricas de la filosofía. Se trata de un mundo en el que, por así decirlo, esta filosofía sale a la calle y se convierte para cada mortal anónimo en una pregunta no menos apremiante de lo que es para nosotros la amenaza de la destrucción de la biosfera.No tiene sentido contabilizar los hechos cuidadosamente para encontrar el equilibrio racional de la novela, en virtud del cuál satisface las exigencias del sentido común. No sólo estamos obligados, sino que hasta cierto punto es nuestro deber dejar de defender su ?naturaleza de ciencia-ficción?, y todo ello por un segundo motivo que hasta ahora no ha sido mencionado. El primero nos lo dictaba la simple necesidad: dado que los elementos de la obra carecen de punto focal, ésta no se puede interpretar de manera consistente. El segundo motivo es más esencial: la imposibilidad de imponer consistencia al texto nos obliga a buscar sus significados globales no en el reino de los propios acontecimientos, sino en el de sus principios de construcción, que es donde radica su carencia de foco. Si no existiera tal principio que confiera sentido, las novelas de Dick tendrían que ser catalogadas como meras supercherías, ya que cualquier obra debe justificarse en el nivel de lo que presenta literalmente o en el nivel de un contenido semántico más profundo, no tan evidente en el texto como sugerido por él. Y así es, las obras de Dick están plagadas de non sequiturs, y cualquier lector medianamente sensible puede elaborar sin la menor dificultad listas de incidentes que insultan tanto a la lógica como a la experiencia. Pero, aunque sea repetir lo que ya hemos dicho con otras palabras, ?qué es inconsistencia en literatura? Es un síntoma de incompetencia o de rechazo de algunos valores (como la credibilidad de los incidentes o su coherencia lógica) para centrarse en otros valores.Llegamos así a un punto delicado de nuestro estudio, ya que dichos valores no se prestan a una comparación objetiva. No hay una respuesta universalmente válida a la pregunta de si es permisible sacrificar el orden en aras de la visión en una obra creativa. Todo depende del tipo de orden y el tipo de visión con que estemos jugando. Las novelas de Dick han sufrido interpretaciones muy diversas. Hay críticos (como Sam Lundwall) que dicen que Dick está cultivando un ?vástago del misticismo? en la ciencia ficción. Pero no se trata de una cuestión de misticismo en el sentido religioso, sino más bien en el ocultista. Ubik proporciona algunas de las bases que han llevado a esta conclusión. ?Acaso la persona que arranca el alma de Ella Runciter de su cuerpo no se comporta como un espíritu que la posee? ?No se metamorfosea en diferentes encarnaciones cuando pelea con Joe Chip? De modo que esta aproximación es admisible.Otro crítico (George Turner) ha negado que Ubik tenga ningún valor, afirmando que la novela es un montón de absurdos en conflicto interno, cosa que se puede demostrar con papel y lápiz. Yo, en cambio, considero que el crítico no debe ser el fiscal acusador de un libro, sino su abogado defensor, aunque un abogado defensor sin derecho a mentir: sólo le está permitido presentar la obra bajo la luz más favorable. Y, dado que un libro lleno de contradicciones sin sentido es tan poco válido como otro que hable en profundidad de los vampiros u otras apariciones monstruosas, dado también que ninguno de los dos toca problemas dignos de ser considerados con seriedad, prefiero mis consideraciones sobre Ubik a todas las demás. El tema de la catástrofe había sido tan utilizado por la ciencia ficción que parecía agotado, hasta que los libros de Dick se convirtieron en prueba de que todo eso había sido sólo un enga?o frívolo. Porque los fines del mundo de la ciencia ficción siempre eran provocados por el hombre ?e.g., por la guerra total?, o bien por algún otro cataclismo tan extrínseco como accidental y que, por la misma razón, podría no haber acontecido.Dick, por otra parte, al introducir en la táctica de la aniquilación (cuyo tempo se va haciendo más violento a medida que progresa la acción) instrumentos de la civilización como los alucinógenos, mezcla de tal manera las convulsiones de la tecnología con las de la experiencia humana que ya no resulta evidente qué origina los temibles portentos: un deus ex machina o una machina ex deo, el accidente histórico o la necesidad histórica. Es difícil aclarar la postura de Dick a este respecto, porque en novelas concretas ha dado respuestas mutuamente excluyentes a esta pregunta. La trascendencia se presenta en algunas ocasiones como una simple posibilidad para las conjeturas del lector, y en otras como una cuasi certeza. En Ubik, como ya hemos se?alado, una solución conjetural que se niegue a explicar los acontecimientos en términos de un cierto ocultismo o espiritualismo encuentra apoyo en la extra?a tecnología de la semivida como última oportunidad que ofrece la medicina a aquellos que se encuentran al borde de la muerte. Pero antes, en Los Tres Estigmas de Palmer Eldritch, el mal trascendental emana del héroe del título... esto es, por cierto, metafísica barata, equivalente a sacarte de la manga ?apariciones sobrenaturales?, y lo único que la salva de ser un fiasco es el virtuosismo narrativo del autor. Y, en Gestarescala, nos las vemos con una fabulosa parábola acerca de una catedral hundida en cierto planeta y la lucha que tiene lugar entre Luz y Oscuridad para hacerla ascender, así que aquí desaparece la última semblanza de literalidad de los acontecimientos. Según mi criterio instintivo, Dick se comporta de manera desleal al no dar respuestas faltas de ambigüedad a las preguntas que suscita la lectura de sus obras, al no sacar conclusiones, al no explicar nada de manera ?científica?. En vez de ello confunde cosas, no sólo en el propio argumento, sino también con respecto a una categoría de rango superior: la convención literaria intrínseca en la cual se desarrolla la historia. Pese a que Gestarescala se inclina más bien hacia la alegoría, no adopta esta posición de forma clara ni falta de ambigüedad, y esta indeterminación genérica es característica también de otras novelas de Dick, quizá en grado incluso superior. Por lo tanto, a la hora de atribuir una obra a un género, tropezamos con las mismas dificultades que al tratar con los textos de Kafka.Conviene se?alar que la afiliación de una obra de creación a un género no es un problema abstracto que interese sólo a los teóricos de la literatura. Es un prerrequisito indispensable para la lectura de la obra. La diferencia entre el teórico y el lector de a pie se reduce al hecho de que el último sitúa el libro que acaba de leer en un género concreto de manera automática, bajo el dictado de sus experiencias internalizadas... de la misma manera que utilizamos de manera automática la lengua materna, incluso aunque no hayamos estudiado su morfología o sintaxis. Las convenciones propias de un género determinado se fijan con el paso del tiempo, y cualquier lector cualificado las reconoce. En consecuencia, ?todo el mundo sabe? que en una novela realista el autor no puede hacer que su héroe atraviese puertas cerradas, pero en cambio sí puede revelar al lector el contenido de un sue?o que el héroe ha tenido y olvidado antes de despertar (aunque una cosa sea tan imposible como la otra desde el punto de vista del sentido común). Las convenciones de la novela policíaca exigen que se descubra al autor de un crimen, mientras que las convenciones de la ciencia ficción exigen una explicación racional de acontecimientos harto improbables, y que incluso parecen enfrentados a la lógica y la experiencia. Por otra parte, la evolución de los géneros literarios se basa precisamente en la violación de convenciones narrativas ya enquistadas. De modo que las novelas de Dick violan en cierto modo las convenciones de la ciencia ficción, y ello se puede considerar uno de sus méritos, porque su carga alegórica les confiere un significado más amplio. Esta carga alegórica no se puede determinar con exactitud; la indefinición que surge de esto promueve la aparición de un aura de misterio enigmático en la obra. Estamos hablando de una estrategia de autor moderna que algunos pueden considerar intolerable, pero que no se debe atacar con argumentos factuales dado que la exigencia de pureza absoluta en los géneros se está convirtiendo hoy en día en un anacronismo dentro de la literatura. Los críticos y lectores que esgrimen como argumento contra Dick su ?impureza? dentro del género son tradicionalistas fosilizados. Una actitud equivalente sería exigir que los prosistas escribieran con el estilo de Zola y Balzac, y nunca de otra manera. A la luz de las anteriores observaciones, se puede comprender mejor la peculiaridad y singularidad del lugar que ocupa Dick en la ciencia ficción. Sus novelas confunden a muchos lectores acostumbrados a la ciencia ficción estándar, y generan quejas tan ingenuas como iracundas que aseguran que Dick, en vez de proporcionar ?explicaciones precisas? a modo de conclusión, en vez de resolver enigmas, barre muchas cosas debajo de la alfombra. En el caso de Kafka, las objeciones equivalentes consistirían en exigir que La Metamorfosis acabara con una ?justificación entomológica? explícita, que dejara claro cuándo y bajo qué circunstancias se transforma un hombre normal en un insecto, o que El Proceso explicara de qué se acusa al se?or K.Philip Dick no proporciona una vida cómoda a sus críticos, ya que no adopta el papel de guía de sus mundos fantasmagóricos y da la impresión de que se ha perdido en su laberinto. Ha necesitado ayuda crítica, pero no la ha recibido, con lo que ha tenido que seguir escribiendo bajo la etiqueta de ?místico? y abandonado a sus propios medios. No hay manera de saber si su obra hubiera sido diferente, o hasta qué punto habría cambiado, de haber caído bajo el escrutinio de críticos genuinos. Es posible que el cambio no hubiera sido para bien. Un segundo rasgo característico de los libros de Dick, después de su ambigüedad en cuanto a género, es su ?llamativa parafernalia? no desprovista de cierto encanto, que recuerda a los productos ofrecidos en los mercados por artesanos tan hábiles como ingenuos, con más talento que conocimiento de sus méritos. Como norma, Dick se abalanza sobre los escombros de los materiales de trabajo de los mediocres profesionales norteamericanos de la ciencia ficción, a?adiendo con frecuencia un toque de auténtica originalidad a conceptos harto desgastados y, lo que sin duda es más importante, erigiendo con ellos construcciones verdaderamente suyas. El mundo enloquecido, con un flujo de tiempo espasmódico y un entramado de causas y efectos que se retuerce sin equilibrio, el mundo de la física frenética es, incuestionablemente, invención suya, una inversión del estándar tradicional según el cuál sólo nosotros podemos ser víctimas de la psicosis, nunca nuestro entorno.Normalmente, los héroes de la ciencia ficción sólo son víctimas de dos calamidades: las sociales, como los ?infiernos de tiranía de los estados policiales?, y los físicos, como las catástrofes causadas por la naturaleza. Por tanto, el mal lo infligen unas personas a otras (los invasores procedentes de las estrellas sólo son personas con disfraces monstruosos), o las fuerzas ciegas de la materia.Con Dick, se resiente la base misma de esta articulación tan clara. Podemos convencernos de ello presentando a Ubik cuestiones del tipo antes se?alado. ?Quién fue el responsable de todas las cosas extra?as y terribles que le sucedieron a la gente de Runciter? La bomba que explotó en la Luna fue obra de un competidor, pero, por supuesto, no tenía capacidad de provocar el colapso del tiempo. Una explicación relativa a la tecnología médica del sue?o frío es, como ya hemos se?alado, incapaz de racionalizarlo todo. No hay manera de eliminar las brechas que separan los fragmentos del argumento, y estas acaban haciéndonos sospechar la existencia de alguna necesidad superior que constituye el destino en el mundo de Dick. Es imposible determinar si este destino reside en la esfera temporal o más allá de ella. Cuando nos detenemos a considerar hasta qué punto ha menguado ya nuestra fe en la infalible bondad del progreso técnico, la fusión que presenta Dick entre cultura y naturaleza, entre el instrumento y sus fundamentos, en virtud de lo cuál ésta adquiere el carácter agresivo de un neoplasma maligno, ya no parece una simple fantasía. No estamos diciendo que Dick prediga un futuro concreto. Los mundos en proceso de desintegración de sus historias (por así decirlo, inversiones del Génesis, el orden que regresa al caos) no muestran tanto el futuro previsto como el? shock del futuro?, no expresado directamente, sino encarnado en una realidad de ficción; una proyección objetivizada de los temores y fascinaciones que son propios del individuo humano de nuestro tiempo.Ha sido habitual asociar la caída de la civilización con la regresión a una etapa pasada de la historia, incluso hasta las cavernas o el estado animal. La ciencia ficción suele utilizar este tipo de salida, ya que la insuficiencia imaginativa se refugia en el pesimismo simplista. Así, se nos muestra en el futuro lejano una sociedad feudal, tribal o esclavista, por cuanto la guerra atómica o la invasión de los extraterrestres ha provocado una regresión en la humanidad, haciéndola volver incluso a las simas de la vida prehistórica. Decir de esas obras que defienden los conceptos de una filosofía cíclica de la historia, (por ejemplo, spengleriana), equivaldría a mantener que un tema repetido hasta el infinito en una grabación de fonógrafo representa el concepto de una especie de ?música cíclica?, cuando en realidad no es más que un defecto técnico, resultado de una aguja despuntada y unos surcos gastados. De modo que este tipo de obras no son un reflejo de la historiosofía cíclica, sino que se limitan a revelar una carencia de imaginación sociológica, porque la guerra atómica o la invasión interestelar no son más que pretextos útiles para hilvanar interminables sagas de vida tribal primordial, bajo el pretexto de retratar el futuro lejano. Tampoco es posible afirmar que esos libros promulgan el ?credo atómico? de la inevitabilidad de la catástrofe que pronto sacudirá nuestra civilización, ya que el cataclismo en cuestión no es más que una excusa para esquivar obligaciones creativas más importantes.Dick no echa mano de estos recursos. Para él, el desarrollo de la civilización continúa, pero aplastado por sí mismo, monstruoso en la cúspide de sus logros... cosa que, como punto de vista futurista, es más original que la tesis de que, si la civilización tecnológica se derrumbase, la gente se vería obligada a sobrevivir recurriendo a herramientas primitivas, incluso a garrotes y pedernales.La alarma ante la inercia de la civilización encuentra su expresión hoy en día en los eslóganes de ?regreso a la naturaleza? tras descartar todo lo ?artificial?, o sea, la ciencia y la tecnología. Estos castillos en el aire aparecen también en la ciencia ficción. Por suerte para nosotros, no están presentes en Dick. La acción de sus novelas tiene lugar en un tiempo en que ya no se puede hablar de volver a la naturaleza, ni de apartarse de lo ?artificial?, puesto que la fusión de lo natural con lo artificial es desde hace mucho un hecho.Llegado a este punto, vale la pena se?alar el dilema que nos encontramos en la ciencia ficción de orientación futurista. Según una opinión defendida por los lectores en general, la ciencia ficción debería retratar el mundo del futuro ficticio de manera no menos explícita e inteligible que un escritor como Balzac al describir su época en La Comedia Humana. Los que aseguran esto no tienen en cuenta el hecho de que no existe un mundo más allá o por encima de la historia y común a todas las eras o a todas las estructuras culturales de la humanidad. Aquello que, como el mundo de La Comedia Humana, nos parece completamente claro e inteligible, no es una realidad objetiva, sino una interpretación particular (del siglo XIX, y por tanto próxima a nosotros) de un mundo clasificado, comprendido y vivido de una manera concreta. La familiaridad del mundo de Balzac no significa nada más que el hecho sencillo de que nos hemos acostumbrado a esta visión de la realidad, y en consecuencia el lenguaje de los personajes, su cultura, costumbres y maneras de satisfacer las necesidades espirituales y físicas, y también su actitud hacia la naturaleza y la trascendencia, nos parecen evidentes. Sin embargo, el movimiento de los cambios históricos puede imbuir nuevo contenido en los conceptos que se consideraban fundamentales y fijos, como por ejemplo la noción del progreso, que según las actitudes del siglo XIX era equivalente a un optimismo confiado, convencido de la existencia de un nexo inviolable que separa lo que es da?ino para el hombre de lo que lo beneficia. Actualmente empezamos a sospechar que el concepto así establecido está perdiendo relevancia, porque los vaivenes nocivos del progreso no son componentes de éste incidentales, ajenos o fácilmente eliminables, sino más bien beneficios conseguidos al precio de tener que renunciar a ellos en algún punto del camino. En resumen, dar primacía al impulso hacia el ?progreso? puede resultar a la larga un impulso hacia la ruina.Así que la imagen de un mundo futuro no puede limitarse a a?adir cierto número de innovaciones técnicas, y las predicciones significativas no consisten en presentar el mundo actual cargado de mejoras espectaculares o revelaciones en lugar del futuro.Las dificultades con que tropieza el lector de una obra situada en un periodo histórico lejano no son resultado de ninguna arbitrariedad por parte del autor, de ninguna predilección por los ?extra?amientos?, de ningún deseo de conmocionar al lector o desorientarlo, sino que son parte inexcusable de tales empresas artísticas. Las situaciones y conceptos sólo se pueden comprender mediante la relación con otros ya conocidos, pero cuando el intervalo de tiempo que separa a la gente de diferentes eras es demasiado grande, se da una pérdida de la base para la comprensión en las experiencias de la vida común, que de modo automático imaginamos invariables. La consecuencia inevitable es que un autor que consiga describir con exactitud un futuro lejano no obtendrá éxito literario, pues sin duda nadie lo comprenderá. Consecuentemente, en las historias de Dick la veracidad o falsedad de una proposición se puede atribuir sólo a su base generalizada, que es posible resumir más o menos de la siguiente manera: cuando las personas se convierten en hormigas en los laberintos de la tecnosfera que ellos mismos han construido, la idea de regresar a la naturaleza no sólo se vuelve utópica, sino que ni siquiera se puede articular de manera significativa, porque hace siglos que no existe una naturaleza que no haya sido transformada de manera artificial. Hoy aún podemos hablar de volver a la naturaleza, porque somos reliquias de ella, tan sólo ligeramente modificadas en el aspecto biológico dentro de la civilización, pero tratemos de imaginar el eslogan ?regreso a la naturaleza? pronunciado por un robot. ?Quizá se refiera a transformarse en vetas de mineral de hierro!La imposibilidad de que la civilización vuelva a la naturaleza, que es equivalente a la irreversibilidad de la historia, lleva a Dick a la conclusión pesimista de que buscar en el futuro lejano la consecución de los sue?os de poder sobre la materia convierte el ideal de progreso en una caricatura monstruosa. Esta conclusión no se sigue inevitablemente de las suposiciones del autor, sino que constituye una eventualidad que también debe ser tomada en cuenta. Por cierto, al presentar así las cosas ya no estamos resumiendo la obra de Dick, sino reflexionando sobre ella, porque el mismo autor parece tan atrapado en su visión que no le importa si es plausibilidad literal o mensaje no literal. Es una verdadera lástima que la crítica no haya explorado las consecuencias intelectuales de la obra de Dick, y no haya se?alado las perspectivas inherentes en su posible continuación, perspectivas y consecuencias ventajosas no sólo para el autor, sino para todo el género, dado que Dick nos ha regalado tanto con logros acabados como con promesas fascinantes. De hecho, ha sido todo lo contrario: la crítica interna del campo ha tratado instintivamente de domesticar las creaciones de Dick, de limitar sus significados, haciendo hincapié en lo que en ellas es similar al resto del género, pasando por alto lo que es diferente..., y eso cuando no las ha considerado carentes de valor por esas mismas diferencias. En este comportamiento se hace evidente una aberración patológica de la selección natural de las obras literarias, ya que esta selección debe separar la mediocridad únicamente técnica de la originalidad prometedora, y no echar ambas en el mismo saco, porque un procedimiento tan democrático iguala en la práctica la escoria con el buen metalDe todos modos, hemos de admitir que el encanto de los libros de Dick no es puro, que le sucede como a la belleza de algunas actrices, a las que es mejor no inspeccionar con demasiado detalle ni desde demasiado cerca so pena de recibir una triste desilusión. No tiene sentido valorar la plausibilidad futurológica de tales detalles en esta novela como esas puertas de apartamentos y neveras con las que el inquilino se ve obligado a discutir. Son ingredientes ficticios, creados con el objetivo de cumplir dos misiones a la vez: introducir al lector en un mundo muy diferente del actual, y transmitirle a través de este mundo un mensaje determinado.Cada obra literaria tiene dos componentes en el sentido arriba mencionado, puesto que cada una muestra un mundo factual dado y dice algo a través de ese mundo. Pero, en géneros diferentes y obras diferentes, la proporción entre los dos componentes varía. Una obra realista de ficción contiene una buena parte del primer componente y otra muy escasa del segundo, ya que refleja el mundo real, que por derecho propio ?esto es, fuera del libro? no constituye ningún tipo de mensaje, sino que se limita a existir y medrar. No obstante, debido a que, por supuesto, el autor hace sus elecciones particulares a la hora de escribir una obra literaria, estas elecciones le dan el carácter de afirmación dirigida al lector. En una obra alegórica hay un mínimo del primer componente y un máximo del segundo, el mundo es un aparato transmisor del contenido real (el mensaje) al receptor. El carácter tendencioso de la ficción alegórica suele resultar evidente, mientras que el del tipo realista queda mejor o peor oculto. No existe obra alguna carente por completo de carácter tendencioso; si alguien opina lo contrario, lo que tiene en mente son obras carentes de un carácter tendencioso expreso y enfatizado, que no tiene ?traducción? al credo concreto de una visión del mundo. Por ejemplo, el objetivo de la épica es precisamente construir un mundo que pueda ser interpretado de múltiples maneras; al igual que la realidad exterior de la literatura puede ser interpretada de múltiples maneras. En cambio, si las afiladas herramientas de la crítica (por ejemplo, del tipo estructural) fueran aplicadas a la épica, se detectaría el carácter tendencioso oculto incluso en dichas obras, porque el autor es un ser humano y por ello es también un litigante en el proceso existencial; de ahí que la imparcialidad absoluta sea inalcanzable para él.Por desgracia, sólo desde la prosa realista se puede apelar directamente al mundo real. Pues el veneno de la ciencia ficción es el deseo ?condenado desde su nacimiento al fracaso? de retratar mundos que pretende que sean a la vez productos de la imaginación y no signifiquen nada, que no tengan carácter de mensaje, sino que estén, por así decirlo, en conformidad con las cosas de nuestro entorno, desde el mobiliario hasta las estrellas. Se trata de un error fatal presente ya en las raíces de la ciencia ficción, porque allí donde no se permite el carácter tendencioso deliberado, entra a hurtadillas el carácter tendencioso involuntario. Al hablar de tendencia nos referimos a prejuicios parciales, o puntos de vistas, en los cuales es imposible conseguir una objetividad divina. Una obra épica nos puede parecer así de objetiva porque el cómo de su presentación (el punto de vista) es imperceptible para nosotros, oculto bajo el qué; la épica también es un relato parcial de unos acontecimientos, pero no advertimos su carácter tendencioso porque compartimos su prejuicio y no podemos salimos de él. Descubrimos los prejuicios de la épica siglos más tarde, cuando el paso del tiempo ha transformado los estándares de ?objetividad absoluta? y podemos percibir, en lo que en su tiempo se consideró un relato verídico, la manera en que ese ?relato verídico? fue entendido. No existen cosas tales como verdad u objetividad de modo singular. Ambas contienen un coeficiente irreductible de relatividad histórica. Pero la ciencia ficción nunca puede estar en situación de igualdad con la épica, pues lo que presenta una obra de ciencia ficción pertenece a un tiempo (generalmente al futuro), mientras el cómo lo cuenta pertenece a otro tiempo, el presente. Incluso aunque la imaginación consiga interpretar de manera plausible cómo será, no puede romper por completo con la manera de aprehender los hechos que es peculiar del aquí y el ahora. Esto no es sólo una convención artística, es algo muy superior: un tipo de clasificación, interpretación y racionalización del mundo observable, que es peculiar a una era. En consecuencia, el contenido de una obra épica puede estar oculto, pero el de la ciencia ficción debe resultar visible. De lo contrario la historia, que se niega a enfrentarse a problemas no ficticios y a la vez no logra una objetividad épica, se desliza fatalmente hacia abajo y acaba apoyada en los estereotipos del cuento de hadas, la novela de aventuras, el mito, la estructura de la novela policíaca, o cualquier híbrido tan ecléctico como poco interesante. Una salida a este dilema puede encontrarse en obras para las cuales el análisis constituyente, ideado para separar lo que es ?factual? de lo que conforma el ?mensaje? (?visto? desde una ?perspectiva?) demuestra ser impracticable. El lector de una obra así no sabe si lo que le muestran debe existir como piedra o silla, o si se supone que también significa algo más. La indeterminación de una creación así no se anula por los comentarios de su autor, ya que el propio autor puede estar equivocado al hacerlos, como un hombre que intenta explicar el significado auténtico de sus sue?os. De ahí que considere que los comentarios de Dick no tienen importancia a la hora de analizar sus obras.Llegando a este punto, podemos embarcarnos en una digresión sobre el origen de los conceptos en la ciencia ficción de Dick, pero nos bastará con un solo ejemplo extraído de Ubik: a saber, el nombre que figura en el título del libro. Procede del latín ubique, ?en todas partes?. Es una mezcla (contaminación) de dos ejemplos heterogéneos: el concepto de lo Absoluto como orden eterno e inmutable, que existe desde la sistematización de la filosofía, y el concepto del ?gadget?, el peque?o artilugio que se utiliza en ocasiones cotidianas, un producto de la tecnología de masas en la sociedad de consumo, cuya consigna es facilitar la vida en todas sus facetas a la gente, desde el lavado de la ropa al corte de pelo. Este ?absoluto enlatado? es por tanto el resultado de la colisión e interpenetración de dos estilos diferentes de pensamiento, procedentes de diferentes eras, y es al mismo tiempo la encarnación de la abstracción disfrazada de objeto concreto. Un procedimiento así es una excepción a la norma en el campo de la ciencia ficción, y es invento personal de Dick.No resulta posible crear, de la manera antes se?alada, objetos que sean empíricamente plausibles o que tengan siquiera una probabilidad de existir alguna vez. Por tanto, en el caso de Ubik se trata de una cuestión de mecanismo poético (o sea, metafórico), y no ?futurológico?. Ubik desempe?a un papel importante en la historia, enfatizado además por los ?anuncios? de él que aparecen en cada capítulo como epígrafes. Es un símbolo, pero, ?un símbolo de qué? No es fácil responder a esta pregunta. Un Absoluto conjurado fuera cámara por la tecnología, supuestamente con el objetivo de salvar al hombre de las ruinosas consecuencias del Caos o la Entropía de la misma manera que un desodorante aisla nuestro sentido olfativo del hedor de las emanaciones industriales, no es sólo la demostración de una táctica típica en la actualidad (combatir, por ejemplo, los efectos secundarios de una tecnología con otra tecnología); es una expresión de nostalgia por un reino ideal perdido de orden imperturbado, pero también una expresión de ironía, ya que esta ?invención? no se puede tomar demasiado en serio, por supuesto. Más aún, Ubik desempe?a en la novela el papel de ?micromodelo interno?, ya que contiene, in nuce todo el abanico de problemas específicos del libro, aquellos de la lucha del hombre contra el Caos, al final de la cual, tras éxitos temporales, le aguarda inexorable la derrota. El Absoluto enlatado en forma de aerosol que salva a Joe Chip al borde de la muerte... aunque sólo por el momento: entonces, ?será esto una parábola, el epitafio para una civilización que ha degradado lo Sacro encerrándolo en lo Profano? Siguiendo esta cadena de asociaciones, al final vemos Ubik como el inicio de una tragedia griega, en la que el papel de los antiguos héroes, que en luchan en vano contra Moira, lo representan los telépatas a sueldo, a las órdenes de un ejecutivo. Si Ubik no fue concebido con este propósito, el resultado ha sido ése en cualquier caso.Las obras de Philip Dick merecieron tener un destino mejor que el que recibieron por su origen. Quizá no sean uniformes en su calidad, ni plenamente logradas, pero sólo la fuerza bruta permite meterlas en ese cajón de libros carentes tanto de valor intelectual como de estructura original que es la ciencia ficción. Sus admiradores se sienten atraídos por lo peor de Dick: el esquema típico de la ciencia ficción norteamericana (llegar a las estrellas, el ritmo trepidante de la acción que lleva de una sorpresa a la siguiente); pero lo atacan porque, en vez de desentra?ar enigmas, deja al lector al final en el campo de batalla, envuelto en el aura de un misterio tan grotesco como extra?o. Aún así, sus extra?as mezcolanzas de técnicas alucinógenas y palingenésicas no le han granjeado muchos admiradores fuera de los muros del ghetto, ya que allí los lectores no gustan de la parafernalia que ha tomado prestada de la ciencia ficción. Sí, es cierto que a veces sus obras no alcanzan el objetivo deseado; pero yo sigo bajo su hechizo, como suele ocurrir al ver los esfuerzos de una imaginación solitaria lidiando con una avasalladora superabundancia de oportunidades; esfuerzos en los cuales hasta una derrota parcial puede parecer una victoria.

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[1] Henryk Sienkiewicz (1846-1916) es uno de los más notorios autores polacos, conocido del público espa?ol por Quo Vadis? Su Trilogía está compuesta por las novelas A sangre y fuego (sobre las guerras contra los cosacos), El diluvio (acerca de la invasión sueca de Polonia) y Un héroe polaco (sobre las guerras polaco-turcas).

[2] Ubik (1969). Ed. Martínez Roca, col. Super Ficción 13, Barcelona 1976. Gestarescala (1969). Ed. Intersea, col. Azimut, Buenos Aires 1975. Aguardando alano pasado (1966), Ed. Júcar, col. Etiqueta Futura 2, Barcelona 1989. Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1965). Ed. Martínez Roca, col. Super Ficción 43, Barcelona 1979.

PD. Este post, del que ignoro el documento original ha sido transcrito a partir de otro post encontrado en una de las web de la monarquía julianmarista: emboscados.com

sábado, agosto 26, 2006

Dos hombres en el castillo:una conversación electrónica sobre Philip K. Dick


por Roberto Bola?o y Rodrigo Fresán

Bola?o y Fresán conversan electrónicamente sobre escritores "poco convencionales" con vistas a armar un libro que podría titularse Fricciones o FREAKciones. Adelantamos parte del capítulo dedicado a Philip K. Dick, el autor de El hombre en el castillo y de la novela en que se basa la película Blade Runner.

Rodrigo Fresán: Estos últimos meses estuve releyendo ?y leyendo por primera vez algunos textos suyos? a Philip K. Dick y lo primero que me sorprendió es el hecho de que su obra no haya envejecido en absoluto, teniendo en cuenta que él solía decir que escribía acerca de lo que iba a pasar en los próximos meses, sobre un futuro casi-presente. Creo que ahí están su gracia y su talento: proponer una ciencia-ficción donde la ciencia no importa demasiado (y es casi siempre accesoria e imperfecta, funciona mal o no funciona) y la ficción no es tal. Me parece que hay suficiente evidencia ya para afirmar que la idea del futuro ?nuestro presente? está mucho más cerca de lo que pensaba Dick que de lo que sostenían los clásicos del género, ?no? Dick se ha convertido en un gran escritor realista/naturalista, que es lo que en realidad él siempre quiso ser antes de verse obligado a ganarse la vida escribiendo "novelitas" futuristas. Roberto Bola?o: Recuerdo con mucho cari?o a Dick. Yo creo que es el escritor de los paranoicos, del mismo modo que Byron fue el escritor de los románticos. Incluso su biografía tiene ciertos matices byronianos: es un hombre de vida amorosa agitada y, políticamente, está con las causas perdidas. En ocasiones con las causas más extremas o las que la gente considera que son las más extremas. Y es curioso que uno de los grandes escritores del siglo XX (algo en lo que creo que estamos de acuerdo) sea precisamente un escritor "de género". Un escritor que para ganarse la vida (un término horrible este de ganarse la vida) se pone a escribir y publicar novelas en editoriales populares, a un ritmo endiablado, novelas que discurren en Marte o en un mundo en donde los robots son algo normal y rutinario. En fin: la peor manera de labrarse un nombre en el mundo de las letras, como diría un escritor francés de finales del siglo XIX. Y sin embargo Dick no sólo se labra un nombre en la literatura sino que se convierte en punto de referencia de otras artes, como el cine, y su prestigio sigue creciendo. ?Tú recuerdas la primera novela que leíste de él? La mía fue Ubik y el martillazo que recibí fue considerable. FRESÁN: Es cierto eso de Dick y las causas políticas. Tiene algo de working class hero lo suyo ?no sólo en el aspecto de "escritor trabajador", sino que buena parte de sus ficciones giran en torno al hombre trabajador y esclavizado, a la práctica buena o mala de un oficio, al espanto de ciertas burocracias y a errores mecánicos o problemas de funcionamiento... En mi caso la primera fue El hombre en el castillo, en Minotauro, claro. Recuerdo que acababa de volver a Buenos Aires después de unos cuantos a?os viviendo en Caracas, y el efecto fue desconcertante. Todavía regía la dictadura militar ?era 1979? y recuerdo que me costaba un poco discernir dónde terminaba el libro y dónde empezaba la realidad. La sensación se acentúa todavía más cuando se leen varios Dicks seguidos: la sospecha que te despierta en cuanto a lo que es verdadero y lo que es falso. Me parece que es una sospecha que trasciende la vulgar paranoia y está más cercana al pensamiento religioso. En este sentido ?no sé qué te parece? creo que Dick es el escritor perfecto para los que no creen en Dios pero quisieran que existiera alguna inteligencia superior que explicara todo este despropósito, ?no? BOLA?O: Sí, sin duda Dick es en gran medida un escritor con una preocupación religiosa. Hay páginas de Dick en donde está claro que a él, al autor, le gustaría creer en Dios, pero también hay páginas en donde Dick escucha, literalmente, el ruido del universo que se muere de forma irremediable. Se oye en Tiempo de Marte. Una musiquilla de las esferas que sólo oyen los seres más débiles entre los débiles, las víctimas y los enfermos. En este sentido Dick jamás hubiera podido ser un escritor de utopías, algo a lo que su escritura profundamente moral podía haberlo llevado. Ni siquiera de distopías. Dick escribe sobre La Entropía, con mayúsculas. Lo curioso es que al mismo tiempo, en paralelo a este tema mayor, discurren otros, más terráqueos, digamos, pero profundamente inquietantes, como el de las realidades superpuestas de El hombre en el castillo, o como su aseveración de que la historia, y con ella la realidad, terminó en el a?o 60 o 70 después de Cristo y que todo lo que ha venido a continuación es disfraz o realidad virtual y que de hecho estamos inmersos en pleno Imperio Romano. FRESÁN: Tal vez la necesidad de Dick de creer en otros planos de la realidad ?me atrevo a pensarlo como, sí, una necesidad y no una condena? tenga un motivo mucho más sencillo o, si se lo prefiere, banal: la opción de pensar que en otra dimensión Dick sería un gran escritor, el escritor más importante de todos. Pero tal vez lo más inquietante de todo sea la incapacidad de Dick para funcionar dentro de los parámetros del género al que hizo evolucionar tanto. Son muy conocidos sus problemas con sus colegas y con los fans de la ciencia-ficción, que no entendían lo rebuscado de sus tramas y lo consideraban una especie de terrorista drogado que no respetaba ninguna de las leyes implícitas y acaso nunca del todo declaradas del género. BOLA?O: No, no creo que Dick so?ara con ser el mejor escritor en una dimensión paralela a esta. En Dick la salvación está en la amistad, en el sexo, en la aventura compartida, no en la escritura, ni mucho menos en lo que formalmente se llama "buena escritura" y que no es otra cosa que una serie de convenciones más o menos aceptadas por todos. Ahora bien, es muy probable que Dick experimentara esa sensación de lucidez con respecto a su propia escritura y que en algunos momentos (momentos de debilidad y vanidad que todo el mundo tiene) viera como algo injusto su destierro en la literatura de género, en la estantería de los libros populares y baratos. Pero esto es algo que le ha ocurrido a muchos buenos escritores. En la tradición norteamericana hay ejemplos en donde el silencio (el caso de Emily Dickinson) o el desdén (Melville, por ejemplo) son mayores que el silencio y el desdén buscado y sufrido por Dick. FRESÁN : Recuerdo que el otro día me contaste que navegabas por Internet por varios sites dedicados a Dick y no pude evitar preguntarme qué pensaría Dick de todo esto: computadoras, el mundo invisible de la Red que está aquí y no está al mismo tiempo... El modo en que la realidad lo viene "plagiando"... Me pregunto también si no se habrá muerto en el momento justo y si acaso los verdaderos escritores de ciencia-ficción se mueren ?o serán desconectados? cuando la realidad comienza a parecerse demasiado a las tramas de sus novelas. En este sentido, Dick era un profeta poco interesado ?a diferencia de lo que ocurre con los idiotas de Clarke y Asimov? en acertar compulsivamente acerca de lo que vendrá. En algún lado leí que Dick dijo que "la mala ciencia-ficción predice mientras que la buena ciencia-ficción parece que predice". A Dick le preocupaba mucho menos el futuro (como escenario) que una especie de presente atemporal liberado de todo rigor cronológico. Incluso sus partes futuristas parecen casi una obligación editorial, ?no? Y por acá ?para entrar en otro posible tema? tengo otra frase de él que siempre me impactó: "El cuento trata de un crimen y la novela trata de un criminal". BOLA?O: Pero más allá de su desdén por el futuro, Dick es también un profeta. Un profeta callejero, diríamos un profeta lumpen, sin el prestigio de un Norman Mailer, un Arthur Miller o un John Updike. Y sin el aura de un Salinger (los lectores de Dick y Salinger suelen ser jóvenes, pero los de Dick son jóvenes freaks). En cuanto a los relatos y novelas, no se ve una gran diferencia: hay novelas de Dick que no son más que una sucesión de relatos, como lo es también el Moby Dick de Melville. Sus cuentos, por otra parte, son increíblemente buenos. En lo que respecta a que algunas de sus novelas no parecen seguir un patrón lógico, yo creo que hay que tener en cuenta que muchas de estas novelas están escritas por encargo y bajo la influencia de anfetaminas, que son novelas alimenticias que probablemente Dick escribía en menos de un mes, sin planteamientos previos ni estructuras, y que en realidad son improvisaciones. Pero las grandes novelas de Dick, como El hombre en el castillo o Valis o Tiempo de Marte o Ubik o Dr. Bloodmoney, son de una coherencia extrema; lo que no carece de mérito, pues Dick no opera desde el orden sino desde el desorden. En este sentido su novela de hierro sería Valis, que es una de las últimas, y en donde, entre otras muchas cosas, Dick aborda directamente lo cerca que se encuentra de la locura. Y lo hace con la lucidez y con la elocuencia de un gran artista. Aunque también hay que tener presente que en muchas ocasiones la lucidez y la elocuencia son términos excluyentes. FRESÁN : Es muy cierto eso de Dick y de la locura como estética: sus novelas acaban siendo, formalmente, casi una representación estética de lo que significa el "estar loco". Me parece que ?si nos ponemos musicales? Dick escribe más "variaciones" que "improvisaciones": siempre parte de una misma aria central que tiene que ver con las preguntas: "?Qué es real? ?Qué no lo es?", y te va envolviendo en esa melodía repetitiva y constante... Párrafos atrás hablabas de Dick como alguien no preocupado por una "buena escritura"... y no estoy tan seguro a pesar del evidente apresuramiento de sus textos. Creo que esa velocidad desesperada le da algo raro y muy personal y que, en un punto, te hace sentir en carne propia la adicción química de Dick como si fuera por transferencia. (A Dick le gustaría esto: la literatura como sucedáneo de la droga, y creo que escribió algún cuento donde los invasores adoptan la formas de un libro forrado con la piel de un animal extraterrestre, no recuerdo bien, pero la historia acababa un poco como el Tlön de Borges, a quien, si lo pensamos un poco, Dick se parece tanto en más de un sentido.) Pero en cualquier caso a eso me refería cuando te mencionaba los riesgos de leer varios Dicks seguidos: hay algo virósico en su escritura que no tiene nada que ver con el tipo de virus que también son Proust o Nabokov o Salinger. Mientras que estos últimos te contagian una forma de escribir, Dick te contagia una forma de pensar. BOLA?O: Igual que Burroughs. En algunos momentos, Dick se parece a Burroughs. Ambos, a la manera norteamericana, en el fondo muy pragmática, están interesados más por la revolución, por el "estado de la revolución", es decir por la resistencia, que por la literatura. Es en este sentido en que yo creo que a él no le interesa escribir bien, algo que en un escritor se da por sobreentendido. Dick va camino de ser un clásico y una de las características de un clásico es ir mucho más allá de la buena escritura, que no es otra cosa que una cierta corrección gramatical. "Colocar las palabras adecuadas en el lugar adecuado es la más genuina definición del estilo", dice Jonathan Swift. Pero evidentemente la gran literatura no es una cuestión de estilo ni de gramática, como también sabía Swift. Es una cuestión de iluminación, tal como entiende Rimbaud esta palabra. Es una cuestión de videncia. Es decir, por un lado es una lectura lúcida y exhaustiva del árbol canónico y por otro lado es una bomba de relojería. Un testimonio (o una obra, como queramos llamarle) que explota en las manos de los lectores y que se proyecta hacia el futuro. ?Y qué es lo que Dick proyecta hacia el futuro, en qué consiste el mecanismo de su bomba de relojería? Básicamente en preguntas. Preguntas rarísimas y peregrinas. Y en una sensación de malestar, de alteridad, que muy pocos han logrado plasmar. FRESÁN : No había pensado en el nexo Burroughs/Dick, pero sí, ahí está. Sobre todo en lo que a luchar contra el Sistema se refiere y en sus fijaciones metaparanoicas con Nixon, la CIA, el FBI, un Estado policial, en ese costado político-alucinógeno. Y, no sé por qué, pienso en qué hubiera sido de Dick de haber nacido en Argentina o Chile. Probablemente habría sido uno de los desaparecidos o, mejor todavía, se habría convertido en el auténtico "hombre en el castillo": un artista gurú, un punto de peregrinación... Me parece, insisto, que a Dick lo que menos le interesa es el futuro como territorio porque ya se siente excluido del presente. El futuro sólo puede significar peores noticias, la tecnología jamás le despertó la menor esperanza y, curiosamente, su novela más "feliz" ?con final más feliz? es Dr. Bloodmoney, donde la humanidad recupera una especie de primitivismo campesino fuera de las grandes ciudades. La mirada de Dick es siempre la mirada de un noble horrorizado por la decadencia (todos esos adictivos productos comerciales a los que alude) y, cosa rara, ayer vi por primera vez la versión fílmica de El Gatopardo y, volviendo a lo que te decía acerca de Dick como agente contaminante e invasor, me propuse verla como si fuera una película de ciencia-ficción dentro del subgénero de planeta agonizante y especie en extinción. Y dirás que estoy loco, pero funciona... Y me hizo recordar en algo a Tiempo de Marte, en algo a El hombre en el castillo. Tal vez esté delirando un poco... Tal vez deba dejar de leer a Dick por un tiempo... - EL RETORNO DEL REPLICANTE Buenas noticias: la prestigiosa editorial Minotauro ha comprado buena parte de la dispersa y mal traducida al espa?ol obra de Philip Kindred Dick (1928-1982) y se propone ordenarla y, por fin, presentarla como se merece. Los primeros dos títulos lanzados al mercado durante el pasado a?o/efeméride 2001 ?Lotería solar y Valis? son emblemáticos dentro del universo del hombre que inspiró Blade Runner, El vengador del futuro y Minority Report (esta última dirigida por Steven Spielberg, con Tom Cruise de protagonista), a todo el movimiento cyberpunk, y a quien El show de Truman y Matrix y el Martin Amis de La flecha del tiempo roban descaradamente y sin siquiera decir gracias. Lotería solar (de 1954) es su primera novela estrictamente de ciencia-ficción y ?más allá de sus rasgos primerizos? ya muestra ciertas obsesiones inconfundibles: la idea de planetas enteros sometidos a voluntades extraterrestres y juegos sádicos, telépatas, organismos artificiales, personalidades múltiples y mesías falsos. Una perfecta entrada a un universo sin salida. Valis (de 1981, y hasta ahora conocida en espa?ol como Sinaivi) es cosa seria: uno de sus últimos libros publicados en vida, punto de partida de su "Tetralogía religiosa" que se completa con The Divine Invasion (1981), The Transmigration of Timothy Archer (1982) y la coda/introducción Radio Free Albemuth (escrita en 1976 pero publicada recién en 1985). Valis es un libro inclasificable que ha llegado a ser definido como el Tristram Shandy de la ciencia-ficción: ?crónica de una posesión cósmica?, ?autobiografía alternativa?, ?tractate para una nueva religión?, ?pedido de auxilio de un escritor enloquecido por a?os de bombardeo químico a su sistema nervioso y comida para perro a su aparato digestivo?, ?roman ? clef con la participación de Linda Ronstadt, Emmylou Harris, David Bowie y Brian Eno entre muchos otros?, ?mensaje en la botella de un náufrago paranoico seguro de estar siendo observado por la KGB y el FBI luego de haber tomado contacto con el "rayo rosado" de una inteligencia superior o de su hermanita gemela muerta? Todas y cada una de estas definiciones son aplicables a lo que es, indiscutiblemente, una obra maestra dentro de cualquier categoría literaria. Un libro que, en el torrente de su delirio, suena más perturbadoramente lúcido y cercano con cada día que pasa, y el futuro ?tal como lo entendíamos hasta antes de la odisea sin espacio de este 2001? va quedando cada día más y más atrás, lejos. ~ R. F. (publicado en Letras Libres en 2002)

viernes, agosto 25, 2006

El tiempo

Todo tenía relación con el tiempo. ?El tiempo puede superarse?, escribió Mircea Eliade. De eso trata todo en definitiva. El gran misterio de Eleusis, de los Órficos, de los Cristianos primitivos, de Sarapis, de los misterios grecorromanos, de Hermes Trismegisto, de los alquimistas herméticos del Renacimiento, de la Hermandad de los Rosacruces, de Apolonio de Tiana, de Simón el Mago, de Asclepio, de Paracelso, de Bruno, consiste en la abolición del tiempo. Hay técnicas que ayudan a esa abolición. Dante las comenta en la Divina Comedia. La cuestión está relacionada con la pérdida de la amnesia; cuando se pierde el olvido, la verdadera memoria se proyecta hacia atrás y hacia adelante, hacia el pasado y hacia el futuro, y además, extra?amente, también a universos alternativos; es ortogonal además de lineal.

Phillip K Dick, Valis

martes, agosto 22, 2006

Sobre la ciencia ficción

Por Phillip K. Dick

En primer lugar, definiré lo que es la ciencia ficción diciendo lo que no es. No puede ser definida como "un relato, novela o drama ambientado en el futuro", desde el momento en que existe algo como la aventura espacial, que está ambientada en el futuro pero no es ciencia ficción; se trata simplemente de aventuras, combates y guerras espaciales que se desarrollan en un futuro de tecnología superavanzada. ?Y por qué no es ciencia ficción? Lo es en apariencia, Y Doris Lessing, por ejemplo, así lo admite. Sin embargo la aventura espacial carece de la nueva idea diferenciadora que es el ingrediente esencial. Por otra parte, también puede haber ciencia ficción ambientada en el presente: los relatos o novelas de mundos alterno. De modo que si separamos la ciencia ficción del futuro y de la tecnología altamente avanzada, ?a qué podemos llamar ciencia ficción?
Tenemos un mundo ficticio; éste es el primer paso. Una sociedad que no existe de hecho, pero que se basa en nuestra sociedad real; es decir, ésta actúa como punto de partida. La sociedad deriva de la nuestra en alguna forma, tal vez ortogonalmente, como sucede en los relatos o novelas de mundos alternos. Es nuestro mundo desfigurado por el esfuerzo mental del autor, nuestro mundo transformado en otro que no existe o que aún no existe. Este mundo debe diferenciarse del real al menos en un aspecto que debe ser suficiente para dar lugar a acontecimientos que no ocurren en nuestra sociedad o en cualquier otra sociedad del presente o del pasado. Una idea coherente debe fluir en esta desfiguración; quiero decir que la desfiguración ha de ser conceptual, no trivial o extravagante... Ésta es la esencia de la ciencia ficción, la desfiguración conceptual que, desde el interior de la sociedad, origina una nueva sociedad imaginada en la mente del autor, plasmada en letra impresa y capaz de actual como un mazazo en la mente del lector, lo que llamamos el shock del no reconocimiento. Él sabe que la lectura no se refiere a su mundo real.
Ahora tratemos de separar la fantasía de la ciencia ficción. Es imposible, y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los ladrones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible; la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias. Esto es, en esencia, un juicio arriesgado, puesto que no es posible saber objetivamente lo que es posible y lo que no lo es, creencias subjetivas por parte del autor y del lector.
Ahora definiremos lo que es la buena ciencia ficción. La desfiguración conceptual (la idea nueva, en otras palabras) debe ser auténticamente nueva, o una nueva variación sobre otra anterior, y ha de estimular el intelecto de lector; tiene que invadir su mente y abrirla a la posibilidad de algo que hasta entonces no había imaginado. "Buena ciencia ficción" es un término apreciativo, no algo objetivo, aunque pienso objetivamente que existe algo como la buena ciencia ficción.
Creo que el doctor Willis McNelly, de la Universidad del estado de California, en Fullerton, acertó plenamente cuando afirmó que el verdadero protagonista de un relato o de una novela es una idea y no una persona. Si la ciencia ficción es buena, la idea es nueva, es estimulante y, tal vez lo más importante, desencadena una reacción en cadena de ideas-ramificaciones en la mente del lector, podríamos decir que libera la mente de éste hasta el punto que empieza a crear, como la del autor. La ciencia ficción es creativa e inspira creatividad, lo que no sucede, por lo común, en la narrativa general. Los que leemos ciencia ficción (ahora hablo como lector, no como escritor) lo hacemos porque nos gusta experimentar esta reacción en cadena de ideas que provoca en nuestras mentes algo que leemos, algo que comporta una nueva idea; por tanto, la mejor ciencia ficción tiende en último extremo a convertirse en una colaboración entre autor y lector en la que ambos crean... y disfrutan haciéndolo: el placer es el esencial y definitivo ingrediente de la ciencia ficción, al placer de descubrir la novedad.

domingo, agosto 20, 2006

Sobre la novela y el cuento corto

Por Phillip K. Dick

La diferencia entre un relato corto y una novela reside en lo siguiente: un relato corto puede tratar de un crimen; una novela trata del criminal, y los hechos derivan de una estructura psicológica que, si el escritor conoce su oficio, habrá descrito previamente. Por consiguiente, la diferencia entre un relato corto y una novela no es muy grande; por ejemplo, La larga marcha, de William Styron, se ha publicado ahora como "novela corta", cuando fue publicada por primera vez en Discovery como "relato largo". Esto significa que si lo leen en Discovery están leyendo un relato, pero si compran la edición de bolsillo van a leer una novela. Con eso basta.

Las novelas cumplen una condición que no se encuentra en los relatos cortos: el requisito de que el lector simpatice o se familiarice hasta tal punto con el protagonista que se sienta impulsado a creer que haría lo mismo en sus circunstancias... o, en el caso de la narrativa escapista, que le gustaría hacer lo mismo. En un relato no es necesario crear tal identificación, pues 1) no hay espacio suficiente para proporcionar tantos datos y 2) como se pone el énfasis en los hechos, y no en el autor de los mismos, carece realmente de importancia -dentro de unos límites razonables, por supuesto- quién es el criminal. En un relato, se conoce a los protagonistas por sus actos; en una novela sucede al revés; se describe a los personajes y después hacen algo muy personal, derivado de su naturaleza individual. Podemos afirmar que los sucesos de una novela son únicos, no se encuentran en otras obras; sin embargo, los mismos hechos acaecen una y otra vez en los relatos hasta que, por fin, se establece un código cifrado entre el lector y el autor. No estoy seguro de que esto sea especialmente negativo.

Además, una novela -en particular una novela de ciencia ficción- crea todo un mundo, aderezado con toda clase de detalles insignificantes..., insignificantes, quizá, para describir los personajes de la novela, pero vitales para que el lector complete su comprensión de todo ese mundo ficticio. En un relato, por otra parte, usted se siente transportado a otro mundo cuando los melodramas se le vienen encima desde todas las paredes de la habitación... como describió una vez Ray Bradbury. Este solo hecho catapulta el relato hacia la ciencia ficción.

Un relato de ciencia ficción exige una premisa inicial que le desligue por completo de nuestro mundo actual. Toda buena narrativa ha de llevar a cabo esta ruptura, tanto en la lectura como en la escritura. Hay que describir un mundo ficticio totalmente. Sin embargo, un escritor de ciencia ficción se halla sometido a una presión más intensa que en obras como, por ejemplo, Paul's Case o Big Blonde, dos variedades de la narrativa general que siempre permanecerán con nosotros.

En los relatos de ciencia ficción se describen hechos de ciencia ficción; en las novelas de este tema se describen mundos. Los relatos de esta colección describen cadenas de acontecimientos. El nudo central de los relatos es una crisis, una situación límite en la que el autor involucra a sus personajes, hasta tal extremo que no parece existir solución. Y luego, por lo general, les proporciona una salida. Sin embargo, los acontecimientos de una novela están tan enraizados en la personalidad del protagonista que, para sacarlo de sus apuros, debería volver atrás y reescribir su personaje. Esta necesidad no se encuentra en un relato, sobre todo cuanto más breves sea (relatos largos como Muerte en Venecia, de Thomas Mann, o la obra de Styron antes comentada son, en realidad, novelas cortas). De todo esto se deduce por qué los escritores de ciencia ficción pueden escribir cuentos pero no novelas, o novelas pero no cuentos; todo puede ocurrir en un cuento; el autor adapta sus personajes al tema central. El cuento es mucho menos restrictivo que una novela, en términos de acontecimientos. Cuando un escritor acomete una novela, ésta empieza poco a poco a encarcelarlo, a restarle libertad; sus propios personajes se rebelan y hacen lo que les apetece... no lo que a él le gustaría que hicieran. En ello reside la solidez de una novela, por una parte, y su debilidad, por otra.

jueves, agosto 17, 2006

Biopics sobre Phillip K. Dick

Se encuentran en marcha dos biopics (películas biográficas) sobre Phillip K. Dick.

Por una parte, uno titulado Panasonic que contará con Bill Pullman para interpretarlo, y que sería dirigida por el músico "pop" ochentero Matthew Wilde. Se trataría de una producción independiente.

Por otra otro aún sin título y cuyo guionista sería Tony Grisoni en colaboración con Terry Gilliam. El actor sería Paul Giamatti. Esta película contaría con un presupuesto bastante más elevado y aunque en principio puede resultar más atractiva que Panasonic, parece ser que va a incorporar bastante ficción, proveniente de la novela inconclusa de Dick "The Owl in Daylight".

viernes, agosto 11, 2006

la puerta Tannhäuser


Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais... atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Como Construir un universo que no se derrumbe dos días después

Una vez escribí una historia sobre un hombre que fue herido y llevado al hospital. Cuando comenzaron a operarle descubrieron que era un androide, no un humano, pero él no lo sabía. Tuvieron que decírselo. De repente, el se?or Garson Poole descubrió que su realidad consistía en una cinta agujereada que iba de bobina en bobina dentro de su pecho. Fascinado, comenzó a rellenar y a a?adir nuevos agujeros. Inmediatamente, su mundo cambió. Una bandada de patos voló por la habitación cuando abrió un nuevo agujero en la cinta. Finalmente cortó la cinta por completo, y el mundo desapareció. De hecho, también desapareció para el resto de personajes de la historia? lo cual no tiene sentido, si lo piensas. A no ser que los demás personajes fuesen ficciones de su cinta de fantasía agujereada. Lo que yo supongo que eran.
Siempre fue mi esperanza cuando escribía novelas y relatos que preguntasen "?Qué es la realidad?", encontrar algún día la respuesta. También era la esperanza de la mayoría de mis lectores. Pasaron los a?os. Escribí unas treinta novelas y un centenar de relatos, y todavía no entiendo qué es real. Un día una estudiante de Canadá me pidió que le definiese la realidad, para un trabajo que estaba escribiendo para su clase de filosofía. Ella quería una respuesta de una frase. Lo pensé y finalmente contesté, "La realidad es aquello que no desaparece cuando dejas de creerlo". Eso fue todo lo que pude conseguir. Esto se remonta a 1972. Todavía no he conseguido una respuesta más exacta.
Pero esto es un problema de verdad, no sólo un juego intelectual. Porque hoy vivimos en una sociedad en la que falsas realidades son manufacturadas por los medios, gobiernos, grandes corporaciones, grupos religiosos y políticos ? y existe el soporte electrónico por el que enviar estos pseudo-mundos a la mente del lector, el espectador, el oyente. A veces, cuando veo a mi hija de once a?os ver la televisión, me pregunto qué le están ense?ando. El problema de la interpretación; considéralo. Un ni?o peque?o ve un programa de televisión hecho para adultos. Probablemente no entienda la mitad de lo que se dice o se hace en el programa. Quizás no entiende nada. Y el quid es, ?cuán verídica es de cualquier forma esa información, incluso si el chico la entendiera? ?Qué relación hay entre la situación normal de una comedia de televisión y la realidad? ?Y qué hay de las series policíacas? Los coches están continuamente fuera de control, chocándose y ardiendo. Los policías siempre son los buenos, siempre ganan. No pases por alto este detalle: Los policías siempre ganan. Qué lección ésta. No deberías enfrentarte a la autoridad, e incluso si lo haces, saldrás perdiendo. La idea es, Sé pasivo. Y ? coopera. Si el oficial Baretta te pide información, dásela, porque el oficial Baretta es un hombre bueno en el que se puede confiar. Él te quiere, y tú deberías quererle a él.
Así pues pregunto en mi obra ?Qué es real? Porque incesantemente somos bombardeados con pseudo-realidades creadas por gente muy sofisticada que usa mecanismos electrónicos muy sofisticados. Yo no desconfío de sus motivos; desconfío de su poder. Tienen mucho de eso. Y es un poder sorprendente: el de crear universos enteros, universos mentales. Necesito saber. Yo hago lo mismo. Mi trabajo es el de crear universos, como base de una novela tras otra. Y los tengo que construir de tal forma que no se destruyan dos días después. O al menos eso es lo que mis editores esperan. De cualquier modo, os revelaré un secreto: me gusta construir universos que se destruyan. Me gusta ver cómo se despegan, y me gusta ver cómo los personajes de la novela luchan contra este problema. Amo el caos a escondidas. Debería haber más. No creáis ? y hablo más serio que un muerto al decir esto-, no asumáis que el orden y la estabilidad son siempre buenos, en una sociedad o en un universo. Lo viejo, lo osificado, debe dejar pasar a la nueva vida y al nacimiento de nuevas cosas. Antes de que lo nuevo nazca, lo viejo debe morir. Es una comprensión peligrosa, porque nos dice que tarde o temprano debemos acabar con mucho de lo que nos es familiar. Y eso duele. Pero es parte del secreto de la vida. A no ser que nos podamos acomodar psicológicamente a los cambios, empezamos a morir sin remedio. Lo que estoy diciendo es que los objetos, las costumbres, los hábitos y los modos de vida deben morir para que los auténticos seres humanos puedan vivir. Y el auténtico ser humano, el que más importa, el útil, elástico organismo que puede rebotar para atrás, absorber, y combatir con lo nuevo.
Por supuesto, yo diría esto, porque vivo cerca de Disneyland, y siempre están a?adiendo nuevas atracciones y destruyendo las antiguas. Disneyland es un organismo que evoluciona. Durante a?os tuvieron el Lincoln Simulacrum, como si el mismo Lincoln no fuese más que una forma temporal cuya materia y energía se tomase y se perdiese. Lo mismo es cierto para cada uno de nosotros, guste o no.
El filósofo presocrático griego Parménides ense?aba que las únicas cosas reales eran aquéllas que nunca cambiaban? y el filósofo presocrático griego Heráclito ense?aba que todo cambia. Si superpones estos dos puntos de vista, se obtiene este resultado: nada es real. Hay un fascinante paso siguiente en esta línea de pensamiento: Parménides pudo no haber existido nunca porque envejeció y murió y desapareció, así pues, de acuerdo con su propia filosofía, no existió. Y Heráclito pudo haber estado en lo cierto ?No olvidemos esto; así que si Heráclito tenía razón, entonces Parménides existió, luego, según la filosofía de Heráclito, quizás Parménides tenía razón, pues Parménides cumplía todas las condiciones, el criterio, según las cuales Heráclito consideraba las cosas reales.
Ofrezco esto simplemente para demostrar que tan pronto como empiezas a preguntarte qué es real en último término, empiezas a decir cosas sin sentido. Zen probó que el movimiento era imposible, (realmente él sólo creía que lo había probado; lo que demostró se llama técnicamente "teoría de los límites"). David Hume, el mayor escéptico de todos, una vez dijo que tras una reunión de escépticos llegó a proclamar la veracidad del escepticismo como teoría; todos los miembros de la reunión sin excepción salieron por puertas y ventanas. Veo lo que Hume quería decir. Sólo eran palabras. Ninguno de los solemnes filósofos se tomaba en serio lo que decían.
Pero yo considero el hecho de definir lo que es real ?que es un tema serio, incluso un tema vital. Y en algún lugar se encuentra el otro tema, la definición del hombre auténtico. Porque el bombardeo de pseudo-realidades rápidamente comienza a producir hombres de mentira, hombres falsos ? tan falsos como los datos que les presionan desde todos los flancos. Mis dos temas favoritos son realmente uno sólo; se unen en este punto. Falsas realidades crearán falsos humanos. O falsos humanos crearán falsas realidades y se las venderán a otros humanos, volviéndolos a su vez falsificaciones de sí mismos. Así que nos encontramos con falsos humanos inventando falsas realidades y después colocándoselas a otros falsos humanos. Simplemente es una versión muy ampliada de Disneyland. Puedes tener el Paseo Pirata o el Lincoln Simulacrum o el Paseo Salvaje del Se?or Toad ? Puedes tenerlos todos, pero ninguno es de verdad.
En mis escritos me interesé tanto por lo falso que finalmente alcancé una definición de falsas falsedades. Por ejemplo, en Disneyland hay pájaros falsos, que funcionan mediante motores eléctricos, que emiten graznidos y gorjeos cuando pasas junto a ellos. Supón que una noche todos nosotros nos colamos en el parque con pájaros de verdad y los cambiamos por los artificiales. Imagina el horror que los oficiales de Disneyland sentirían al descubrir el cruel enga?o. ?Pájaros de verdad! Y quizás algún día incluso hipopótamos y leones de verdad. Consternación. El parque siendo astutamente transmutado de lo irreal a lo real por fuerzas siniestras. De hecho, ?te imaginas el Matterhorn convertido en una genuina monta?a cubierta de nieve? ?Y si todo el lugar fuese, por un milagro del poder y sabiduría de Dios, cambiado, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, en algo incorruptible? Tendrían que clausurarlo.
En el Timeo de Platón, Dios no creó el Universo, como el Dios de los cristianos; Simplemente se lo encuentra un día. Se halla en un estado de total caos. Dios comienza a trabajar para transformar el caos en orden. La idea me gusta, y la he adaptado para que supla mis propias necesidades intelectuales: ?Y si todo el Universo comenzase como algo no tan real, como una ilusión, como la religión hindú ense?a, y Dios, sin amor ni amabilidad para nosotros, lo está transformando lentamente, lenta y secretamente, en algo real?
No nos daríamos cuenta de esta transformación, pues no nos dimos cuenta de que nuestro mundo era una ilusión al principio. Técnicamente ésta es una idea gnóstica. El gnosticismo es una religión que unió a judíos, cristianos y paganos durante algunas cientos de a?os. Me han acusado de mantener ideas gnósticas. Supongo que lo hago. Hace algún tiempo me habrían quemado. Pero algunas de sus ideas me intrigan. Una vez, mientras buscaba gnosticismo en la Britannica, encontré una referencia a un código gnóstico llamado El Dios Irreal y los Aspectos de Su Universo Inexistente, una idea que me hizo reír inevitablemente. ?Qué tipo de persona escribiría sobre lo que sabe que no existe, y cómo puede algo inexistente tener aspectos? Pero entonces me di cuenta de que había estado escribiendo sobre esos temas durante veinticinco a?os. Supongo que hay un gran margen en lo que puedes decir cuando escribes sobre algo que no existe. Un amigo mío publicó una vez un libro llamado Las serpientes de Hawai. Algunas bibliotecas le escribieron pidiendo copias. Bueno, no hay serpientes en Hawai. Todas las páginas de su libro eran nada.
Por supuesto, en la ciencia-ficción no hay pretensión alguna de que los mundos descritos sean reales. Es por lo que la llamamos ficción. Al lector se le ha advertido de antemano que no crea lo que está leyendo. Igualmente es verdad que los visitantes de Disneyland comprenden que el Se?or Toad realmente no existe y que los piratas están animados por motores y mecanismos servoasistidos, relés y circuitos electrónicos. Así que no se produce ninguna decepción.
Pero lo extra?o es que, de algún modo, algún modo real, gran parte de lo que aparece bajo el título de "ciencia-ficción" es verdad. Puede no ser literariamente cierto, supongo. Realmente nunca hemos sido invadidos por criaturas de otro sistema estelar, como aparece en Encuentros en la Tercera Fase (Close Encounters of the Third Kind). Los productores de esa película nunca pretendieron que nos lo creyéramos. ?O no?
Y, más importante, si pretendían hacerlo, ?es realmente cierto? Ahí está el quid: no, ?lo creen el autor o el productor, pero ? ?Es verdad? Porque, por algún accidente, en la búsqueda de un buen argumento, un autor o productor o guionista de ciencia- ficción podrían adentrarse en la verdad? y sólo más tarde darse cuenta de ello.
La herramienta básica para la manipulación de la realidad son las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que debe usar esas palabras. George Orwell dejó esto bien claro en su novela 1984. Pero otro modo de controlar las mentes de las personas es controlar sus percepciones. Si puedes conseguir que vean el mundo como tú lo ves, ellos pensarán de la misma forma que tú lo haces. La comprensión sigue a la percepción. ?Cómo consigues que vean la realidad como tú la ves? Después de todo, es sólo una realidad entre muchas. Las imágenes son un componente básico: escenas. Ésta es la razón por la que el poder de la televisión para influir mentes jóvenes es tan asombrosamente grande. Las palabras y las imágenes están sincronizadas. La posibilidad del control total del telespectador existe, especialmente en los telespectadores jóvenes. Ver la televisión es una forma de aprender mientras se duerme. Un electroencefalograma de una persona que está viendo la televisión muestra que tras aproximadamente media hora el cerebro decide que no está ocurriendo nada, y pasa a un estado de adormilamiento hipnótico, emitiendo ondas alpha. Esto se produce debido al poco movimiento ocular. Además, gran parte de la información es gráfica y por tanto pasa al hemisferio derecho del cerebro, en lugar de ser procesado por el izquierdo, donde se halla la personalidad consciente. Experimentos recientes indican que gran parte de lo que vemos en la pantalla de la televisión lo recibimos en una base subliminal. Sólo imaginamos que vemos lo que hay ahí. El grueso de la información elude nuestra atención; literalmente, tras unas horas de ver la televisión, no sabemos qué hemos visto. Nuestros recuerdos son falsos, como los de los sue?os; el vacío se llena retrospectivamente. Y falsificado. Hemos participado sin saberlo en la creación de una falsa realidad, y entonces nos la hemos dado forzadamente a nosotros mismos. Hemos colaborado en nuestra propia perdición.
Y - y lo digo como un escritor profesional de ciencia-ficción - los productores, guionistas y directores que crean esos mundos audiovisuales no saben qué parte de lo que contienen es verdadero. En otros mundos, hay víctimas de sus productos, contando con nosotros. Hablando por mí mismo, yo no sé qué parte de lo que he escrito es verdad, o qué partes (si lo es alguna), son verdaderas. Ésta es una situación potencialmente letal. Tenemos ficción que imita a la verdad y verdad que imita a la ficción. Tenemos una peligrosa yuxtaposición, un peligroso borrón. Y con toda probabilidad no es deliberado. De hecho, esto es parte del problema. No se puede obligar a un autor a que etiquete su producto, como en una lata de pudding cuyos ingredientes están anotados en la etiqueta? no se le puede obligar a decir qué parte es verdad y cuál no si ni él mismo lo sabe.
Es una experiencia sobrecogedora escribir algo en una novela, creyendo que es pura ficción, y ver más tarde ? quizás a?os más tarde ? que es cierto. Me gustaría poneros un ejemplo. Es algo que yo no entiendo. Quizás podáis alcanzar una teoría. Yo no puedo.
En 1970 escribí una novela llamada Fluyan Mis Lágrimas, Dijo el Policía. Uno de los personajes es una chica de diecinueve a?os llamada Kathy. Su marido se llama Jack. Kathy parece trabajar para el mundillo criminal, pero más tarde, según leemos más profundamente en la novela, descubrimos que realmente trabaja para la policía. Ella mantiene relaciones con un inspector de policía. El personaje es pura ficción. O al menos así lo creía.
De cualquier modo, en el Día de Navidad de 1970, conocí a una chica llamada Kathy ? esto fue tras terminar la novela, se entiende. Tenía diecinueve a?os. Su novio se llamaba Jack. Y pronto descubrí que Kathy era traficante de drogas. Pasé meses intentando conseguir que dejara de vender drogas; le estuve advirtiendo una y otra vez que la cogerían. Entonces, una tarde cuando entrábamos en un restaurante juntos, Kathy se paró y dijo, "No puedo entrar". Sentado en el restaurante había un inspector de policía al que yo conocía. "Tengo que decirte la verdad," dijo Kathy. "Estoy manteniendo relaciones con él".
Ciertamente son extra?as coincidencias. Quizás hubo precognición. Pero el misterio se vuelve incluso más sorprendente; lo que sigue me desconcierta completamente. Lo ha hecho durante cuatro a?os.
En 1974 la novela se publicó en Doubleday. Una tarde estaba hablando con mi sacerdote ? soy episcopal ? y se me ocurrió comentarle una importante escena de cerca del final del libro en la que el personaje Felix Buckman conoce a un extra?o negro en una gasolinera nocturna, y comienzan a hablar. Según le describía la escena con más detalle, mi sacerdote estaba cada vez más agitado. Finalmente dijo, "?Ésa es una escena del Libro de los Hechos, de la Biblia! En Hechos la persona que se encuentra al hombre negro se llama Philip ? tu nombre". El Padre Rasch estaba tan sorprendido por el parecido que ni siquiera pudo localizar la escena en su Biblia. "Lee los Hechos", me dijo. "Y estarás de acuerdo. Es igual hasta en detalles específicos".
Me fui a casa y leí la escena de los Hechos. Sí, el Padre Rasch tenía razón; la escena de mi novela era una obvia repetición de la escena de los Hechos? y yo nunca había leído los Hechos, debo admitirlo. Pero otra vez el puzzle es más complejo. En los Hechos, el alto oficial romano que arrestaba e interrogaba a San Pablo se llamaba Felix ? el mismo nombre que mi personaje. Y mi personaje Felix Buckman es un coronel de policía de alto rango; de hecho, en mi novela él tiene el mismo oficio que el Felix del libro de los Hechos: la autoridad final. Hay una conversación en mi novela que se parece mucho a la conversación entre Felix y Pablo.
Bueno, decidí intentar encontrar otras similitudes. El personaje principal de mi novela se llama Jason. Conseguí un índice de la Biblia y miré a ver si alguien llamado Jason aparecía en algún lugar de la Biblia. No podía recordar ninguno. Bueno, un hombre llamado Jason aparece una vez y sólo una en la Biblia. Es en el Libro de los Hechos. Y, como para atormentarme aún más con las coincidencias, en mi novela Jason huye de las autoridades y se refugia en casa de una persona, y en Hechos el hombre llamado Jason aloja a un fugitivo de la ley en su casa ? una inversión exacta de la situación de mi novela, como si un misterioso espíritu responsable de todo esto estuviese pasando un buen rato con ello.
Felix, Jason, y el encuentro en la carretera con el hombre negro que era un completo extra?o. En Hechos, el discípulo Philip bautiza al hombre negro, quien entonces se aleja regocijándose. En mi novela, Felix Buckman se acerca al hombre negro para buscar apoyo emocional, porque la hermana de Felix Buckman acaba de morir y él está hundiéndose psicológicamente. El hombre negro aleja los espíritus de Buckman y aunque Buckman no se aleja regocijándose, al menos sus lágrimas han dejado de caer. Había volado a casa, lamentando la muerte de su hermana, y tuvo que acercarse a alguien, cualquiera, incluso un absoluto desconocido. Es un encuentro entre dos desconocidos en la carretera que cambia la vida de uno de ellos - tanto en mi novela como en Hechos. Y un apunte final para el trabajo del misterioso espíritu: el nombre Felix es la palabra latina para "feliz". Lo que yo no sabía cuando escribí la novela.
Un estudio cuidadoso de mi novela muestra que por razones que no puedo ni empezar a explicar me las había apa?ado para relatar algunos incidentes básicos de un libro particular de la Biblia, e incluso tomado los nombres correctos. ?Qué podría explicar esto? Hace cuatro a?os que descubrí todo esto. Durante cuatro a?os he intentado llegar a una teoría y no lo he hecho. Dudo que llegue a hacerlo.
Pero el misterio no había terminado ahí, como yo había imaginado. Hace dos meses iba andando al buzón de correos por la noche para enviar una carta, y también para disfrutar de la vista de la Iglesia de San José, que se encuentra tras el edificio de mi apartamento. Vi a un hombre dando vueltas sospechosamente alrededor de un coche aparcado. Parecía que estaba intentando robar el coche, o quizás algo de su interior; cuando regresaba del buzón, el hombre se escondió tras un árbol. Por un impulso me acerqué a él y le pregunté, "?Hay algún problema?"
"Me he quedado sin gasolina," dijo el hombre. "Y no tengo dinero."
Increíblemente, puesto que nunca había hecho esto antes, saqué mi cartera, tomé todo el dinero de ésta, y se lo di. Entonces él me dio un apretón de manos y me preguntó dónde vivía, para que pudiese devolverme el dinero más tarde. Regresé a mi apartamento, y entonces me di cuenta de que el dinero no le serviría de nada, pues no había ninguna gasolinera donde ir andando. Así pues regresé, en mi coche. El hombre tenía una lata de gasolina de metal en el maletero de su coche, y, juntos, fuimos en mi coche a una gasolinera nocturna. Pronto estuvimos allí, dos desconocidos, mientras el encargado llenaba la lata de gasolina. De repente me di cuenta de que ésta era la escena de mi novela - la novela escrita ocho a?os atrás. La gasolinera nocturna era exactamente como yo la había visto en mi ojo interior cuando escribí la escena - la parpadeante luz azul, el encargado - y en ese momento observé un detalle que no había visto antes. El extra?o al que estaba ayudando era negro.
Fuimos de vuelta a su coche cargados con la gasolina, nos dimos un apretón de manos, y entonces volví a mi edificio de apartamentos. No volví a verle. No podía devolverme el dinero porque yo no le había dicho cuál de los muchos apartamentos era el mío o cuál era mi nombre. Estaba demasiado asombrado por la experiencia. Había vivido literalmente una escena completa tal y como aparecía en mi novela. Lo que viene a ser, que viví una especie de réplica de la escena de los Hechos en la que Philip se encuentra con el hombre negro en el camino.
?Qué podría explicar todo esto?
La respuesta a la que he llegado puede no ser correcta, pero es la única que tengo. Tiene que ver con el tiempo. Mi teoría es: En cierto sentido, el tiempo no es real. O quizás es real, pero no como nosotros lo experimentamos o imaginamos que es. Yo tenía la aguda, abrumadora certeza (y todavía la tengo) de que a pesar de los cambios que vemos, una zona específica y permanente subyace bajo el mundo de cambio: y que esa invisible zona subyacente es la de la Biblia; éste, específicamente, es el periodo inmediatamente posterior a la muerte y resurrección de Cristo; éste es, en otras palabras, el periodo de tiempo del Libro de los Hechos.
Parménides estaría orgulloso de mí. He observado un momento en continuo cambio y declarado que bajo éste subyace lo eterno, lo inalterable, lo absolutamente real. ?Pero cómo hemos llegado a esto? Si el tiempo real es más o menos el 50 d.C., ?por qué vemos el 1978 d.C.? Y si realmente estamos viviendo en el Imperio Romano, en algún lugar de Siria, ?por qué vemos los Estados Unidos?
Durante las Edad Media, surgió una curiosa teoría, que ahora os presentaré, pues merece la pena. Es la teoría de que el Maligno - Satán - es el "Mono de Dios". Que crea imitaciones falsas de la creación, de la auténtica creación de Dios, y que las cambia por la auténtica creación. ?Ayuda esta extra?a teoría a explicar mi experiencia? ?Vamos a creer que estamos enga?ados, que estamos engatusados, que no es 1978 d.C. sino 50 d.C.... y que Satán ha entretejido una realidad simulada para menoscabar nuestra fe en el regreso de Cristo?
Me puedo imaginar siendo examinado por el psiquiatra. El psiquiatra dice, "?En qué a?o estamos?" Y yo contesto, "50 d.C.". El psiquiatra parpadea y entonces pregunta, "?Y dónde estás?" Yo contesto, "En Judea". "?Dónde cuernos está eso?" pregunta el psiquiatra. "Es una parte del Imperio Romano", tendría que contestar. "?Sabes quién es el Presidente?" preguntaría el psiquiatra, y yo contestaría, "El Procurador Félix". "?Estás seguro de eso?" diría el psiquiatra, mientras hace una se?al disimulada a dos enormes psicotécnicos. "Sí", tendría que contestar. "Excepto que Félix ha descendido y ha sido remplazado por el Procurador Festus. Ya ves, San Pablo fue capturado por Félix por -" "?Quién le dijo todo eso?" interrumpiría el psiquiatra, irritadamente, y yo contestaría, "El Espíritu Santo". Y tras esto me encontraría en una habitación de goma, espiando fuera, y sabiendo exactamente cómo llegué hasta allí.
Todo en esa conversación sería cierto, en cierto sentido, pero palpablemente incierto en otro. Yo sé perfectamente bien que la fecha es 1978 y que Jimmy Carter es el Presidente y que vivo en Santa Ana, California, en los Estados Unidos. Incluso sé cómo llegar desde mi apartamento a Disneyland, un hecho que no parece que pueda olvidar. Y seguramente no existía ningún Disneyland en tiempos de San Pablo.
Así pues, si me esfuerzo en ser muy racional y razonable, y todas esas otras cosas buenas, debo admitir que la existencia de Disneyland (que sé que es real) prueba que no estamos viviendo en Judea en el 50 d.C. La idea de San Pablo dando vueltas en las tazas gigantes mientras escribía las Primeras Cartas a los Corintios, mientras la televisión parisina le graba con una lente de fotografía - que simplemente no puede existir. San Pablo nunca se acercaría a Disneyland. Sólo los ni?os, turistas, y los altos oficiales visitantes soviéticos van a Disneyland. Los Santos no.
Pero de algún modo ese material bíblico se introdujo en mi inconsciente y se coló en mi novela, e igualmente cierto, por alguna razón en 1978 reviví una escena que había descrito en 1970. Lo que estoy diciendo es esto: Hay una evidencia interna en al menos una de mis novelas de que otra realidad, una realidad inalterable, exactamente como Parménides y Platón sospecharon, yace bajo el mundo fenoménico visible de lo cambiante, y de algún modo, de alguna forma, quizás para nuestra sorpresa, podemos llegar a ella. O a lo mejor, un misterioso Espíritu puede ponernos en contacto con ella, si desea que veamos esa otra zona permanente. El tiempo pasa, miles de a?os pasan, pero en el mismo instante en que vemos este mundo contemporáneo, el mundo antiguo, el mundo de la Biblia, se halla junto a él, aún ahí y aún real. Eternamente.
?Debo dar todo por perdido y contaros el resto de esta peculiar historia? Así haré, habiendo llegado tan lejos. Mi novela Fluyan mis lágrimas, Dijo el policía fue publicada por Doubleday en Febrero de 1974. La semana posterior a cuando fue publicada, me sacaron dos muelas de juicio picadas, bajo pentatol sódico. Más tarde ese día sufría un intenso dolor. Mi esposa telefoneó al dentista y él llamó a la farmacia. Media hora después llamaron a mi puerta: el recadero de la farmacia con la medicina para el dolor. Aunque estaba sangrando y mareado y débil, sentí la necesidad de abrir yo mismo la puerta. Cuando abrí la puerta, me encontré frente a una mujer - que llevaba un brillante colgante dorado en el centro del cual había un brillante pez de oro. Por alguna razón me quedé hipnotizado por el brillante pez dorado; olvidé el dolor, olvidé la medicina, olvidé por qué estaba la chica allí. Simplemente permanecí mirando fijamente el signo del pez.
"?Qué significa eso?" le pregunté.
La chica tocó el resplandeciente pez dorado con la mano y dijo, "Es un símbolo que llevaban los antiguos cristianos". Entonces me dio el paquete de medicinas.
En ese momento, mientras miraba fijamente el signo del brillante pez y oía sus palabras, repentinamente experimenté lo que más tarde descubrí se llama anamnesia ? una palabra griega que significa, literalmente, "pérdida del olvido". Recordé quién era y dónde estaba. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, todo volvió a mí. Y no sólo pude recordarlo sino que pude verlo. La chica era una secreta Cristiana al igual que yo. Vivíamos temiendo que los romanos nos detectasen. Teníamos que comunicarnos con signos secretos. Ella sólo me había dicho eso, y era verdad.
Por un corto tiempo, tan difícil es de creer o explicar, vi sombreando la vista los contornos de la negra prisión de los odiosos romanos. Pero, mucho más importante, recordé a Jesús, quien había estado con nosotros recientemente, y se había marchado temporalmente, y regresaría muy pronto. Mi emoción fue de placer. Nos estábamos preparando en secreto para recibirle de vuelta. No tardaría mucho. Y los romanos no lo sabían. Ellos creían que Él estaba muerto, muerto para siempre. Ése era nuestro gran secreto, nuestro agradable conocimiento. A pesar de las apariencias, Cristo iba a regresar, y nuestro asombro y anticipación no tenían fin.
?No es raro que este extra?o suceso, esta recuperación de recuerdos perdidos, ocurriese sólo una semana después de que Fluyan mis lágrimas fuese publicado? Y es Fluyan mis lágrimas el que contiene la réplica de personas y hechos del Libro de los Hechos, que se sitúa en el momento preciso ? justo tras la muerte y resurrección de Cristo ? que yo recordé, gracias al símbolo del pez dorado, como si estuviesen teniendo lugar.
Si fueras yo, y esto te ocurriese a ti, estoy seguro de que no podrías dejarlo de lado. Buscarías una teoría que diese cuenta de ello. Desde hace ahora unos cuatro a?os, he estado probando una teoría tras otra: tiempo circular, tiempo congelado, tiempo atemporal, lo que se llama tiempo "sagrado" como contraste con el tiempo "mundano"? No puedo contar las teorías que he probado. Una constante ha prevalecido, aún así, durante todas las teorías. Indudablemente debe haber un misterioso Espíritu Santo que tenga una exacta e íntima relación con Cristo, que puede residir en las mentes humanas, guiarlas e informarlas, e incluso expresarse a través de esos humanos, incluso sin que se den cuenta.
Durante la escritura de Fluyan mis lágrimas, en 1970, hubo un extra?o suceso que entonces reconocí como poco ordinario, que no era parte del proceso regular de escritura. Tuve un sue?o una noche, uno especialmente vívido. Y cuando desperté me hallé bajo el deseo ? la absoluta necesidad ? de introducir el sue?o en el texto de la novela exactamente como lo había so?ado. Para hacer esto perfectamente, tuve que hacer once borradores de la parte final del manuscrito, hasta que estuve satisfecho.
El campo, marrón y seco, en verano, donde él había vivido de ni?o. Montaba un caballo, y aproximándose por su derecha una manada de caballos acercándose lentamente. En los caballos montaban hombres con brillantes ropajes, cada uno de distinto color; cada uno llevaba una coraza punteada que relucía con la luz del sol. Los lentos, solemnes caballeros le pasaron y según le adelantaban él se fijó en el rostro de uno: una vieja cara redonda, un terrible hombre viejo con rizadas cascadas de barba negra. Qué fuerte nariz tenía. Qué facciones más nobles. Tan cansado, tan serio, tan lejos de los hombres corrientes. Evidentemente era un rey. Felix Buckman les dejó pasar; él no habló con ellos y ellos no le dijeron nada. Juntos, todos se dirigieron a la casa de la que había salido. Un hombre se había encerrado en lo alto de la casa, un único hombre, Jason Taverner, en el silencio y oscuridad, sin ventanas, por sí mismo desde ahora hasta la eternidad. Sentado, simplemente existiendo, inerte. Felix Buckman siguió adelante, saliendo al amplio campo. Y entonces escuchó detrás suya un único grito terrible. Habían matado a Taverner, y viéndoles entrar, sintiéndoles en las sombras a su alrededor, sabiendo lo que pretendían hacer con él, Taverner había gritado. En su interior Felix Buckman sintió absoluta y completa aflicción. Pero en el sue?o no volvía ni miraba atrás. No se podía hacer nada. Nadie habría podido detener la determinación de los hombres de trajes multicolores; no se les podría haber dicho que no lo hiciesen. De cualquier modo, eso ya había pasado. Taverner estaba muerto.

Este pasaje probablemente no os sugiere ninguna cosa en particular, excepto una legal determinación del juicio de alguien culpable o considerado culpable. No está claro si Taverner ha cometido de hecho un crimen o simplemente se cree que ha cometido algún crimen. Yo tuve la sensación de que era culpable, pero que era una tragedia que tuviese que ser asesinado, una triste tragedia terrible. En la novela, este sue?o hace a Felix Buckman empezar a llorar, y entonces se encuentra con el hombre negro en la gasolinera nocturna.
Meses después de que la novela se publicase, encontré la sección de la Biblia a la que se refiere este sue?o. Es Daniel, 7:9:
...fueron colocados tronos y un anciano de días se sentó: su vestido era blanco como la nieve, los cabellos de su cabeza puros como la lana, su trono de llamas de fuego y sus ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y se extendía delante de él. Millares y millares le servían y una miríada de miríadas estaba de pie ante él. El tribunal se sentó y los libros fueron abiertos.

El hombre del cabello blanco vuelve a aparecer en Apocalipsis, 1:13:
Y en medio de los candelabros al que es como Hijo del hombre, vestido de túnica talar, ce?idos los lomos con un cinturón de oro. Su cabeza y las hebras de su barba eran blancas cual lana blanca, como nieve, sus ojos como llamas de fuego. Y sus pies semejantes al bronce bru?ido, como metales rusientes en la fragua. Y su voz como rumor de hinchado oleaje.


Y después 1:17:

Y viéndole, caí a sus pies como muerto. Y puso su diestra sobre mí, diciéndome: Cese tu temor. Yo soy desde siempre para siempre. Soy asimismo el viviente; y aunque estuve muerto, heme aquí vivo por los siglos de los siglos. Yo tengo las llaves de la Muerte y del Hades. Escribe, pues, lo que has visto, lo que es y lo que va a venir después de esto.

Y, como Juan de Patmos, anoté fielmente lo que vi y lo puse en mi novela. Y era verdad, aunque en su momento no supe a quién se refería esa descripción:
...él se fijó en el rostro de uno: una vieja cara redonda, un terrible hombre viejo con rizadas cascadas de barba negra. Qué poderosa nariz tenía. Qué facciones más nobles. Tan cansado, tan serio, tan lejos de los hombres corrientes. Evidentemente era un rey.

Sin duda era un rey. Es el mismo Cristo retornado, para juzgar. Y eso es lo que hace en mi novela: Él juzga al hombre encerrado arriba en la oscuridad. El hombre encerrado arriba en la oscuridad debe ser el Príncipe del Mal, la Fuerza de la Oscuridad. Llamadlo como queráis, su hora ha llegado. Fue juzgado y condenado. Felix Buckman pudo llorar la tristeza de esto, pero sabía que el veredicto no podía ser discutido. Y así pues él siguió cabalgando, sin dar la vuelta o mirar atrás, oyendo el grito de miedo y derrota: el grito del mal destruido.
Así pues mi novela contenía material de otras partes de la Biblia, aparte de las secciones de los Hechos. Descifrada, mi novela cuenta una historia bastante diferente de la historia de la superficie (en la que no necesitamos introducirnos aquí). La historia real es simplemente ésta: el retorno de Cristo, ahora rey más que sirviente sufridor. Juez más que víctima de un juicio injusto. Todo está dado la vuelta. El mensaje central de mi novela, sin saberlo yo, era un aviso al poderoso: pronto Tú serás juzgado y condenado. ?A quién, específicamente, se refería esto? Bien, realmente no puedo decirlo; o más bien preferiría no decirlo. No lo sé con certeza, sólo tengo una intuición. Y eso no es suficiente para seguir, así que me guardaré mis pensamientos para mí mismo. Pero deberíais pensar qué eventos políticos tuvieron lugar en este país entre Febrero de 1974 y Agosto de 1974. Preguntaos quién fue juzgado y condenado, y cayó como una estrella fugaz en ruina y desgracia. El hombre más poderoso del mundo. Y siento tanta pena por él como lo sentí cuando so?é aquel sue?o. "Ese pobre hombre", dije una vez a mi esposa, con lágrimas en mis ojos. "Encerrado en la oscuridad, tocando el piano en la noche para sí mismo, solo y asustado, sabiendo lo que está por venir". Por Dios, perdonémosle, finalmente. Pero lo que les hicieron a él y a sus hombres ? "todos los hombres del presidente", como está escrito - tenía que hacerse. Pero ya ha pasado, y debería dejársele en la luz del sol de nuevo; ninguna criatura, ninguna persona, debería ser encerrado en la oscuridad eternamente, aterrorizado. Esto no es humano.
Por el tiempo en que la Corte Suprema estaba decidiendo que las cintas de Nixon debían devolverse a la acusación particular, yo estaba comiendo en un restaurante chino en Yorba Linda, el pueblo de California donde Nixon fue al colegio - donde creció, trabajó en el almacén de verduras, donde hay un parque con su nombre, y por supuesto la casa Nixon, simples listones de chilla y todo eso. En mi galletita de la fortuna, tenía la siguiente predicción:
LO HECHO EN SECRETO HALLA
EL MODO DE SALIR A LA LUZ.
Envié el pedazo de papel a la Casa Blanca, mencionando que el restaurante chino se encontraba a una milla de la casa original de Nixon, y decía, "Creo que ha habido un error; por accidente obtuve la predicción del se?or Nixon. ?Tiene él la mía?" La Casa Blanca no contestó.
Bien, como dije antes, un escritor de ciencia-ficción podría escribir la verdad y no saberlo. Por citar a Xenófanes, otro presocrático: "Incluso si un hombre debiera intentar decir la verdad absoluta, ni siquiera él lo sabría; todo está envuelto en apariencias" (fragmento 34). Y Heráclito a?adió a esto: "La naturaleza de las cosas tiene la costumbre de ocultarse" (fragmento 54). W. S. Gilbert, de Gilbert y Sullivan (G&S), escribió: "Rara vez son las cosas lo que parecen; leche desnatada disfrazada de crema." El sentido de todo esto es que no podemos confiar en nuestros sentidos y posiblemente ni siquiera en nuestro razonamiento a priori. Como para nuestros sentidos, entiendo que la gente que ha estado ciega desde su nacimiento y de repente se les ofrece la vista, se maravillan de descubrir que los objetos parecen hacerse cada vez más peque?os según se alejan. Lógicamente, no hay una razón para esto. Nosotros, por supuesto, hemos llegado a aceptar esto, porque estamos acostumbrados a esto. Vemos a los objetos hacerse más peque?os, pero sabemos que realmente ellos mantienen el mismo tama?o. Así pues incluso la persona pragmática de cada día utiliza una cierta cantidad de sofisticados menosprecios de lo que nuestros ojos y oídos le dicen.
Poco de lo escrito por Heráclito ha sobrevivido, y lo que tenemos es oscuro, pero el fragmento 54 es lúcido e importante: "La estructura latente es el amo de la estructura obvia". Esto quiere decir que Heráclito creía que un velo yacía sobre la verdadera estructura. Él también pudo haber sospechado que el tiempo no era de algún modo lo que parecía, porque en el fragmento 52 decía: "El tiempo es un ni?o que juega, juega a las damas; de un ni?o es el reino." Esto es sin duda críptico. Pero también decía en el fragmento 18: "Si uno no lo espera, no encontrará lo inesperado; no va a ser rastreado y ningún camino nos guía allí." Edward Hussey, en su libro escolar Los presocráticos, dice:
Si Heráclito es tan insistente en la falta de entendimiento mostrada por la mayoría de los hombres, sólo parecería razonable que debiera ofrecer instrucciones más detalladas para penetrar la verdad. El discurso de la adivinación enigmática sugiere que algún tipo de revelación, más allá del control humano, es necesario... La verdadera sabiduría, como se ha visto, está íntimamente relacionada con Dios, lo que sugiere que cuanto más avanza la sabiduría un hombre se vuelve como, o una parte, de Dios.

Este fragmento no forma parte de un libro religioso ni de un libro de teología; es un análisis de los primeros filósofos por un catedrático de Filosofía Antigua en la Universidad de Oxford. Hussey deja claro que para esos primeros filósofos no existía distinción entre filosofía y religión. El primer gran salto cuantitativo de la filosofía griega fue de Xenófanes de Colofón, nacido a mediados del siglo VI a.C.. Xenófanes, sin referirse a ninguna autoridad aparte de la de su propia mente, dice:
Un Dios hay, en ningún modo como las criaturas y también sin forma corporal en el pensamiento de su mente. Todo él ve, todo él piensa, todo él oye. Siempre permanece sin moverse en el mismo sitio: sin esfuerzo se mueve ahora para acá, ahora para allá.

Ésta es una concepción sutil y avanzada de Dios, evidentemente sin precedente entre los pensadores griegos. "Los razonamientos de Parménides parecían mostrar que toda la realidad debe ser sin duda una mente," escribe Hussey, "o un objeto de pensamiento en una mente." Leyendo Heráclito específicamente, dice, "En Heráclito es difícil decir cuánta distancia separa los designios de la mente Dios de su ejecución en el mundo, o qué distancia separa la mente de Dios del mundo." El más lejano esfuerzo de Anáxagoras me ha fascinado siempre "Anáxagoras había sido conducido a una teoría de la microestructura de la materia que la hacía, hasta cierto punto, misteriosa para la razón humana." Anáxagoras creía que todo estaba determinado por la Mente. Éstos no son pensadores infantiles, ni primitivos. Discutían asuntos importantes y cada uno estudiaba los puntos de vista de los demás con gran detalle. No fue hasta la época de Aristóteles que sus puntos de vista se redujeron a lo que podemos inteligentemente - pero de forma equivocada - clasificar como básico. La suma de gran parte de la teología y filosofía presocráticas se puede establecer como sigue: El Kosmos no es como parece ser, y lo que probablemente sea, en su nivel más profundo, es exactamente lo que el ser humano es en su nivel más profundo - llámalo mente o alma, es algo unitario que vive y piensa, y sólo parece ser múltiple y material. Gran parte de este punto de vista nos llega a través de la doctrina del Logos observada por Cristo. El Logos era tanto aquello que pensó, como la cosa que fue pensada: pensador y pensamiento unidos. El universo, entonces, es pensador y pensamiento, y puesto que somos parte de éste, nosotros, como humanos, somos, en el análisis final, pensamientos y pensadores de esos pensamientos.Así pues, si Dios piensa en Roma hacia el 50 d.C., entonces Roma hacia el 50 d.C. es. El universo no es un reloj de arena y Dios la mano que lo voltea. El universo no es una reloj que funciona con baterías y Dios la batería. Spinoza creía que el universo era el cuerpo de Dios extendido en el espacio. Pero mucho antes que Spinoza - dos mil a?os antes que él - Xenófanes había dicho, "Sin esfuerzo, él usa todas las cosas mediante el pensamiento de su mente".
Si cualquiera de vosotros ha leído mi novela Ubik, sabe que la misteriosa entidad o mente o fuerza llamada Ubik comienza como una serie de baratos y vulgares anuncios y termina diciendo:
Yo soy Ubik. Yo existo desde antes de que el universo existiese. Yo hice los soles. Yo hice los mundos. Yo creé las vidas y los sitios que habitan; Yo los moví allí, Yo los puse allí. Ellos hacen lo que Yo digo, ellos hacen lo que Yo les ordeno. Yo soy la palabra y mi nombre nunca es pronunciado, el nombre que nadie sabe. Me llaman Ubik pero ése no es mi nombre. Yo soy. Yo seré siempre.

A partir de esto es obvio quién y qué es Ubik; él específicamente dice que es la palabra, lo que viene a ser, el Logos. En la traducción alemana, se da uno de los más maravillosos lapsos de correcto entendimiento que me he encontrado; Dios nos asista si el hombre que tradujo mi novela Ubik al alemán fuese a hacer una traducción del griego koine al alemán del Nuevo Testamento. Él lo hizo correctamente hasta que llegó a la frase "Yo soy la palabra". Esto le descolocó. ?Qué puede querer decir el autor con esto? debió preguntarse, obviamente sin haberse encontrado jamás con la doctrina del Logos. Así que hizo un trabajo de traducción tan bueno como pudo. En la edición alemana, la Entidad Absoluta que hizo los soles, hizo los planetas, creó las vidas y los lugares que habitan, dice de sí misma:
Yo soy el nombre marcado.

Si hubiese traducido el Evangelio según San Juan, supongo que habría sido algo así:
En el principio existía el nombre marcado; y el nombre marcado estaba con Dios; y el nombre marcado era Dios.

Podría parecer que no sólo os traigo felicidades desde Disneyland sino de Mortimer Snerd. Ése es el destino de un autor que esperaba incluir temas teológicos en sus escritos. "El nombre marcado, entonces, estaba con Dios en el principio, y a través de él todas las cosas llegaron a ser; ni una sola cosa de cuantas existen ha llegado a la existencia sin él". Así que tiene nobles ambiciones. Esperemos que Dios tenga sentido del humor.
O debería decir, Esperemos que el nombre marcado tenga sentido del humor.
Como ya dije anteriormente, mis dos preocupaciones en mi literatura son "?Qué es real?" y "?Qué es el hombre auténtico?". Estoy seguro de que podéis ver que no he podido responder a la primera pregunta. He estado usando la intuición de que de algún modo el mundo de la Biblia es una zona literalmente real pero velada, inmutable, oculta de nuestra vista, pero alcanzable para nosotros mediante la revelación. Esto es todo lo que he alcanzado - una mezcla de experiencia mística, razonamiento y fe. Me gustaría decir algo acerca de los rasgos del hombre real, también; en esta aventura he obtenido respuestas más plausibles.
El ser humano auténtico es uno de nosotros que instintivamente sabe lo que no debe hacer, y, además, se opondrá a hacerlo. Se negará a hacerlo, incluso si esto conlleva graves consecuencias para él como para aquellos a quienes ama. Éste, para mí, es el definitivo rasgo heroico de la gente normal; ellos dicen no al tirano y con calma acogen las consecuencias de la resistencia. Sus actos pueden ser peque?os, e incluso casi siempre desapercibidos, sin se?al en la historia. Sus nombres no son recordados, ni estos auténticos humanos esperaban que sus nombres fueran recordados. Veo su autenticidad en un modo extra?o: no en su desgana al realizar actos heroicos sino en sus negativas silenciosas. En esencia, ellos no pueden ser obligados a ser lo que no son.
El poder de las realidades falsas golpeándonos hoy - esas mentiras manufacturadas deliberadamente nunca penetran en el corazón de seres humanos de verdad. Observo a los chicos viendo la televisión y lo primero que me preocupa es lo que les están ense?ando, y entonces me doy cuenta, Ellos no pueden ser corrompidos o destruidos. Ellos observan, ellos escuchan, ellos entienden, y, entonces, donde y cuando es necesario, ellos rechazan. Hay algo enormemente poderoso en la habilidad de un ni?o de evitar lo fraudulento. Un ni?o tiene el ojo más claro, la mano más firme. Los vendedores, los promotores, están atrayendo la lealtad de estas peque?as personas para nada. Es verdad, las compa?ías de cereales pueden ser capaces de vender grandes cantidades de copos para el desayuno; las cadenas de hamburguesas y perritos calientes pueden vender cantidades infinitas de unidades de comida rápida irreal a los ni?os, pero el profundo corazón late firmemente, sin ser alcanzado ni manipulado. Un chico de hoy puede detectar una mentira más rápido que los más sabios adultos de hace dos décadas. Cuando quiero saber qué es verdad, pregunto a mis hijos. Ellos no me preguntan; yo me vuelvo a ellos.

Un día mi hijo Christopher, de cuatro a?os, estaba jugando ante mí y su madre, nosotros, los dos adultos, comenzamos a discutir la figura de Jesús en los Evangelios Sinópticos. Christopher se giró hacia nosotros un momento y dijo, "Yo soy un pescador. Pesco por el pescado". Estaba jugando con una linterna de metal que alguien me había regalado, que yo nunca había usado... y de repente me di cuenta de que la linterna tenía forma de pez. Me pregunto qué pensamientos estaban siendo colocados en el alma de mi peque?o ni?o en ese momento - y no colocados por vendedores de cereales o caramelos. "Yo soy un pescador. Pesco por el pescado". Christopher, a la edad de cuatro a?os, había encontrado la se?al que yo no encontré hasta que tenía cuarenta y cinco a?os. El tiempo se está acelerando. ?Y a qué fin? Quizá nos lo dijeron hace dos mil a?os. O quizás no fue hace tanto; quizás es una ilusión el que haya pasado tanto tiempo. Quizás fue hace una semana, o incluso hoy hace un rato. Quizás el tiempo no sólo se está acelerando; quizás, además, va a terminar.

Y si lo hace, los paseos en Disneylandia no volverán a ser lo mismo. Porque cuando el tiempo se acaba, los pájaros y los hipopótamos y leones y ciervos de Disneylandia no serán nunca más imitaciones, por primera vez, y un pájaro real cantará.

Gracias.

PHILIP K. DICK