Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Beber por la mañana

Conocí a Seamus Heaney hace unos años, en Hay, en Gales, y nos reímos mucho (ya lo he contado en este blog: http://www.hotelkafka.com/blogs/rafael_reig/?p=106)

Cuando me enteré de que venía a Madrid le pedimos Eduardo Vilas y yo a Jordi Doce a ver si podíamos ir a tomar algo con Seamus.  A pesar de que Seamus estaba muy ocupado, Jordi hizo lo imposible y consiguió que nos recibiera para tomar un café, el viernes a las once de la mañana.

Al final no fue un café, sino varias cervezas y cuatro o cinco whiskies cada uno.

Seamus es tal y como uno se imagina a un gran poeta: muy cordial, desinteresado de las ideas generales y atento a los detalles específicos, a cómo funcionan los instrumentos o cómo se llaman las plantas y los pájaros, en qué clima se dan mejor qué frutas o cómo se guisan unas lentejas.

I moved like a double agent among the big concepts

Escribió en un poema, como si dijera:  me movía como un doble agente entre los grandes conceptos.

Para un poeta, creo yo, los grandes conceptos son territorio enemigo, en el que está infiltrado, con una identidad que es una tapadera. 

Sin embargo, es un agente doble, el poeta trabaja al mismo tiempo para las ideas y para las cosas, para el espíritu y la materia, para la emoción y la razón… y engaña a sus dos superiores, oculta siempre datos, filtra noticias falsas, información manipulada:

An adept at banter, I crossed the lines with carefully

enuntiated passwords, manned every speech with checkpoints

and reported back to nobody.

Como si dijera, más o menos:

Adicto al engaño, cruzaba las líneas enemigas pronunciando

con cuidado contraseñas, colaba cada discurso a través de los puestos de control,

y luego jamás enviaba ni un sólo informe.

El clásico agente doble, el poeta, con dos lealtades opuestas, fiel a ambas, y también traidor a ambas, el que atraviesa fronteras con identidad fingida y mensajes cifrados, el que sirve al espíritu y a la materia al mismo tiempo, al cuerpo y al alma, y engaña a los dos, por fidelidad a ambos, y hace contrabando entre uno y otro, cruzando las líneas enemigas cargado de palabras ambiguas, vende a la materia los mapas secretos del espíritu, le entrega a la emoción los planes de campaña de la razón: es el impostor inevitable, que nunca sabe en qué momento va a ser descubierto.

El poeta, ya lo sabíamos, es un fingidor, como decía Pessoa.

Finge tão completamente

Que chega a fingir que é dor

A dor que deveras sente.

(Finge tan completamente

que llega a fingir que es dolor

el dolor que siente de verdad).

Acudimos, pues, a la cita, y le llevamos de regalo una botella de sidra, en recuerdo de aquella espicha (o similar) en la que nos conocimos, y de su spigot. 

Nada más llegar, su mujer preguntó si habíamos estado en el recital que dio la tarde anterior.

-Esto… hombre, Seamus… dos horas de poesía en inglés… tú comprenderás… el caso es que me dio pereza -tuve que confesar.

Me dijo, riéndose, que era lo natural, y que no se explicaba cómo había ido tanta gente.

-¿Los hipnotizaste o algo? -le pregunté.

-No te sorprenda… sé más cosas de las que parece…

Tras las primeras cervezas, decidimos pasarnos al whiskey.

¡Ese resplandor de beber por las mañanas! ¡Esa felicidad!

Nos tomamos no recuerdo cuántos, más de cuatro cada uno. Marie, Mrs. Heaney, bebía chinchón seco.

Como allí no tenían ni un solo whiskey irlandés, tuvimos que tomar Scotch, con gran disgusto de Seamus.

Hablamos de esos cosas que uno habla con los poetas: de cómo se regatea en las ferias de ganado, de la emperatriz del Japón, de si compensa o no hacerse un traje en un sastre (según Seamus sí; el llevaba uno, que se empeñó su mujer en que se lo hiciera; y oyes, como nuevo, desde hace quince años); de si es mejor el Jameson o el Bushmills; de si, cuando va el servicio secreto porque tienes una visita importante, los agentes especiales te limpian o no el baño (parece que sí, lo dejan impecable); de quién paga la siguiente ronda, del canto V de la Eneida, de la importancia de echarse la siesta a diario y, cómo no, de cuál de las dos chicas del fondo estaba más buena. 

Eran jóvenes, iban vestidas como se visten las jóvenes. Parecían intercambiables una por otra.

Yo aposté por la morena, pero admití que estoy tan viejo que ya no distingo entre jóvenes. A mi edad, para saberlo, tendría que verlas sin ropa. 

Luego resultó (esas casualidades que inevitablemente se producen a partir del tercer whiskey) que Seamus frecuentaba en Boston los mismos bares que yo.

Hubo que pedir otro, para celebrar tantísima casualidad.

 

Con Seamus Heaney

Con Seamus Heaney

 

En nuestra evocación sentimental de la ruta de bares de Boston, se me ocurrió mencionar el No Name’s.

-¡Pero ahí servían comida! -se escandalizó Seamus.

-Hombre, de vez en cuando entra hambre, ¿no, Seam? -intentó contemporizar Edu Vilas.

-Yo no soy partidario -se enfurruñó Seamus.

Lo fuera o no, ya era la hora de comer, así que nos despedimos. Seamus subió a su habitación para traernos un regalo: un CD de Pipes & Poetry o algo así (Poesía y otras gaitas), en el que él recita poemas y unos gaiteros le dan a lo suyo.

Deseando oírlo estoy, ya te digo.

Fue una magnífica mañana. Gracias a Seamus y a Jordi Doce.

Esa tarde volví a leer Personal Helicon, un poema de Heaney que me gusta mucho.

¿Importa saber que en el monte Helicón estaban las musas y que se refiere a cuál es la fuente de su poesía? ¿Es eso lo que quiere decir? Da lo mismo. Como decía Octavio Paz (un autor muy sobrevalorado, según Seamus): un poeta no quiere decir: dice. Tampoco importa demasiado saber que también hay un legendario río Helicón, que se sumerge bajo tierra. Para eso hay enciclopedias, ¿no?

As a child, they could not keep me from wells
And old pumps with buckets and windlasses.
I loved the dark drop, the trapped sky, the smells
Of waterweed, fungus and dank moss.

One, in a brickyard, with a rotted board top.
I savoured the rich crash when a bucket
Plummeted down at the end of a rope.
So deep you saw no reflection in it.

A shallow one under a dry stone ditch
Fructified like any aquarium.
When you dragged out long roots from the soft mulch
A white face hovered over the bottom.

Others had echoes, gave back your own call
With a clean new music in it. And one
Was scaresome, for there, out of ferns and tall
Foxgloves, a rat slapped across my reflection.

Now, to pry into roots, to finger slime,
To stare, big-eyed Narcissus, into some spring
Is beneath all adult dignity. I rhyme
To see myself, to set the darkness echoing.

 

Nos viene siendo (siento que no me ayude Jordi Doce… SOS, amigo):

De niño nadie podía apartarme de los pozos

y las bombas de agua con cubo y con polea.

Amaba el vacío oscuro, el cielo atrapado, los olores

a algas, a hongos, a musgo húmedo.

Había uno en un patio con una tapa de madera podrida.

Me encantaba el ruido repentino cuando un cubo

caía de golpe hasta el final de la cuerda,

tan profundo que no se veía ningún reflejo.

Había otro, poco hondo, tapado con una piedra,

que florecía como un acuario.

Si arrancabas las enormes raíces del fango suave,

una cara blanca flotaba en el fondo.

Otros tenían eco, te devolvían tu propia voz,

con una nueva música más clara.  Y había uno

que me daba miedo, porque allí, surgida de los helechos

y las hierbas gigantescas, una rata cruzó por encima de mi reflejo.

Ahora ya, escarbar en las raíces, manosear el barro

y quedarse extasiado, como Narciso, ante un estanque,

está más allá de toda dignidad adulta. Escribo poesías

para verme a mí mismo, para hacer que la oscuridad me responda con el eco.

¿De dónde viene la inspiración del poeta? ¿Cuál es su monte Helicón privado?

El fondo del pozo, el reflejo en el fango, el eco que devuelve la propia oscuridad al mirarse en ella.

¿Y para qué escriben los poetas?

Para disimular, siendo adultos, con cierto aire de dignidad, y poder seguir metiendo las manos en el barro, revolviendo las charcas en las que uno ve su reflejo (alguna vez atravesado por una rata que huye).

Comments (13)

Eugenio Sánchez Bravofebrero 10th, 2009 at 15:31

Estos artículos tuyos son lo que más me satisface de todo internet. Gracias por ese hermoso poema de Heaney

el_situacionistafebrero 10th, 2009 at 15:48

Y de uno al otro y del otro al uno. Estoy con Eugenio. ¿Y ahora qué escribimos nosotros en nuestros blogs?

Janderfebrero 11th, 2009 at 12:52

Foxgloves = dedaleras, don Rafael, que son más interesantes (y tóxicas) que las simples hierbas ;-P

Anónimofebrero 11th, 2009 at 15:43

Bonitos los poemas, se te da bien escribir, pero no puedo evitar pensar que a veces pareces un poco capullo (no sé si será cosa de los escritores, que aún te duraba la borrachera mañanera cuando escribiste la entrada o que el bigote no te deja ver más allá de tus narices). Ojalá leyese tu blog alguna de las chicas a las que examinabais para ver cuál estaba más buena, ya verías qué ilusión les hacía. A mí los viejos con bigote también me parecen todos intercambiables, fíjate tú que cosas.

Blasfebrero 11th, 2009 at 19:35

??¡Ese resplandor de beber por las mañanas! ¡Esa felicidad!?
¡Hombre!, veo que no es del todo malo ser poeta si permite esas revelaciones.
Nací en tierra de bebedores. Y me consta que de bebedores poetas al menos desde Gonzalo de Berceo. Aún se practica echar unos vinos (o chatos, chatear allí no es nada virtual, o chiquitos, o potes?) antes de comer, nada más salir del trabajo. El mismo rito se perfecciona por las tardes. Como mucha gente trabaja en bodegas tampoco perdona el tintorro con el bocata o la merienda. O si están trasegando (cambiar el vino de barrica) a menudo los más sensibles sufren las consecuencias de la evaporación etílica.
Pero ??¡Ese resplandor de beber por las mañanas! ¡Esa felicidad!? me ha recordado el aperitivo de las mañanas. En Francia es también una costumbre insoslayable.
Pero ese resplandor, esa felicidad es inigualable con nuestro sol en una mañana de domingo con vermú de grifo o un Dry Martini casero traspasado por los rayos solares.
(Este comentario no es apto para abstemios, es decir, según el propio sentido literal del término, para los no bebedores de vino).

Adolfo Cuetofebrero 11th, 2009 at 22:21

¿Sabías que SH tiene casa en Salinas (Avilés), donde suele pasar temporadas -los veranos, por ejemplo, si no me equivoco…? Ahora dudo de si la casa es suya o de una hermana, o cuñada, o qué sé yo…

Saludos cangueses,

Adolfo

Juliánfebrero 11th, 2009 at 22:26

Al leer esta entrada me he ido a buscar «Wintering Out» en la estantería, y ha sido imposible no pensar en Brian Hughes, traductor de Seamus Heaney, especialista en su obra y una de las primeras personas en España en dedicarle atención. Hace más de cinco años de su muerte. Más de 15 años que fue mi profesor. Ignoro cuántos de mis compañeros de facultad (espero que muchos) siguieron esa pista que Brian nos dejó, pero seguro que casi todos pueden imaginárselo en una reunión como la que describe Rafael Reig: con Seamus Heaney, compartiendo la invención de la vida, o la vida de la invención, o unas cañitas (¿no es todo lo mismo?). Valga este comentario como un brindis en su memoria.

rafaelreigfebrero 12th, 2009 at 11:15

Gracias a ti, y por supuesto a Heaney, amigo Eugenio.
Gracias, situacionista.
¿Cree usted que no lo sé o que no tengo a mi alcance un diccionario? Hombre, claro que lo sé, pero yo no uso la palabra dedaleras, que para mí no dice nada. Es una traducción un poco libre. Gracias de todas formas.
¿Así que a usted le parezco un poco capullo? Pues bueno. No diré, porque no soy como usted, lo que me parece usted a mí.
Muy de acuerdo, Blas, y un abrazo.
Sí lo sabía, pero le pregunté y me dijo que ya apenas iban por allí. Un abrazo, paisano.
No conocí a Brian Hughes, pero me alegro de que le recuerde aquí con cariño y me sumo al brindis por su memoria. Un abrazo, Julián.

Anónimofebrero 12th, 2009 at 11:31

Digo que me parece capullo por la forma que tiene de hablar de las mujeres, en este caso de las chicas jóvenes que miraban a ver cuál estaba más buena, que como le parecían intercambiables tendría que haberlas visto desnudas para distinguirlas. ¡Pues vaya conversación más interesante! Es ud todo un caballero, desde luego, no como yo.

Janderfebrero 12th, 2009 at 13:10

No era por ofender, hombre, no se me ponga usted así. Yo lo decía porque para mí sí es relevante que sean dedaleras y no una hierba cualquiera: porque son indicativas del clima y el paisaje (tal vez porque yo procedo de un lugar donde abundan), por sus propiedades tóxicas, sus efectos sobre el corazón y la visión. No sé, en mi lectura del poema parecía relevante, tenía la impresión de que el poeta había puesto «foxgloves» por algo. Obviamente su lectura no es esa, disculpe.

Belénfebrero 12th, 2009 at 16:35

Hommbre, tu admirado Heaney. Enhorabuena.

Carlosfebrero 13th, 2009 at 3:00

Justo ahora voy a Wally’s Cafe. Asi que no name’s, eh? Me lo apunto. Venga, dame otro par de nombres, si no de los que frecuentaba usted, de los de Heaney, por puro fetichismo (tiene su dificultad lo de escribir sin acentos, parezco Perec).

Anónimomarzo 1st, 2009 at 17:12

Hace tiempo que quiero agradecerte que tengas la elegancia y el respeto de traducir los textos de su idioma original al castellano.
Un saludo

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