Rafael Reig, blog, escritor, novelista, literaturaPues aquí pondré lo que se me vaya ocurriendo. Poca cosa, en general. Lo primero que se me pase por la cabeza. Lo que lea por ahí y lo que me cuenten en la barra de los bares o los amigos. Y si alguien quiere poner algo también, estupendo: no censuraré ningún comentario. Corrijo: sólo permitiré que se publiquen los comentarios que a mí me dé la gana y no daré ninguna explicación al respecto

Rumbo a Piles

Dentro de un rato me montaré en el Auto-Res y esta tarde ya me tomaré un whisky a la orilla del mar en Piles. Allí tengo el sombrero que me regaló el tío Cabut, los bastones de mi padre (a los que, por mis malos pasos, ahora les doy bastante uso), una buena edición inglesa de Gibbon, una máquina de escribir Olympia, un tablero de ajedrez y una reserva de whisky.

¿Qué más puede necesitar un ser humano razonable, que no sea presa de una ambición desordenada?

No se me ocurre, por más vueltas que le doy.

Por si acaso, me llevo el Amadís de Gaula.

Fuimos a despedirnos de Virginia y Borja, y sobre todo de Jerónimo, mi amigo Jerry.

Allí estaban Jose Hamad y Eduardo inculcando vicios al chico, porque saben que un vicio es lo único que hace compañía de verdad.

 

 

Y abajo está Jerry que parece que ha encontrado mejor compañía que la del tabaco.

 

Parece que Jerry le hacía mucho más caso a Zoa que a Jose.

Me pregunto por qué.

Como manda el reglamento, mantuvimos esos divertidos diálogos que son obligatorios en la sierra cuando vienen amigos de la ciudad.

Los que venían de Madrid (Esther y Jose, y Jose y Zoa) comentaban qué tiempo tan agradable teníamos nosotros en Cercedilla.

El equipo local, poseedor de tesoros atmosféricos entonces está obligado a responder que, por las tardes, se agradece una rebequita, y que, por la noche, dormimos con manta.

El reglamento obliga a los visitantes a manifestar asombro y envidia, ante lo cual los locales deben jugar al contragolpe, forzando un poco la mano: dos mantas, como te lo digo, o un edredón de plumas. ¿Qué me dices?, se estupefaccionan los locales y siempre una de las damas debe poner como testigo a su distraída pareja:

-Que te lo diga éste.

-¿El qué le digo?

-Qué dormimos con manta.

-¿Quieres que les diga que dormimos con manta?

-¡La pura verdad!

-?sta es que es un poco exagerada.

-?ste es que no se entera: anoche saqué la manta de invierno, pero éste estaba roncando.

En esta fase del encuentro el protocolo exige para las parejas el tratamiento en demostrativo. Una pareja que no se hable de «éste» y «ésta» provoca desconfianza, como si ocultaran algo. Ni son trigo limpio ni se quieren de verdad de la buena si se llaman «cariño» y otras bobadas: el demostrativo es la única etiqueta admitida por el amor verdadero.

La única oportunidad de los visitantes, llegados a este punto, es un juego nostálgico por la banda izquierda:

-Anda que, en Madrid, ahora mismo  ¡cómo estarán los pobres!

-Ya te digo, no se podrá ni respirar.

-Porque aquí hace un poco de calor, o sea que allí abajo se deben de caer los pájaros.

-Ya te digo, a cuarenta o más grados.

Se van creando ocasiones de gol, pero es peligroso: siempre llega ese punto en el que los visitantes parecen preguntarse: ¿y qué hacemos aquí, con lo a gusto que estaríamos en Madrid, que no hay tantos bichos ni tantas piedras y los bares tienen aire acondicionado?

Pero ese momento mortal pasa pronto, se tiene la fiesta en paz, y al final, después de comer, con los whiskies, podemos echar unas partidas de ajedrez.

Borja con blancas, José con negras.

 

Borja otra vez con blancas y yo con negras.

Si perdí debió de ser por distraerme mirando a Zoa, ¿verdad?

 

Comments (8)

Kevin C. Gonzálezjulio 10th, 2012 at 14:19

¡Qué envidia! Estoy cansado de jugar solo al ajedrez -silencio incómodo- además debo reconocer que el entorno, pintoresco, en que jugabas, favorece la postal.

Gracias por brindarnos estos ‘trocitos’ de realidad.

Saludos.

vixentejulio 11th, 2012 at 16:13

Joer Rafa con lo bien que se está en Cerce, durmiendo con tu mantita y viendo la hermosa estatua de Paco Fernandez Ochoa y te vas al Levante a pasar calor. Por cierto a ver si nos deleitas algún día con una entrada sobre Esperanza Aguirre.

Marcosjulio 12th, 2012 at 23:11

Y yo a mi tierra.
Si te estiras hasta Denia, luego son solo cinco horas de ferry; sin fumar, sí, pero la recompensa sería luego grande: piscina bautismal de pedrojete, herbes dolçes, quinceañeras alemanas con los tobillos tatuados… Tú mismo.
Abrazos.

Microalgojulio 13th, 2012 at 11:01

Mi novia y yo nos tratamos de cari (así, en exagerada cursiva) cuando tenemos intención de comenzar una guerra.

Microalgojulio 17th, 2012 at 13:04

Por su culpa culpita estoy buscando cosas de Lope de Vega para leer (sí, esas que uno no se leía en el bachillerato porque estaba todo el día o bien pensando en el baloncesto o bien follando en pensar).

Por cierto, hoy he escuchado a la Sáenz de Santamaría (lo largaron por la SER, claro), y se le ha escapado la palabra «funcionario» cuando quería decir «miembro del congreso». Para castigar a los malos, claro. Mmmm, no doy con el podcast. Si lo encuentro, se lo mando para que se ría un rato.

Microalgojulio 19th, 2012 at 12:16

Ah, no, fue Cospedal, pero no doy con ello, de todas formas. Pena.

Juan Vicentejulio 30th, 2012 at 17:52

No sé si viene a cuento, pero el artículo del sábado en el ABC CULTURAL fue magnífico. No entendí muy bien lo del garrafón Pérez-Reverte, pero salvo eso, lo demás, todo, fue genial.

rafaelreigjulio 31st, 2012 at 12:59

dios… tobillos tatuados!!!! Lo pensaré muy muy seriamente. Gracias, besos a tus chicas.

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