David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


El Evangelio según Rato

Si sumamos los sueldos conjuntos de toda la fabulosa fauna de directivos y consejeros de los bancos, nos sale una cifra acojonante, casi inconcebible, con la que fácilmente podría ponerse en pie este país y parte de otro. No obstante, hay que tener en cuenta que esta cantidad estratosférica la reciben en pago a una labor cuyo fruto ha sido un desastre en términos generales y un chiste si los examinamos de uno en uno. No es tan fácil como parece tirar abajo esa entelequia conocida como sistema financiero, hace falta mucha dedicación, mucho talento. Desde 1929 la banca no perforaba hasta el subsuelo pero los records, como dice Woody Allen, están para superarlos. Cuando parecía que nada podía hacer sombra al centenario del Titanic, va Schettino y pone un trasatlántico de culo.

Las diferencias entre ambos naufragios saltan a la vista: el capitán del Titanic se hundió con un ancla al cuello mientras que a Schettino le faltó tiempo para coger los remos, anticipando el heroico sacrificio de Rato al cambiar banca por barca. En la crisis de 1929 eran los banqueros quienes se lanzaban por la ventana en caída libre, pero casi un siglo después ya han aprendido a arrojar a los clientes en su lugar, que siempre ha habido clases.

Mientras los ricos (entrenándose para la difícil prueba evangélica de colar un camello a través del ojo de una aguja) nadan y guardan la ropa y hasta vuelan, los pobres, apenas intentamos elevarnos diez centímetros, nos estrellamos contra el suelo recibiendo todo el golpe en la jeta. Nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y nos lo dice la misma banda de juerguistas que ha dirigido un país como si no existiera el mañana, administrando ministerios, comunidades, ciudades y pueblos a ritmo de charlestón. Se calcula que algunos ayuntamientos tardarán siete mil años en pagar sus deudas, más o menos lo mismo que nos costó pasar del sistema del colchón al sistema financiero.

El sistema financiero no lo entiende ni Cristo, bueno, Cristo sí, porque ya advirtió en una curiosa parábola que ??al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene se le quitará hasta lo poco que tiene?. Cristo sabía que a los Rato y los Goirigolzarri nunca les faltará de nada. De hecho, Goirigolzarri se jubiló con un ERE para él solo y dicen que Rato tiene derecho a una indemnización millonaria por haber dejado Bankia hecha una braga. Ni siquiera Marx adivinó que el capitalismo y el comunismo se darían la mano cuando se repartiera no el queso sino los agujeros. Hay que ayudar a los banqueros porque de ellos es el queso de los cielos.