El experimento azul (3)
Definitivamente mis compañeros (o contrincantes) de juego han enloquecido. Carlos anda saltando por los tejados, huyendo (o escapando) de los loqueros, y Vanessa está intentando comunicarse con el espÃritu del detective muerto (o difunto) a través de sus gatos. Pobrecillos, dan un poco de lástima. Y pensar que un dÃa fueron escritores serios. Bueno, la verdad es que Carlos no, Carlos nunca fue serio. Pero una cosa es andar (o caminar) con un pañuelo negro atado a la cabeza como un fan nostálgico de Jethro Tull (o un clon obsoleto) de Ian Anderson) y otra cruzar Lavapiés en pijama de terraza en terraza con una consola Nintendo. Y Vanessa, haciendo de médium con un libro de poesÃa romántica y una lata de sardinas.
Hablando de latas de sardinas, me estoy quedando sin provisiones. Llevo diez dÃas (¿o son once?) atrincherado en el comedor, he atrancado la puerta por dentro y me he puesto tapones de cera en los oÃdos para no distraerme con los gritos de mi novia que ha olvidado la plancha del pelo (¿o era la de la camisa?) y se ha empeñado en recuperarla a toda costa. ¿Cómo puede decir que estoy loco? Si hasta he utilizado la baterÃa del teléfono para adaptarla a la consola y asà no dejar de jugar al Ghost Trick ni un momento. Y para no poner el suelo perdido con los excrementos (o caquitas), voy reciclando las latas de judÃas y mejillones que luego arrojo por la ventana.
 El otro dÃa vino Fernando MarÃas (o un tipo que se hacÃa pasar por Fernando MarÃas), golpeó la puerta y me dijo que abriera de una vez, que el experimento no trataba de esto.
 -Si eres Fernando, tienes que decir la palabra clave â??dije, mientras rebobinaba el tiempo e intentaba salvar por enésima vez a la tonta de la pelirroja.
 -¿Qué palabra clave? â??dijo la voz al otro lado de la puerta.
 -La palabra clave que detendrÃa el experimento.
 -Pero no hay ninguna palabra clave.
 -Ya, pero tú no lo sabÃas. Me preguntaste cuál era la palabra clave. De modo que no eres Fernando.
 -Está muy mal â??oà la voz de mi chica (o de alguien que se hacÃa pasar por ella) al otro lado de la puerta-. A veces le oigo mascullar en armenio.
 -¿Armenio? ¿Ahora sabe hablar armenio?
 -No. Eso es lo peor de todo. Que no tiene ni puta idea de armenio.  Â
 -¡Lista! ¡Que eres una lista! â??grité yo-. ¿Cómo sabes que hablo en armenio sin saber armenio si tú tampoco hablas armenio?
En ese momento volvieron a matar a la pelirroja tonta (o estúpida) y el tiempo volvió a rebobinar (o a ir paâ?? tras). DisponÃa de otros cuatro infinitos minutos. No podÃa perderlos discutiendo.