David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


Memorias de un arbusto

La semana pasada han salido al mercado dos libros repugnantes: una guía del placer para pedófilos y las memorias del presidente Bush. Aunque no lo parezca, son libros complementarios. Uno defiende la tortura como práctica habitual de las fuerzas estadounidenses; el otro es una exaltación del estupro. A riesgo de promocionarlos aun más, vamos a examinarlos.

Las asquerosidades venden, así es. Hay más libros sobre Jack el Destripador que sobre Gandhi. Esa malsana curiosidad por lo más aberrante de la conducta humana es lo que hace que Dostoievski sea infinitamente más interesante que Barbara Cartland. Nabokov dijo que, en cuanto justificación injustificable de un asesino, Raskolnikov le daba ganas de vomitar, pero luego se pasó años y años hurgando en las entrañas de un pervertido enamorado de una cría. A Lolita y a Crimen y castigo las salvan su marchamo de gran obra de arte, una coartada de la que carecen la guía pedófila de Greaves II, la autobiografía criminal de Bush II y Sánchez-Dragó I y sus cotorreos nipones.

 Sin la coartada literaria, los mamotretos de Bush II y Greaves II se quedan en lo que son: simples testimonios de conductas aberrantes. Aunque se trate de una práctica ampliamente extendida en nuestro país, no nos atreveríamos a criticar un libro sin haberlo leído antes. Por suerte, tanto el título como los protagonistas de ambos best-sellers nos eximen de rebozarnos en abominables descripciones de niños maniatados en nombre del amor y de iraquíes ahogados en retretes a mayor gloria de la libertad de Occidente. Basta la solapa del libro y un somero resumen argumental para sentir náuseas.

Decision Points son los recuerdos de un borracho arrepentido que por las noches habla con Dios y que piensa que el mundo está mejor sin Sadam Hussein (excepto quizá Irak). El presidente obsesionado con su papá abandonó Nueva Orleans a la intemperie y arrasó un país entero para cazar a un solo hombre. Aún no se sabe cuántos niños muertos costó la guerra de Irak pero Bush II asegura que si instigó la masacre fue porque lo empujaron y porque lo engañaron con las armas de destrucción masiva. Es ahora cuando dice la verdad, mientras todo lo que le oímos y leímos durante los 8 horribles años de su mandato no es más que literatura de ficción. El libro juega la baza, tan común a los libros de memorias, de intentar extirpar la memoria de todos los que sabemos que el mundo, incluido Irak, estaría mucho mejor sin Bush II. Al lado de semejante empeño, el tratado pedófilo de Greaves II es apenas un chiste de curas. Habla sólo de follar niños, no de borrar del mapa a medio millón para que no sufran.