Tropezando con melones – Blog de David Torres » Blog Archive » Otra vez los gitanos

David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


Otra vez los gitanos

En Europa hay banqueros, políticos, gente y luego están los gitanos, esa raza de bronce y sueño que marcha en carromato por la noche de los tiempos. Los gitanos lucen muy bien en un tablao o en una película de Kusturica pero en la realidad como que sobran. Les quitas la trompeta, la cabra, la guitarra y la falda de volantes y lo que te queda es la mugre de los campamentos, las moscas, la pobreza, la danza, la música. En suma: la diferencia. 

Desde Napoleón, muchos de los grandes visionarios de la política europea (Hitler, Mussolini, Stalin, Franco) han sido enanos, paticortos, saltimbanquis y similares. Como en el colegio tenían que ponerse de puntillas para poder ver algo que no fuese el culo del compañero (no es que pensaran con el culo, es que la cabeza sólo les llegaba hasta ahí), la solución era fabricarse un mundo a la medida, subirse a un palco, borrar a los más altos de las fotos revolucionarias, eliminar etnias enteras. A Sarkozy, que también gasta estatura napoleónica, no le bastan las alzas de los zapatos. Para otear desde los predios de la historia le molesta el humo de los campamentos, la cabra, la trompeta, ese folklore tan poco chic y tan poco autóctono.  

Porque en los carromatos, ya se sabe, sólo crecen criminales. En un carromato errante nació Django Reinhardt, el quinqui de los dedos chamuscados que es el mayor guitarrista del jazz y una de las glorias de Francia. ¿Habrá escuchado Sarkozy en su triste vida de funcionario de puntillas Nuages, esa balada donde la guitarra de Django y el violín de Grapelli trenzan para siempre la luz y la tristeza parisina o le basta con los maullidos de su señora? En Francia, cuando pintan bastos, en lugar de Django, Edith Piaf o el Himno a la alegría cantan La Marsellesa, que es como Paquito el Chocolatero pero a degüello. En Francia, asilo natural de asesinos en masa, de Duvalier al Sha, sobran los gitanos.

No se ha secado aún la sangre de Srebrenica, no se ha disipado aún el humo en los Balcanes, y otros nietos de Hitler â??los Sarkozy, los Berlusconiâ?? vuelven a brotar como setas venenosas en el bosque de las ideas. De las ideas de bombero se entiende, de apagar fuegos con gasolina, de echar leña a la interminable hoguera de la limpieza étnica. 

Lo preguntaba Umbral en estos mismos papeles y por una vez se quedó corto: ¿hay algo más triste que ser gitano en España? Que se lo pregunten a los miles de rumanos y búlgaros que estos días lían el petate y se lanzan otra vez por los caminos del exilio, llorando por bulerías. Qué asco, qué vergüenza. Cuánto ganaría Francia si Woody Allen le escribiera un papelito de comparsa a Sarkozy y le prestara un taburete para que esté a la altura del culo de Carla Bruni.     

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