David Torres, blog, escritor, literaturaTropezando con melones, David Torres  El primer melón me lo encontré en una playa andaluza, un día de verano. El último lo veo cada mañana al enfrentarme al espejo. ¿Qué me dirá ese tipo hoy? ¿Qué inesperados regalos, qué decepciones, qué frescas dentelladas me tendrá reservadas el día?
  Yo no lo sabía pero eso que mis manos agarraban con el ansia de un talonador de rugby era un melón. Es decir, una réplica más o menos ovoide de mi cabeza, la materialización fáctica de una idea en el mundo de los objetos reales.


La mejor defensa es un buen ataque

Ya es la tercera vez que Pedro Bustillo, ex director de un centro de menores, se enfrenta a un juicio por abusos sexuales, y dicen que a la tercera va la vencida. La línea defensa que el acusado ha decidido esgrimir es harto arriesgada: asegura que padece disfunción eréctil, una patología presente en la inmensa mayoría de los violadores y agresores sexuales. Precisamente por eso muchos de ellos echan mano de la violencia y de la sensación de poder que les da tener a su merced una víctima indefensa: para ver si así se levanta el pajarito.

 

Hay otras técnicas de violación que no necesitan siquiera del concurso de los genitales. En Santuario, Faulkner se sacó de la manga a un violador impotente, Popeye, que llevaba a cabo sus fechorías con ayuda de hortalizas e instrumentos caseros. Es célebre la escena en que, en medio del juicio por violación a una muchacha virgen, el fiscal pone encima de la mesa una panocha ensangrentada.

Bustillo demuestra muy poca cultura (y muy poca imaginación) al basar toda su defensa en una teoría de la sexualidad penecéntrica completamente obsoleta. Desde los primeros tiempos del feminismo, el pene ha sido rebajado de dictador absoluto a invitado especial en las relaciones sexuales. Hoy sabemos que el órgano sexual más poderoso, con mucha diferencia, es el cerebro, que ni duerme ni descansa.

No sabemos lo que pasaba por el cerebro de Bustillo cuando invitó a Keita a que se duchase después de trabajar de albañil en su casa. Según la versión de Keita, Bustillo le escondió la ropa, le cogió por el cuello y le forzó. Según Bustillo, se sentaron amigablemente en el sofá y empezaron a toquetearse hasta que la cosa pasó a mayores: una relación consentida por ambas partes. Lo que no explica Bustillo es cómo pudo mantener una relación plena y adulta con un amante ocasional si padece disfunción eréctil. O se había tomado medio kilo de viagra o Keita hizo milagros. En cualquier caso, ante semejante exhibición de potencia sexual, la línea de defensa de Bustillo se viene abajo como un castillo de naipes. O como lo que ustedes están pensando.