Después de ver «El Castañazo»

J. me la había recomendado hace muchos años. En la carcasa veía que era «una de las diez mejores pelis de deporte de todos los tiempos», la cara sonriente de Paul Newman como entrenador de un equipo de hockey sobre hielo, y me imaginaba que sería una de esas pelis repletas de idealismo, heroicidades deportivas, espíritu de superación, a lo Rocky, y pensé, bueno, no será lo más original del mundo, pero seguro que George Roy Hill, (director del golpe), habrá hecho algo interesante.

Pero nada más lejos de la realidad. «El Castañazo» (Slap Shot) es una comedia negra y ácida sobre el deporte, y que contiene algunas de las escenas de deporte mejor rodadas que yo recuerde. Habla de cómo un equipo de hockey encuentra el éxito insultando y pegando a sus rivales, habla de como el hockey sobre hielo es un deporte basado en los guantazos y las peleas, sobre la absurda moral contemporánea que se escandaliza ante un desnudo y jalea la violencia como disciplina olímpica. Me recordó al cacareado «tetazo» de Janet Jackson en la superbowl.

Pero eso no es lo mejor. Paul Newman interpreta a Reggie Dunlop, un entrenador de lo más tirado, de moral dudosa, que manipula y miente, bebe infinitas cervezas, se acuesta con todas las tías que pilla, y lo más importante, lleva chaquetas y pantalones de cuero del mismo color. Dunlop capitanea un equipo de freaks entre los que destacan los Hermanos Hanson, tres gafotas que al salir a la pista empiezan a repartir tortas como panes. No sé si son los personajes acabados y sin esperanza que pueblan la peli, o si se trata de los diálogos y de las situaciones, pero Slap Shot ya tiene más de treinta años y se ha convertido en un clásico de culto. Si tuviera que explicar su éxito, diría que es fácil empatizar con un grupo de perdedores cuyo único objetivo es ir tirando, porque todos tenemos o hemos tenido un momento así, y entendemos perfectamente la sensación.

En la vida, los «losers» no resultan muy atractivos, pero en la ficción, cuentan con toda nuestra simpatía. Será porque no nos pueden pedir pasta.

Además, me sorprendió que una peli que habla de un asunto tan masculino como el hockey, las tortas, las charlas testosterónicas en los vestuarios de los equipos, fuera escrita por una mujer, Nancy Dowd, oscarizada por el guión de «Coming Home». He encontrado una entrevista de la escritora y es muy interesante, un auténtico ejemplo de que las mujeres pueden escribir comedia y sobre deporte, y sobre cualquier tema. Os dejo con algunas palabras de Dowd y os animo a que veáis esta peli tan buena, y sobre todo, tan original y libre.

«Como los fundadores, yo estaba determinada a ser libre. No quería ser una maruja de Connecticut casada con un agente de bolsa que trabajase en Manhattan y pudiera traer el bacon mientras yo criase a niños malcriados que crecerían para repetir el ciclo. En mi infancia en los suburbios en los años 50, ya había visto suficientes amas de casa desesperadas para más de una vida.»

«Para aquellos que os los perdistéis, los 70 fueron una época genial para ser joven y valiente. Las reglas estaban para romperlas: tenías que crearlas en el momento, y usar tu imaginación. Los seguros sanitarios, las multinacionales, la globalización no estaban en en el mapa. Se escondían debajo, claro. Pero la vida estaba ahí, y tenías la oportunidad de hacer lo que quisieras con ella. Había una tremenda sensación de que todo era nuevo y hermoso, si tenías el coraje de llevar a cabo tus ideas. Había una guerra rugiendo al fondo, como hay otra ahora, con la diferencia de que ya a nadie le obligan a ir. La oposición a la otra guerra le había dado a toda una generación la voluntad de romper las reglas.»

«Vosotros convertistéis a Slap Shot en un clásico. No había merchandising cuando se estrenó, y a mi la critica me trató como «el Anticristo cinematográfico», que venía a contaminar el vocabulario de los jóvenes americanos. Pero habéis apoyado a Slap Shot durante treinta años. Habéis comprado los vídeos, los DVDS, habéis llevado los disfraces en Halloween, habéis hecho fiestas de la peli, memorizado las líneas, y os habéis reído y reído. Esa es la auténtica medida de una película, no las cifras de taquilla del primer fin de semana. Cuando un objeto se integra en la cultura popular, cobra vida propia. Gracias a vosotros, la peli está viva. Y para cerrar, evoco las palabras dichas por el inmortal entrenador-jugador Reg Dunlop: «Don’t ever play Lady of Spain again.»