Berlín, primeras impresiones

«El 4 de Noviembre de 1989 500.000 manifestantes se reunieron en Alexanderplatz para pedir reformas políticas. En esa época la RDA estaba perdiendo unos diez mil ciudadanos al día. La hora de la verdad se produjo el 9 de Noviembre de 1989, cuando el Politburó de la RDA intentó dar un giro radical a la situación aprobando los viajes al Oeste. Günter Schabowsky, dirigente del Politburó, anunció la nueva medida en una conferencia de prensa televisada. Un periodista le preguntó cuando entraría en vigor, a lo que Schabowsky, tras consultar incómodamente sus notas y sin saber por qué, dijo equivocadamente «desde ahora mismo». Tras un momento de vacilación, decenas de miles de personas corrieron hasta los puestos fronterizos de Berlín ante la mirada atónita de los guardias, quienes, a pesar de desconocer la noticia, no intervinieron.
Los berlineses occidentales salieron a las calles a felicitar a los visitantes; las lágrimas y el champán corrieron a mares. En medio de fiestas interminables, los Trabants hacían colas kilométricas y miles de personas cantaban a horcajadas del muro despedazado. La Berlín dividida volvía a ser una sola.»

De la Guía de Berlín de Lonely Planet

Hace algunos días llegué a Berlín. Nos encontramos a punto de convertir el turismo en una disciplina olímpica, o bien un videojuego. Estamos llegando al límite de nuestras fuerzas y al tuétano de las guías de viaje y recomendaciones variadas. Lo bonito de viajar es poder ver las grandes y no tan grandes diferencias, y en Berlín especialmente ya que esa diversidad late en cada punto del mapa.

Hace frío, el cielo está cubierto de forma perenne y a los berlineses les gusta la comida sana y desplazarse en bicicleta. Las distancias dentro de la ciudad son enormes. Los edificios de apartamentos suelen tener un patio interior lleno de árboles, donde almacenan sus bicicletas y reciclan su basura en cuatro categorías. Las calles son tranquilas y algo oscuras, el sol cae sobre las siete y media, y cuando arrecia el viento te sientes como en una novela del romanticismo alemán. El transporte público es un enjambre, el S-Bahn cubre la superficie, el U-Bahn el mundo subterráneo, y también hay buses y tranvías de color amarillo. Los olores de Kebab saturan el aire, y la Tv Tower se ve desde el aparmento en el que me quedo, situado en la zona Este, donde es fácil encontrar licor pero difícil encontrar librerías, y donde las pintadas invaden los edificios descascarillados.

Lo que más me gusta de Berlín es la sensación de que esta ciudad se reiventa cada día. La mezcla de la perfección germánica (en el exterior del Bundestag, había unos 50 Audis alineados en diversas gamas de gris) con la irreverencia y la libertad que brillan y sorprenden en cada esquina, en cada bar, en cada tienda, en cada atuendo, en cada graffiti. (Esta misma tarde fotografiamos una pared de un edificio cubierto de zapatos.)

Hoy, con la nostalgia que siempre apareja el agotamiento, me da por imaginarme cómo sería mi vida si ese cielo encapotado fuera mi casa, si mi vida fuera otra y hubiera podido conocer a mi otra mitad a la edad de nueve anyos.

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8 thoughts on “Berlín, primeras impresiones

  1. Leyéndote me han entrado ganas de irme a vivir allí. Cómo narras, chica.

    La caída del Muro fue un impacto mundial tan grande que hasta en la Súper Pop regalaban trozos de pared como si fueran del muro verdadero.

  2. Quedaba mejor el «PolitMuró», que se acerca más a lo que se trabajaba allí.

    Muy bien el viaje, muy bien. Yo siempre he tenido curiosidad por conocer Berlín, sobretodo tras ver «Uno, Dos, Tres». Porque con la de Win Wenders se me pasaron las ganas de ir a Berlín y me entraron las de ir a la cama. Con «Belín año cero» pues tampoco mucho, que no quedaba nada en pie. Pero vale, con la de «Good Bye Lenin» también me volvieron un poco.
    Veo que he visto muchas más películas de Berlín de lo que pensaba.

    En fin, pasadlo bien y apurad esa guía, que os estamos esperando!

  3. Hola Ángela, lo primero decirte que e ncanta tu blog y al igual que ruth, me encanta como narras.
    Este verano estuve una semana en Berlín y me pareció increible. Tiene encanto y lo más curioso es que me manejaba como en mi propia casa, no me resultó nada difícil adaptarme y a veces, creo que hasta entendía el alemán…vamos que podría vivir allí perfectamente. Además es mucho más barato que madrid, verdad?
    un beso, Noelia

  4. Jo que envidia de viaje!
    Siempre he querido ir, pero desde que mi hermana estuvo hace poco, me apetece más.
    Apuntado queda!

    Un beso guapa

  5. Formidables las sensaciones de Ángela en su periplo por Berlín, yo quiero reservarme una habitación en el hotel Kafka a poder ser doble. Después de lo del muro de Berlín, Groucho Marx, revive en sus memorias,el desplome de Wall Street, algo muy actual en estos días de derrumbe y escombros financieros.

    Fueron aquellos años de la Gran Depresión de 1929, segun Groucho Marx,los tiempos dorados de Hollywood, en California se reían de la crisis de Nueva York y de todas las crisis; se vivían días de opulencia, los cinco principales estudios producían casi todas las películas que se estrenaban en el mundo; los productores de entonces derrochaban el dinero que daba gusto, cualquiera que se preciase jugaba al polo que era un juego que causaba furor entre la comunidad cinematográfica. El jefe de aquellos estudios era un tipo formidable, de tal afición que rara vez se le veía sin llevar un mazo de palos de polo bajo el brazo. Frecuentemente una de sus diversiones consistía, en hacerse poner a cuatro patas a uno de sus peores guionistas de su equipo y montado a sus lomos daba unas cuantas vueltas por el plató, al trote más que nada y sin otra intención que mantenerse en forma. Al pobre guionista maldita la gracia que le hacía pasarse el día doblando el espinazo, pero eran gajes del oficio. Por regla general en la ciudad cinematográfica era algo comúnmente aceptado que los escritores que no tenían éxito acabasen haciendo de caballos en las cuadras de la Metro o de la Paramount, según el comediante. Era un capitalismo salvaje aquel que se llevaba al iniciarse la década de los años treinta, por entonces cundió el persistente rumor sobre una pretendida candidatura de Groucho a la presidencia de los Estados Unidos. Por un instante cundió la esperanza de que otro mundo era posible, pero enseguida llegó la decepción, el propio cómico se encargó de desmentirlo con estas palabras: ??Debo admitir ante todo que no soy candidato a nada, me gusta simplemente que se hable de mí?. Después de estas escuetas declaraciones y ante el estupor general decidió retirar su candidatura. En conclusión, piensa el creador del último marxismo, que si hay algo en el mundo que debe ser mejorado, ese algo es sin duda el hombre? De aquí su perplejidad cuando se pregunta ante las novedades automovilísticas que se presentan para la próxima temporada: ??Esa gente de Detroit que es capaz de sacar un modelo nuevo cada año,¿como es posible que nadie se dedique a fabricar un hombre nuevo?
    Y todo esto lo pensó Marx un día en que se hallaba en las calles de Nueva York, sólo, apuesto y elegante y cargado de malas intenciones ? que son las buenas.

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