Salinger y la propiedad intelectual

Pensaban que era un viejo tarado que pasaba de todo. Se equivocaron.

Su ataque judicial ha sido una forma de decir, «No sólo tendrás que esperar a que me muera, sino que encima tendrán que pasar 60 años».

Después de cuatro décadas de silencio editorial, de tres sin conceder ni una sola entrevista, J.D. Salinger ha salido de las sombras para demandar al autor y a la editorial de la secuela «El Guardián entre el Centeno (The Catcher in the Rye)», titulado oportunamente «Coming through the Rye».

De Salinger se dicen muchas cosas. Que se levanta y se bebe su orina. Que estuvo en la Cienciología. Que casi nunca tenía sexo con la madre de su hija. Que es budista. Que sale a cazar y apunta a los extraños con su escopeta.

Eso es lo que pasa cuando permites con tu silencio que los demás hablen por ti. A la gente le encanta hablar.

El 1 de Enero de 2009 Salinger cumplió 91 años. Como dice el interesante artículo, esa es la única certeza. Esa, y su demanda contra el autor, un tal J.D. California, y la editorial sueca Nicotext.

No sé que se les pasa por la cabeza a esta gentuza que pretende hacer una segunda parte de esta obra maestra como si tal cosa. Probablemente pensaron que un viejo que lleva treinta años intentando ocultar su rostro, viviendo con el mismo disimulo que un difunto, pasaría totalmente de reivindicar sus derechos, y que probablemente estaría demasiado ocupado respirando a través de una cánula para darse cuenta de que hay un grupo de gente que pretende explotar su novela y sus personajes sin ningún tipo de escrúpulo.

Me parece estupendo que Salinger les haya puesto firmes. En este mundo en el que las mentiras repetidas se convierten en verdades, y en el que los plagios se permiten por ser lo más común, creo que hacía falta que alguien con la autoridad de Salinger saliera a decir que no, que no da igual. El patrimonio intelectual de un escritor es tanto como su misma integridad. ??Me gusta escribir. Amo escribir. Pero escribo sólo para mí mismo y para mi placer?, le dijo en una entrevista al New York Times en 1974.

Creo que en ocasiones así, todos deberíamos ser un poco como este abuelo gruñón y tarado. Inspirarse, leer, homenajear… vale. Fusilar, no. Es una canallada al autor del original, y también un agravio contra el resto de la gente que intenta hacer su trabajo sin muletas. El plagio es una especie de dopaje intelectual, y nadie debería competir en esas condiciones. Otra forma de verlo es que todo el mundo se dopa, igual que todo el mundo se «inspira». Supongo que es una cuestión de grado. Estamos en el mundo; leemos, vemos, escuchamos. Es imposible que las obras no tengan referentes o parecidos. Pero cuando la fusilada es tan meridiana, es o debería ser un escándalo.

Salvando las distancias, me he acordado de este libro, del que Manuel Hidalgo coordinó la edición. «Otro final» reunió a varios escritores para escribir en forma de relato corto un nuevo desenlace para obras emblemáticas de la historia del cine, como «Casablanca» o «El Ladrón de Bicicletas». No lo he leído y está muy abajo en mi lista. Hay dos formas de verlo. Como una propuesta graciosa, original e interesante, o como una forma banal de sacarle dinero y promoción al esfuerzo intelectual de otros.

Creo que si hay algo que caracteriza a las obras maestras es que no necesitan que nadie las versione o las enmiende. Supongo que todo depende de lo que se considere «homenaje» y de a quién se le rinda ese supuesto tributo.

Ahí tenemos a ese viejo malencarado que le dice al mundo que se meta el homenaje por el culo.

3 thoughts on “Salinger y la propiedad intelectual

  1. Joer, me encanta la foto de Salinguer!! Me recuerda a mi abuelo el día que le prohibieron comer huevos fritos con patatas a diario.

  2. Ole, ole y ole. Una patada en el culo a una industrial editorial demasiado pagada de sí misma. Un verdadero admirador de la obra de Salinger jamás, JAMÁS, tocaría ni un ápice de sus letras. Es un sacrilegio, hombre.

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