ESCRIBIR, DIRIGIR, TOCAR EL PIANO (HOMENAJE A SIDNEY LUMET)

por Ángela Armero

Debido a la triste noticia del fallecimiento del enorme Sidney Lumet, aprovecho para recuperar un texto que escribí después de leer su fantástico libro sobre hacer películas.

Mucha gente cree que las disciplinas creativas no se pueden enseñar o aprender. Los hay que opinan que los talleres de escritura creativa o de guiones no sirven para nada, ni los manuales. El talento no se puede enseñar, en eso les doy la razón, pero creo que sí se puede transmitir una forma común de hacer las cosas. Debido a mis planes, ando leyendo varios libros sobre dirigir y estoy disfrutando mucho.

Al hablar de dirigir hablan también de la importancia de la historia y de cómo ir a favor siempre de lo que se cuenta. Por mucho que se empeñen los directores que no tienen talento para construir historias, el guión es el alfa y el omega del buen cine. Puedo afirmar y afirmo que el sentido visual no sirve para nada si no está al servicio de la narrativa; como decía el anuncio de neumáticos, la potencia sin control no sirve de nada. En vez de seguir atacando a los directores que creen que pueden pasar sin un buen guionista, hablaré un poco más de estos libros.

«Así se hacen las películas», de Sidney Lumet, y «Dirigir cine», de David Mamet. (Ya sé, este segundo es un poco trampa ya que Mamet es antes guionista de director. ¿Pero quién mejor?)

Creo que el libro de Sydney Lumet debería leerselo cualquiera que sienta interés por el cine, y no sólo por el cómo se hace. Contiene reflexiones teóricas, pero también pensamientos muy brillantes y un sinfín de anécdotas que le han pasado rodando las innumerables pelis que ha hecho: con actores, con guionistas, con técnicos y productores.

Lo que más me gusta es que Lumet no ve el trabajo del resto de especialidades como compartimentos estancos. Parece una obviedad, pero todos los elementos de una película tienen que reforzar el tema, apuntar en la misma dirección. Un director no puede hacer la fotografía virada al violeta porque ser el más moderno ni un músico puede imponer una partitura jazzística por las buenas. Lumet explica cómo sintonizar el criterio de todas esas sensibilidades.

«Cada elemento es como una pequeña pieza. La coloreas, le das forma, lo pules lo mejor que puedes. Haces quinientas o seiscientas de esas piezas, quizá un millar. (Con facilidad pueden llegar a un millar las piezas que componen una película.) Luego las pegas literalmente unas a otras y esperas que el resultado sea el deseado. Pero si quieres que el mosaico se parezca a alguna cosa, mejor será que sepas qué pretendes cuando trabajas en cada pequeña pieza.»

Extrapolando estas palabras sobre el proceso de creación de una película a la escritura de un guión, esto se podría parecer mucho a la famosa «idea controladora» de Mc Kee. Tanto éste último, gurú de los guionistas, como Lumet, son muy místicos y verborreicos. Mamet se encuentra en en el extremo opuesto. Sus libros, por lo general, son bastante magros y sintéticos. Y desde luego, en cuanto al hecho de dirigir películas, la opinión del director de «House Of Games» no puede ser más desmitificadora:

«No hay magia en ello. Hay gente más dotada para algunas tareas que otra, dependiendo de su grado de manejo de la técnica y su aptitud para la tarea. Es como tocar el piano. Todo el mundo puede aprender a tocar el piano. Para algunos será muy dífícil, pero pueden aprender. Hay un amplio espectro en medio de gente que puede tocarlo según sus diversos niveles de pericia; muy, muy pocos en la parte superior pueden tocar con brillantez y construir sobre una base técnica una creación artística. Lo mismo se puede decir de la edición de sonido y de la cinematografía. Sólo conocimientos técnicos. Dirigir es una habilidad técnica. Haz tu lista de planos.»

Paradójicamente, lo más interesante de este libro es la insistencia de Mamet en la necesidad de contar en imágenes, algo que muchos directores consideran su trabajo (y de nadie más.) Lo cierto es que esa forma de contar debería empezar en el guión. Además, insiste en restarle importancia algo que muchos erróneamente consideran el hacer supremo de los guionistas, el diálogo.

«El conceptó ya lo estableció Hemingway: «Escribe una historia, quita todas las líneas buenas, y mira si sigue funcionando.» (…) Un buen escritor solo mejora cuando sabe qué cortar, cuando sabe quitar lo ornamental, lo descriptivo, lo narrativo y especialmente las partes más emotivas y sentimentales. ¿Qué queda? Queda la historia. ¿Qué es la historia? La historia es la progresión esencial de incidentes que le pasan al héroe persiguiendo su único objetivo.»

Así que por tanto tenemos a Lumet, un director-director, que ve su trabajo como una hazaña monumental que ha de comprender y trascender al resto de los departamentos de la peli, y a Mamet, que cree que dominando la escritura la dirección es una habilidad técnica más. ¿Qué pasa cuando estos dos mundos chocan?

Pasa «Veredicto Final.»

Esto recuerda Lumet:

«Mamet hizo la primera versión de «Veredicto Final». Mamet siempre deja un montón de cosas sin decir. Su idea es que debe ser el actor, con su interpretación, el que dé la información. Así que rehusó alterar el guión. Vino otra escritora. Era muy brillante. Rellenó simplemente lo que estaba sin decir en el guión de Mamet y se llevó un sueldo nada despreciable». El guión, al llegar a mano de una estrella de las gordas, tuvo innumerables versiones y escritores más. «Después de recibir otra versión más, releí la versión de Mamet y dije que haría la película si volvíamos a ese guión. Lo hicimos. Bastó con que lo leyera Paul Newman y ya estábamos en marcha, a toda máquina».

Escribir, dirigir. En la jerarquía cinematográfica, es habitual sentir el desprecio hacia los escritores, y si se tienen dudas sobre esto sólo hay que pensar en la director-cracia que hace que en este país se conozca más el nombre y el rostro de directores de cortos (como Eduardo Chapero-Jackson) que el de guionistas de cine veteranos como Jorge Guerricaechevarría o el difunto Perico Beltrán. No es tan habitual percibir el desdén hacia la dirección que destilan las palabras de Mamet. Probablemente las dos posturas tienen mucho de injusto y subjetivo y hasta de estéril. Me quedo con lo que dice Lumet: lo mejor que se puede hacer, tanto desde la escritura como de la dirección, es pensar en el trabajo de los demás y sobre todo en la historia que se quiere contar; en contribuir al mosaico con dedicación y sinceridad.

Eso sí, como tenga que hacer mil piezas, casi prefiero aprender a tocar el piano.

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