BAILAR POR EL TECHO

Lo peor de las crisis prolongadas es la sensación de escepticismo y de impotencia que flota en el aire como una nube de polución que no se marcha nunca. En estas épocas un pelete siniestras es muy difícil mantener la ilusión y pensar que somos capaces de cualquier cosa, incluso de caminar por el techo. Pero se puede. Se podía en 1951, en la película «Bodas Reales»:

Y también se podía en este videoclip de Lionel Ritchie, de la canción «Dancing in the ceiling», de 1986, incluida en su tercer álbum de estudio, llamado igual que la canción. Imposible no verlo y sentirse muy bien.

A día de hoy los paseítos de Fred o Lionel pueden parecer bastante tontorrones, ingenuos o pasados de moda, pero quizá se pueda buscar una nueva forma de materializar lo imposible: haciéndolo posible, y de paso crear algo que inspire a los demás a hacer otras cosas asombrosas, como ésta.

Jabbawockeez, 2011.

¿Y a vosotros? ¿Qué trabajos os inspiran?

LA SEMANA

Hemos encontrado estos butacones en la calle.

LUNES: Empecé la semana constatando lo buena que es la serie Isabel en televisión española. Es muy difícil armonizar contenido e historia, es decir, construir tramas y personajes atractivos y que sean, al tiempo, respetuosos y coherentes con la realidad. Además la producción acompaña y los actores están francamente bien. Hay alguno que no me convence pero Michelle Jenner y Ginés García Millán están realmente bien. Un estupendo referente para las series históricas españolas. Espero que siga así de bien.

MI?RCOLES: Pensando que sólo vería «La Voz» cinco minutos, me lo tragué entero. Es un programa muy divertido. Admito que empecé a verlo con la única intención de reírme y de ver, como decía oyejuan en facebook, esto:

Pero ver a cuatro artistas consagrados peleándose por los favores de un desconocido o desconocida me gustó mucho. Es una especie de zoco donde los «couches» se venden y se «pisotean» con bastante gracia, y donde la realidad del formato (las audiciones y actuaciones son a ciegas) admite concursantes con peor pinta de lo que solemos ver en televisión. Y aunque siempre me ha caído como un trueno Melendi, de repente me pareció encantador, con su pelo de pin y pon todo.  ¿Lo vistéis? ¿Qué os pareció? (El programa. Melendi. Lo que sea.)

JUEVES: Vi «Imperium», que me gusta mucho, y el documental «Se busca cómico para película», y me lo pasé muy bien con los dos. Siempre me gusta escuchar a los actores de comedia, especialmente los que vienen de programas de sketches, porque su forma de ver el mundo es muy lúcida, peculiar y no se toman tan en serio a sí mismos (en general) como los actores más serios.

FIN DE SEMANA: Lo único que he hecho hasta el momento ha sido comer como si no hubiera mañana. Os recomiendo el japonés Miyama, en Paseo de la Castellana, 45, (Madrid). Lo mejor, aparte de la comida el sumiller. «Pues sí que tomaron, eh», nos dijo. Viva el sake y viva España, y viva el Rey. Y Honduras también.


ALARMA SOCIAL

Hace pocos días llegaron a la prensa algunas modificaciones que el Ministro de Justicia estudia introducir en el Código Penal. Una de las más llamativas es el concepto del prisión permanente revisable, una versión suave de la cadena perpetua. Pasado un tiempo, entre 25 y 30 años, se revisará cada dos años si el reo merece ser libre o no. Esta medida de aplicara a los casos de genocidio, crímenes de lesa humanidad con homicidio o agresión sexual. «Igualmente, se podrá aplicar a ciertos crímenes que causan especial repulsa social, cuando la víctima sea menor de 16 años o especialmente vulnerable, cuando exista también delito contra la libertad sexual o a los cometidos por miembros de una organización criminal.»
La clave del asunto para mí es el tema de la repulsa o alarma social. ¿Qué crímenes son aquellos que generan más rechazo y movilización por parte de la sociedad? ¿Los más atroces? ¿Los más crueles? No. La alarma social la da el suspense, porque a todos nos intriga una buena historia. Espero que se entienda que no estoy intentando ironizar sobre estos crímenes, sino distinguir por qué son tan llamativos. Creo que ese es el mecanismo que transforma un crimen ordinario (tan terrible o más que los que llenan telediarios y prensa durante meses) en una fuente de polémica, debate y en ocasiones, como ahora, cambio. El suspense de saber dónde se encontraba Miguel Ángel Blanco y si salvaría la vida. La angustia de encontrar vivos a los niños Ruth y José. La niña Mariluz. El paradero del cuerpo de Marta del Castillo. Son tragedias que duran en el circuito mediático mientras aún hay preguntas sin responder, cuyo climax se alcanza (como buen clímax) justo antes del desenlace, con algún giro escabroso, sorprendente o definitivo. Un parricidio sin misterios, un crimen a sangre fría con un culpable confeso, un atentado sin secuestro, exigen la misma maldad que aquellos que contienen un enigma, o cuya historia da para cubrir horas de programación y para que todos nosotros enarbolemos una cómoda bandera de solidaridad ante el último ejemplo de la vileza humana. En primer lugar, si el parricidio o la violación y asesinato de menores merece (para algunos) la cadena perpetua, debería plantearse la modificación del Código Penal en una consulta popular y no aprobarse porque a un ministro le apetezca, y en segundo, no depender jamás de la cantidad de páginas que se le dedique o del interés que despierten las tormentas de su vida privada, ni de la trascendencia de otras noticias que haya en el mismo momento.

Con esto lo que quiero decir es que en realidad quien genera «alarma social» no es el señor Bretón o su equivalente en forma de macabro sabor del mes, sino el señor o la señora que deciden los contenidos del informativo o del programa de entretenimiento. El señor o la señora que llena sus portadas y sus dominicales, que pierde el norte entre información y entretenimiento, es quien tiene según esta nueva ley la capacidad de privar para siempre a una persona de libertad.

Historias fraccionadas y exprimidas como el más prolongado de los culebrones con la intención de acumular espectadores, y a la vista de estas novedades, votos. No es justicia lo que se busca, sino poder. Y eso sí que debería alarmarnos a todos.


TIME LAPSE

Terra Sacra Time Lapses from Sean F. White on Vimeo.

por Ángela Armero

Me encanta la técnica fotográfica conocida como time lapse y desde hace algunos años soy una fanática-pero-lamentablemente-amateur realizadora de timelapses bastante cutres, pero me da igual, porque me divierte mucho experimentar con ellos. Los he hecho de varias formas: con una cámara compacta, con el teléfono móvil, de cenas, de atardeceres, de nubes, de personas, de pingüinos. Esta forma de crear vídeos, como seguro que casi todos sabéis, consiste en «en la captación de imágenes fijas que después son reproducidas a una velocidad mayor a la que fueron tomadas», según la wikipedia, es muy estética y además me recuerda al trabajo del guionista.

Un timelapse no es más que una selección de imágenes, de momentos, para contar algo, generalmente en torno a un objeto, paisaje o persona fijo mientras el fondo o propio sujeto cambia. Nuestro trabajo también consiste en escoger los momentos que mejor y de forma más concreta (y a poder ser artística) narran una historia. De hecho, un timelapse se parece mucho a una escaleta en tanto en cuanto se elige el marco temporal y el espacio concreto para tomar cada fotografía y se ordena esa sucesión de vistas para contar algo.

Lo que me encanta de esta técnica es que ofrece una forma alternativa y sin embargo real de observar el mundo. Del mismo modo que en la vida real la «observación del natural en directo» es engañosa, el tiempo ofrece, con el paso de los años, una perspectiva mucho más acertada (si dejamos aparte las traiciones de la memoria, por supuesto.) El timelapse, como muchas buenas películas, ofrece un nuevo punto de vista que sería inaccesible a nuestros ojos.

Porque si es difícil ver cómo crece un árbol, también lo es asistir al desamor de una pareja o entender la corrupción en una empresa a menos de que se disponga de tiempo y de la atención para señalar los «hitos» más significativos en esas historias.

Por eso es imprescindible manejar el tiempo en nuestros guiones, porque sin tiempo no hay historia, y conviene ser meticuloso en este diseño temporal. Una vez más, los manuales tienen razón cuando exigen al autor de un guión decidir o planear en cuánto tiempo transcurre la narración como parte de una preparación básica, y que debería quedar establecida en la escaleta. El tiempo lo es todo, es más importante que la identidad, porque la identidad cambia con el tiempo.

Elvis Presley, 1956.

El último concierto de Elvis Presley, el 26 de Junio de 1977.

El tiempo lo es todo, porque define la historia y muchas veces el género («A la hora señalada» y «24» son dos historias pioneras en la narración en «tiempo real» y las dos son thrillers), y porque nuestra peli cambia mucho según donde escojamos poner el punto final. Puede ser una comedia romántica si acaba en boda (como tantos miles de ellas) o un drama descorazonador si contamos lo que pasa después de ese momento feliz en por ejemplo, «Kramer contra Kramer». «Million Dollar Baby» podría ser la típica película sobre superación a lo Billy Elliott si finalizara con el triunfo de la chica, pero su desenlace cambia completamente la perspectiva e incluso el sentido de la narración. ¿Dónde cortamos el relato? y ¿Cuánto tiempo le damos, dentro de la ficción y fuera de ella? son preguntas que van unidas y que hemos de poder responder. Eso es lo que diferencia al cine de otras artes que se experimentan de forma más personal o subjetiva: la obra sucede ante tus ojos cada vez que le das al play, y por eso el tiempo es una herramienta más del cineasta.

Es tedioso pensar en días y en horas y en meses y semanas, pero es necesario y aunque cuesta, casi siempre suele venir en nuestra ayuda, ya que todo lo que nos ayude a conseguir aspecto de realidad dará como resultado una obra mejor. ¡Qué grandes momentos da el tiempo!, o como dicen las madres, ¡la vida da muchas vueltas! (Vídeo del final de Doctor Zhivago. Ojo, espoiler.)

Me gustaría escribir guiones que fueran como un buen time lapse. Me gustaría poder contar una historia como lo hace esta técnica: mostrando la vida secreta de  las cosas, los lugares y las personas.

Antes de despedirme, me voy a marcar un «por cierto». Mi curso para aprender a escribir guiones de televisión comienza el 8 de Octubre en Hotel Kafka, y el de Bloguionistas, el 24 de Octubre. Más información en los enlaces.

Publicado originalmente en Bloguionistas el 7 de Septiembre de 2012.