En Bloguionistas: Coffee is for closers only

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Que quiere decir: el café sólo es para la gente que vende, en el contexto de una inmobiliaria. Muchos recordaréis esta frase de Glengarry Glen Ross, una peli fantástica escrita ya hace unos añitos por David Mamet, dirigida por James Foley y con un reparto escandalosamente bueno. El primer premio para los que más vendían, si mal no recuerdo, era un Cadillac. El segundo, un juego de cuchillos. Así de competitiva era la cosa. Acaba de llegar a Internet desde el pasado (2005) una carta de mi nunca suficientemente ponderado David Mamet a los guionistas de The Unit,… (sigue leyendo AQUÍ.)

An Education, una peli casi perfecta

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Por fin he visto «An Education«, con guión de Nick Hornby, uno de mis escritores favoritos, basándose en unas memorias escritas por Lynn Barber, una periodista que escribe para varios medios, entre ellos el Sunday Times. La película habla de Jenny, una chica guapa, inteligente y culta que se enamora de un glamouroso hombre que casi le dobla la edad, en el marco de los suburbios de Londres a principios de la década de los sesenta. Aquí podéis leer un extracto de sus memorias, algunos fragmentos se reproducen literalmente en la película. ?sta es Lynn Barber, de adolescente:

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Y esta es la fantástica Carey Mulligan, que da vida a Jenny:

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Este es el párrafo final del fragmento enlazado (ojo, espoilers a partir de aquí):

«Hubo algunas cosas que Simón me enseñó y que lamento haber aprendido. Aprendí a no confiar en la gente; a no creer en lo que dicen, sino en lo que hacen; aprení a sospechar que todo el mundo es capaz de vivir una mentira. Llegué a creer que por mucho que creas conocer a alguien, conocerle del todo es imposible. Aprender todo esto fue una buena base para mi carrera de entrevistadora pero creo que no lo fue para la vida. Me convirtió en un ser muy desconfiado, muy cauto, muy poco generoso. Resulté dañada por mi educación».

Afortunadamente esta amarga moralina no tiene cabida en la película. La historia, tal y como la plantea Hornby, muestra los hechos, sin escatimar el dolor ni la amargura, ni por supuesto la alegría, la euforia de la novedad y del enamoramiento, la felicidad, de una forma que resulta muy difícil no empatizar totalmente con Jenny… para que cada uno saque sus propias reflexiones luego. Lo único que la protagonista dice en el epílogo, cuando ya ha llegado a Oxford, es que ella parecía una estudiante fresca e inocente más, pero que no lo era. A mi esta película me ha hecho pensar en cómo muchas veces los episodios de tu vida que te hacen sentir vivo/a son los que, con el «adecuado» giro de los acontecimientos te hacen sentir mayor, gastado. Como en el final de Noches Blancas. Pero que nos quiten lo bailao, ¿no? Como también dice el novelista ruso, «¡Dios mío! ¡Un sólo momento de bienaventuranza! Pero, ¿acaso eso es poco para toda una vida humana?».

En casa, viendo «El coleccionista» y otras

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Debido a una potente indigestión, ayer me pasé el día en casa, vagando como un ánima en pena en pijama, arrastrándome de la cama al sofá y del sofá a la cama. Dada la imposibilidad de trabajar, jugar al ping pong o ir de compras, me dí permiso para ver la tele, porque otra cosa no podía hacer. Total, que me ví tres películas, medio documental y dos episodios de una serie. Descubrí que esa rutina se parecía bastante a la que tenía yo cuando estaba preparando el ingreso en una escuela de cine: ver tres películas al día, religiosamente. Claro, en aquel momento estudiaba y las veía con otra clase de fanatismo, pero redescubrí viejas actitudes sobre todo gracias a buenas (y viejas) películas.

Este fue el menu du jour:

El coleccionista», de William Wyler.

-«Me siento rejuvenecer», de Howard Hawks, con la que me reí un montón.

-«La profecía», de Richard Donner. (?sta ya la he visto varias veces.)

Los Outsiders«, estupendo documental sobre cineastas independientes de EEUU de TCM.

-Dos episodios de «The Unit.»

Y me sentí, efectivamente rejuvenecer. No sé cómo lo veréis nosotros, pero desde que se acabaron The Shield, The Wire, los Soprano y El Ala Oeste la televisión ha perdido bastantes puntos. Ya no me subyugan tanto las series. Mad Men me gusta, pero es irregular. Si bien es verdad que no estoy viendo todo lo que hay, vi el primero de «The Pacific» y me dejó indiferente. «Flashforward» resultó ser una estrella fugaz. «The Unit», a pesar de ser obra de Shawn Ryan y David Mamet, es bastante incoherente y artificiosa a veces. Una trama sobre un duelo a puñetazos en la cafetería del hospital de la 4ª de Anatomía de Grey (que al final no tenía lugar) me hizo darme cuenta de que tampoco me gusta. Ví el primero de «Big Love» y tampoco me volvió loca. «24» siempre me ha gustado, pero a partir de cierto punto, todo son bombas nucleares, magnicidios y contaminación del agua o del gas. Me desenganché de Lost en la quinta temporada. La séptima temporada de «El Show de Larry David», a pesar de la aparición de los protagonistas de Seinfeld, tampoco me está gustando especialmente. ¿Ha llegado el fin de la era dorada de la televisión? No lo creo, pero desde luego hace diez años el panorama era mucho más abracabrante, como diría un profesor mío.

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Y en estas circunstancias veo «El Coleccionista», de William Wyler. Un thriller psicólogo con dos personajes (salen algunos más, pero el metraje lo sostienen al 90% los protagonistas). Una cueva, una casa, un hombre enamorado, una mujer, un secuestro. Ya está. Dos horas repletas de tensión, oscuridad, y hasta un pervertido romanticismo, el que siente Freddie Clegg por Miranda, una bella estudiante de arte. (Spoilers a partir de este punto.) El detonante: A Freddie, un simple cajero de banco, le toca mucho dinero en las quinielas y puede dedicarse a habilitar una cueva en su casa y acondicionarla para su amada. La tiene retenida allí, la trata como una reina, no la pega, no la fuerza, la respeta, con la esperanza de que ella acabe por enamorarse de él. Como decía el tagline de la época en el cartel: «Casi una historia de amor». Es una película atrevida, siniestra, con silencios bastante más elocuentes que las palabras, y un erotismo bastante perturbador, precisamente por la escasez de contacto entre ambos. Un psicópata menos bizarro que el de Psicosis, pero más empático y desde luego físicamente mucho más seductor: Terence Stamp. Un monstruo, sí, pero un monstruo casi bueno.

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Un psicópata delicado y respetuoso que, en vez de tomar lo que desea, se limita a crear un escenario propicio para que eso ocurra. Me encantó. Sobre todo, la escena en la que Freddie le enseña su colección de mariposas (recordar «El Silencio de los Corderos» es inevitable) y aquella en la que discuten sobre «El guardián entre el centeno», contando la diferencia de clases a través de cierto engreímiento cultural.

Sin embargo, he de decir que la ví en TCM y me levanté a vomitar varias veces (no por la película) y juraría que hay un minuto y medio que falta en la película. Lo he encontrado en youtube. La peli emitida empezaba la escena al minuto y vídeo de este vídeo.

¡El beso, ni más ni menos! Se podría entender por qué se ha censurado esto, especialmente si se trata de una edición franquista. La cara de Miranda no refleja asco, aunque tampoco placer. La ambigüedad de la situación lo haría moralmente imposible para cualquier censor. Supongo que no tiene nada que ver con TCM, estas cosas pasan, a veces las copias del pasado se cuelan, como bien comenta Escrito Por a propósito de otro tipo de censura en «Los 400 Golpes». Además, se dice que John Trevelyan, secretario jefe de la Oficina de Censura Británica, se durmió durante la proyección de «El Coleccionista» y, gracias a ello, no vio el final y aprobó íntegramente la cinta. Me imagino que en la España del año 65 (o cuando fuera que se estrenara en España) a los de la tijera casi les daría algo. Sinopsis: «Es un chico rico que colecciona mariposas e invita a una amiga suya a desayunar muchos días seguidos.»

Resumiendo, que he pasado unos cuantos años viendo menos cine y perdiendo el oremus por las series y creo que va siendo hora de volver a los clásicos, por lo menos hasta que  llegue otra hornada de series buenas de verdad. ¿Dónde te has metido, David Chase?

Lo que he visto esta semana: Spartacus y En Tierra Hostil

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Pensaba hacer esta entrada simplemente para enlazar a un post sobre las escuelas de guión que hemos hecho Natxo López y yo en bloguionistas, (POD?IS LEERLO PINCHANDO AQUÍ) pero de paso, ya que estoy, hablaré de estas dos obras que he visto recientemente.

«Spartacus, Sangre y Arena» es una serie de gladiadores que pretende seguir la estela de «Gladiator» y sobre todo, de «300». Es la peor basura extranjera que he visto en mucho, mucho tiempo. Es tan mala que parece una parodia del género. Lo único que conserva de 300, aparte de lo mazados que están los muchachos, es el efecto de ralentizar el tiempo. No conté las veces que hacían eso, seguido de un pegotazo de sangre que parecía quedar levitando en la pantalla, pero igual fueron unas cincuenta. Una pesadez, cuánto más lo hacen, más mala parece la serie y más mamarrachos los responsables que se creen que están haciendo algo visualmente sugerente y épico. El prota es muy guapo y tiene una voz fantástica, una pena, porque el resto es increíblemente burdo, no hay otra palabra para describirlo. Las mujeres van peinadas y maquilladas como en la actualidad (parecen los descartes de American Idol) y el lenguaje que emplean también deja bastante que desear. El argumento es una tontada y los fondos son tan pop que parece que por entre los olivos van a aparecer los teletubbies dándose la mano (para acto seguido ponerse a fornicar, otra de las novedades de la serie.) En resumen, un desastre. Que parece que todas las series que vienen de Estados Unidos son fantásticas. Ahora mismo estoy recordando el piloto de Eureka, otra gran basura inaguantable. Vendían seis episodios en el vips a cincuenta céntimos y me parece caro.

Menos mal que sigue habiendo grandes artistas allí, como Kathryn Bigelow. Creo que «En Tierra Hostil» es demasiado minimalista para recibir un ?scar a la mejor película, pero me parece muy buena, por la pureza de la propuesta y del mensaje, y sobre todo por la puesta en escena y la tensión narrativa. Ha habido mucha polémica, Escrito Por decía ayer que estaba sobrevalorada, y que los irakíes no existían. Y yo digo que no es que no existan, es que «The Hurt Locker» está contada desde el punto de vista de los soldados americanos y de la carencia de sentido de la guerra: irse a los confines del mundo, a un lugar completamente ajeno a tí, disparar a un montón de personas sin cara, desactivar una bomba, desactivar otra bomba, sentirse alienado y confundido, para regresar a casa y descubrir que ese tampoco es tu sitio, que en el hogar, en la vida convencional, tampoco hay sentido. Pero al menos en la guerra hay adrenalina, adicción al combate, porque «la guerra es una droga». Técnicamente me parece perfecta, y moralmente irreprochable. Si hablara desde los dos puntos de vista no tendría por qué ser mejor, quizá sería aún más documental de lo que es. No creo que por escoger un punto de vista se convierta en una peli de propaganda, al estilo de otras muchas pelis bélicas repletas de heroísmo. Aquí no hay heroísmo, sino temeridad. Aquí no hay valentía, sino insensatez. Aquí no hay épica, sino aletoriedad: el sinsentido de la guerra. El héroe es un tarado. O al menos así es como la entendí yo. Aunque a la persona con la que la vi tampoco le gustó: «Ocho horas mirando a un moro detrás de una almena».

Recetas para el éxito: Conan O’Brien

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Soy muy fan de Conan O’Brien. Todo lo fan que he podido hacerme viendo vídeos de sus programas y sus sketches de cuando en cuando, y lo que he podido ver cuando he estado en the U S and A, que diría Borat. Supongo que algunos conoceréis el pollo que ha tenido en la NBC, una historia tan surrealista que parece chocar con los modelos de buena praxis empresarial y sobre todo televisiva a la que nos tienen acostumbradas las cadenas serias. Resulta que (corregidme si me equivoco), Jay Leno se fue al prime time y dejó su hueco a O’Brien, que estaba en late night, en la misma cadena. Para sorpresa de algunos, Leno se metió un buen tortazo en su nuevo destino y reclamó su antiguo horario, deseo que dejaría a O’Brien flotando en el éter. Creo que al amigo le aflojaron 45 millones de dólares para que Leno pudiera volver maltrecho a su antiguo horario. He visto un vídeo de despedida de O’Brien y me ha llamado la atención lo que dice, y eso que no es chistoso, sino que va en serio. (La traducción es mía, así que no os fiéis demasiado.)

«Antes de que acabemos con este rodeo, creo que hay un par de cosas que debería decir. Ha habido un montón de especulación en la prensa sobre lo que legalmente puedo decir o no decir sobre Nbc, y esto no es una broma, esta noche puedo decir lo que me apetezca. Y lo que quiero decir es esto: Entre el tiempo de mi anterior programa y mi breve paso por the Tonight Show he trabajado en Nbc durante 20 años. Sí, hemos tenido nuestras diferencias, y sí, ahora nuestros caminos se separan, pero esta compañía ha sido mi hogar durante la mayoría de mi vida adulta. Estoy enormemente orgullloso del trabajo que hemos hecho juntos y quiero agradecer a Nbc que lo haya hecho posible. (Aplauso.) Mucha gente me pregunta cómo me encuentro, y honestamente, largarme del Tonight Show ha sido lo más duro que he tenido que hacer. Tomar esta decisión ha sido enormemente difícil. Este es el mejor trabajo del mundo, y adoro hacerlo. Tengo el mejor equipo en la historia de los medios, y me pelearé con cualquiera que diga que no es así (aunque nadie lo haría.) A pesar de esta sensación de pérdida, creo que este debería ser un momento feliz. Todo cómico sueña con conducir el Tonight Show y en estos siete meses he amado hacerlo. Lo he hecho a mi manera, con gente a la que quiero, y no me arrepiento de un solo segundo de lo que hemos hecho. Veo gente por la calle que me dedica miradas tristes… He tenido más suerte que cualquier persona que conozca, y si nuestro próximo destino es hacer un show en el párking de un Seven Eleven, encontraremos la manera de hacerlo divertido. (No me gustaría, la verdad…) Y hay algo que me gustaría decirle a nuestros fans. Este espectacular despliegue de apoyo y pasión de tanta gente me ha sobrepasado. Las marchas, las protestas creativas en Internet… El hecho de que la gente haya viajado distancias largas y haya acampado fuera, en medio de la lluvia… ha llovido muchísimo y estaban acampados fuera… Habéis convertido una situación triste en algo alegre y que nos ha brindado inspiración. Así que, para todos los que nos estáis viendo, nunca os podré agradecer vuestra amabilidad. Pensaré en ello durante el resto de mi vida. Y sólo os pediré una cosa, y especialmente a la gente joven que nos ve. Por favor, no seáis cínicos. Odio el cinismo. Es la cualidad que menos me gusta. No lleva a ningún sitio. Nadie en la vida consigue lo que pensaba exactamente que iba a conseguir. Pero si trabajais realmente duro y sois amables, os ocurrirán cosas asombrosas. Os lo digo.»

Me parece un speech deslumbrante, y aunque supongo que muchos no os lo creeréis, aunque sólo sea por la cantidad que se ha embolsado, yo me lo creo. Conando está emocionado por ese despliegue de entusiasmo, y por lo que dice, para mí ha quedado como un señor. Eso siempre lo dicen las madres: hay que ser agradecido, y no sólo con los señores de la moqueta como dicen en 30 rock, sino con todo su equipo. Es difícil que alguien se sienta bien después de trabajar duramente en algo y ser desplazado por un elemento que no tiene nada que ver contigo. Cualquiera que conozca los medios sabe que eso pasa con alarmante frecuencia, y que sólo queda encajarlo con la paciencia que se encaja un temporal o una casualidad absurda. Al margen de lo bueno que me parece el discurso, me parece muy valioso su ataque al cinismo.
La vida, las relaciones, el trabajo nos ofrecen demasiadas oportunidades para cultivarnos en el cinismo, en la desconfianza. Tanto, que a veces me sorprendo si descubro un trato amable de gente que no tendría por qué. Es cierto que como receta no es infalible, porque sé muy bien que ha habido mucha gente que lo ha dado todo, ha sido amable y no conducen el Tonight Show. Pero como mensaje me parece aleccionador. Trabajar duro y ser amable me parecen dos buenas actitudes, la clase de cosa que me gustaría que pensaran mis hijos si alguna vez los tengo. Supongo que hay un delicado equilibrio entre ser amable y ser estúpido, y que toda precaución es poca, y que cualquiera debería valorar tanto las intenciones interesadas como las generosas en el trato con los demás. No sé si es muy tarde para mí, pero creo que no. Conando me ha inspirado un poco, y prefiero creer que después de todo, las motivaciones de muchos son las mismas que las nuestras: nos interesa hacer un buen trabajo, nos interesa ser queridos, reconocidos, pasárnoslo bien y por qué no, nos interesa que la gente que apreciamos lo sepa, y que no piense que estamos actuando estratégicamente para obtener algún beneficio.

Por qué no. Prefiero que me engañen alguna vez (o muchas) que ir por la vida pensando que en este mundo no hay amor por la vocación, amabilidad espontánea o generosidad. Puede que un día me vea acampando bajo un chaparrón, pero le aporta a mi trabajo un sentido y hace que me sienta bien.