HANGMEN ALSO DIE!

Hoy he visto «Hangmen also die!» de Fritz Lang, «Los Verdugos también mueren.» Es una película que llevaba intrigándome bastante tiempo, y la he sacado de una biblioteca de Madrid. Es una de sus obras menos conocidas y el guión es obra de Lang, John Wexley y… Bertolt Brecht. Al parecer escribió varios guiones para Hollywood pero este es el que llegó a mejor puerto.

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Es una película de propaganda, rodada en el año 42, inspirada libremente en el asesinato de Reinhard Heydrich, el carnicero de Praga y Reichsprotektor de Bohemia y Moravia durante la ocupación. En el film, el asesino de Heydrich escapa gracias a la ayuda de una joven y su padre, pero los nazis retienen a 400 ciudadanos a quienes irán ejecutando si el asesino no aparece. (ESPOILER). Mediante una trama complicada y en ocasiones algo confusa, se resuelve la historia cuando varios ciudadanos de Praga urden un complot para echarle la culpa del asesinato a un traidor que trabaja para los nazis.

En realidad, sus asesinos fueron dos miembros de la resistencia que después de llegar a Praga en paracaídas, arrojaron un explosivo al paso de su coche, y que se encerraron en la cripta de una iglesia durante dos días cuando los nazis los encontraron y acabaron matándoles después de un largo asedio. La historia de sus verdugos, Jan Kubiš y Jozef Gabčík, es igual de interesante o más que la que pergeñaron Lang y Brecht, pero la película tiene el valor de haber comenzado como una página en blanco. En el momento de hacer la película, la información no estaba clara, y por tanto tuvieron que inventarse una historia sobre el asesino o asesinos de Heydrich y sobre la resistencia de Praga. Resulta curioso ver esa hipótesis desde el presente. Y curioso también ver una película rodada en estudio y ambientada en la Praga ocupada; y pensar que en aquel momento Lang había huído de Berlín y que dejaba atrás a una esposa que era una nazi convencida, Thea Von Harbou (de su historia de amor ya hablé aquí).

Hangmen also die! fue considerada subversiva por el comité de Actividades Antiamericanas, y es, aunque irregular, demoledora, inteligente, original y sobre todo fascinante a nivel visual. Sin actores muy célebres ni grandes medios, está repleta de momentos magníficos, tanto de puesta en escena como de guión, que apoya sobre dilemas muy potentes, como el de hablar o callar, tomar partido o mantenerse al margen, valorar la propia vida frente al deseo de libertad de un pueblo.

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Sin embargo, la represalia nazi fue mucho peor que la descrita en la película. La muerte del carnicero de Praga fue la excusa que los nazis adujeron para ejecutar a los 340 habitantes del pueblo de Lídice, que fue borrado del mapa, además de haber ejecutado a otros cientos en el país.

En los créditos de la película se puede leer «This is not the end».

Buscando el trailer (que no he encontrado) sí me he topado con la presentación del coloquio en aquel programa estupendo con el que muchos vimos algunas de nuestras películas favoritas: «Qué grande es el cine»; además, a Juan Miguel Lamet, mi querido profesor, le llama la atención lo mismo que a mí, aunque él lo cuenta mucho mejor.

EL PERIODISTA COMO H?ROE

Will McAvoy, en el plató.

Por la redacción de «The Newsroom», la nueva serie de Aaron Sorkin que trata sobre el día a día de un informativo, pululan varios personajes, casi todos ellos periodistas. Salvo los «mandamases malos», todos están impregnados de buenas dosis de idealismo, profesionalidad, rigor, valentía y compromiso con la verdad. Esta es la deslumbrante escena inicial de la serie:

Y quizá estamos tan acostumbrados al hecho de consumir prensa que no caemos en las dificultades que conlleva hacer bien ese trabajo. Sorkin expone  los dilemas que enfrentan estos trabajadores, cuestiones que resultan muy emocionantes en tanto en cuanto suponen que el periodista exponga su integridad laboral, física o la de terceros con tal de contar la verdad. También reflexiona sobre el mal periodismo, de la codicia por ser el primero, de generar información a partir de la basura, de ceder ante las presiones o de la manipulación. Pero lo que más me gusta es que nos hace ver que no sólo los bomberos o los deportistas son figuras heroicas. También lo son los médicos, los maestros, los periodistas y casi cualquier persona que se comprometa para aportar con su trabajo algo de valor a la sociedad. Para mi gusto, «The Newsroom» está lejos de ser una serie perfecta, pero tiene una enorme virtud: logra conectar con el espectador a través de lo mejor que hay en nosotros.

Los que hayáis visto la primera temporada podréis completar la frase: «América no es el mejor país del mundo. Pero…»

William L. Shirer, en la oficina.

Ahora mismo estoy terminando de leer los «Diarios de Berlín (1934-1941)» de William Shirer. Es un libro muy recomendable. A pesar de ser una crónica periodística sobre la Europa de pre-guerra y de la guerra, está escrita con la misma pasión y tensión que cualquier novela, con el añadido de que en este caso los hechos son reales y conservan el pulso dramático de aquella intensa época.

Berlín, 7 de Marzo de 1939

La reunión del Reichstag, la más tensa de cuantas yo he tenido noticia, (…) comenzó puntualmente al mediodía. (…) Hitler inició una larga arenga, como las que suele pronunciar y nunca se cansa de de repetir acerca de las injusticias del Tratado de Versalles y del carácter pacífico de los alemanes. Después su voz, que había sido grave y ronca al principio, se transformó en un chillido agudo e histérico al arremeter contra el bolchevismo: «¡No toleraré que la horripilante dictadura del comunismo internacional contagie al pueblo alemán!
(…)
Ahora los seiscientos diputados, todos nombrados personalmente por Hitler, hombrecillos entrados en carnes, de cuellos hinchados, cabellos cortos, abultadas barrigas, uniformes pardos y pesadas botas -dúctiles hombrecillos de arcila en sus hábiles manos-, se ponen de pie como autómatas, con los brazos derechos alzados y extendidos haciendo el saludo nazi, y prorrumpen en vivas, los dos o tres primeros un tanto espontáneos, los siguientes al unísono, como en un griterío escolar. Hitler levanta la mano pidiendo silencio. Se hace despacio. Se sientan los autómatas. Hitler los tiene ahora en sus garras. Parece darse cuenta. Y entonces truena con voz profunda, resonante: «¡Hombres del Reichstag alemán!» El silencio es extremo.
«En esta hora histórica, cuando en las provincias occidentales del Reich tropas alemanas marchan en este mismo instante hacia sus futuras guarniciones en tiempos de paz, nos unimos todos para pronunciar dos sagradas promesas.»

No puede seguir. Para esta histérica plebe parlamentaria es toda una noticia que haya soldados alemanes dirigiéndose a Renania. Todo el militarismo de su sangre alemana se les sube de pronto a la cabeza. Saltan, gritan, lloran poniéndose en pie. (…) Tienen las manos abiertas para reproducir el saludo servil, los rostros deformes por la histeria, las bocas abiertas de par en par, gritando, gritando, y los ojos, enardecidos por el fanatismo, fijos en su nuevo dios, en su mesías. Y el mesías interpreta su papel maravillosamente: agacha la cabeza como la viva imagen de la humildad, aguarda pacientemente a que se haga silencio. Solo entonces, con la voz aún grave pero casi ahogada por la emoción, enuncia las dos promesas:

«La primera, que juramos no ceder ante ninguna fuerza a la hora de restaurar el honor de nuestro pueblo, prefiriendo sucumbir con honor bajo las más severas dificultades antes que capitular. La segunda, que nos comprometemos, ahora más que nunca, a luchar con todas nuestras fuerzas por un entendimiento entre los pueblos de Europa, y en especial por un acuerdo con nuestras vecinas naciones occidentales… ¡No tenemos ninguna exigencia territorial en Europa! …Alemania jamás romperá la paz.»

Al igual que Sorkin, Shirer habla de la censura, de los peligros de informar, de la manipulación y de la integridad moral del periodista. Sacrifica su vida personal (en un momento en el que acaba de ser padre) y su seguridad por poder contar lo que está pasando. Viaja continuamente, de Berlín a Praga, de Londres a París, de Ginebra a Viena, trabajando estrechamente con Ed Murrow para organizar ruedas de corresponsales desde los lugares más cercanos a la noticia. Viendo ambas series se ve que los tiempos han cambiado muchísimo: hoy en día con una webcam chunga puedes contar cualquier cosa, pero entonces emitir para EEUU desde un país europeo en guerra requería una enorme logística, aparte de tener cierta facilidad para torear o amoldarse a las exigencias de la censura. Y así vivió el periodista aquellos años: alejado casi todo el rato de su mujer y su hija, saltando de una ciudad a otra, frecuentemente amenazado y vigilado, conviviendo con el desvergonzado relato que de la guerra hacían los medios alemanes mientras intentaba contar la verdad.

Tanto el ficticio Will McAvoy como el real William Shirer aportan algo más que un relato veraz de unos determinados hechos: un espejo no de lo que somos, sino de lo que podríamos ser.

EL TRAILER: LOOPER

Looper llega hoy a los cines. Han maquillado a Joseph Gordon Levitt para que se parezca a Bruce Willis (su yo del futuro) y tiene una pinta bastante bizarra, pero por lo demás, parece que puede ser un peliculón.

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ANÁLISIS DE GUI?N: MAGIC MIKE

Ayer vi «Magic Mike». Pensaba que sería un feel good con chicos guapetes, al estilo de «El Bar Coyote» y que sería un pasatiempo interesante para la noche del sábado. Pero no. «Magic Mike» es uno de esos temidos «retratos psicológicos» con moralina, totalmente fallido.

Espoilers a partir de este punto.

Argumento

Tampa, EEUU. Mike es un buen chico, emprendedor, guapo, que baila muy bien, repara autos, pone tejas y tiene una actitud de ganador. Su sueño es montar un negocio de muebles artesanos por encargo, y para ello ahorra sumando todos sus trabajos. Al que le dedica más tiempo es al de ser stripper en el local de Dallas, su jefe, un narcisista que le considera su mejor hombre. Trabajando en una obra, Mike conoce a un chico algo desaliñado y perdido, llamado Adam, a quien luego se encuentra en la puerta de bareto. Adam le pide que le deje entrar con él. Adam descubre cómo Mike hace de gancho para llevar mujeres a un local de strippers masculinos, y los dos acaban en el local de Dallas. Ante la repentina baja de uno de los bailarines, Adam se despelota y las señoras se entusiasman.

A medida que Adam se involucra en el negocio, van surgiendo los problemas, porque descontrola con el alcohol y le atrae el dinero fácil. Pero Mike le promete a su hermana, Brooke, una chica sensata con un novio muy aburrido, que cuidará de él. Pero Adam sigue metiéndose en problemas. Adquiere una deuda con un traficante, y rivaliza con Mike por el aprecio de Dallas. La amistad entre Brooke y Mike se estrecha, él sabe que ella tiene novia y él se ve con Joanna, a la que llama cuando le apetece acostarse con alguien. Dallas quiere que el negocio crezca e invierte en un local enorme en Miami: comparte la noticia eufórico con todos sus chicos, con el traslado serán más grandes y más ricos.

La hermana represora, dice que no le parece bien. Encima, poco después Adam amanece comatoso en casa de Mike, y Brooke se enfada con él por haber dejado que su hermano se pusiera tan ciego. Después, aparecen unos matones en casa de Mike, buscando a Adam para partirle las piernas por la deuda. Mike paga, fundiéndose sus ahorros, y descubre que Dallas ha hecho socio a Adam. También descubre que Joanna tiene un prometido y que va a casarse. Asqueado por su jefe, su amigo y su vida, decide que lo deja, no se va a Miami. Va a hablar con Brooke, le dice que no va a Miami, que lo deja. Ella, complacidada por su decisión de dejar los tangas de lentejuelas, le dice que ha roto con su novio, y le pide que pasen la noche juntos.

FIN.

Problemas de caracterización y motivación

Hay un enorme problema en la caracterización y la motivación de ls personajes. Si un personaje no está caracterizado y motivado, no hay empatía, y si no hay empatía, una película se ve desde el aburrimiento más absoluto.

Mike, a quien hemos visto amanecer en la cama con dos mujeres, se presenta en una obra. El capataz le quiere esquilmar pero él le saca algo más de dinero por hora. El capataz confía en él. Es un chico trabajador, y de fiar. Es un buen chico, y trabaja mucho para poder ser su jefe algún día. Es divertido, simpático, generoso, sexy. No es una presentación magistral, pero es pasable.

Adam conoce a Mike en la obra. Mike le enseña, Adam se muestra pasota y vago, y el capataz le sorprende cogiendo una lata más de pepsi y se disgusta con él. Adam se queda sin trabajo. Afortunadamente, gracias a su encuentro fortuito, Mike le lleva a su mundo. Lo hace a pesar de su conocido es un pasota robapepsis sin más gracia que la de ser físicamente atractivo (que sí explica que le quiera reclutar para el negocio.)

Creo que es muy mala idea presentar a un protagonista como un tonto a las tres, sin meta alguna, pasota, egoísta y ladrón, y encima ladrón de una lamentable lata de pepsi. ¿Por qué? Porque un tío guapo pero vago sin ningún talento, virtud o capacidad especial no le cae bien a nadie: es un gilipollas sin carácter que confía en que el resto del mundo le saque las castañas del fuego, y cuyas iniciativas sólo están encaminadas a meterse en líos. Está muy claro que Adam es una excusa del guionista para conseguir dos cosas: unir sentimentalmente a Brooke con Mike, y para cagarla más y más para ponerle las cosas más difíciles al protagonista, forzándole a un cambio de vida.

Odio todo.

Brooke, la hermana, ocupa el rol de la represión. Al grito de «me preocupo por mi hermano» es una chica guapa a la que todo le parece fatal. Sin embargo, a pesar de ser un limón, a Mike le gusta, ¿Por qué? porque es guapa y es la hermana de su colega. Inicialmente se la presenta como una «secretaria de enfermeras», tarea administrativa que reside en hacerle papeleos a enfermera. Tan rebuscada profesión no tiene más interés o propósito que mostrarla con su aburrido novio Paul, abogado del sector médico. (Tiene pinta de residuo de una versión temprana del guión.) Del mismo modo, Brooke es la percha sentimental que hará ver a Mike que su vida está MAL. A pesar de ser antipática, gris y no tener ningún objetivo claro más allá de mantener a su hermano fuera de la Clínica Mayo, a Mike le gusta.

Vaguear

Encuentro aspectos que (siempre en mi opinión) delatan demasiadas reescrituras y mucho cansancio, no saber aprovechar el material que hay entre manos o simplemente no saber contar bien las cosas. No tiene sentido que Brooke tenga un novio pijo y soso si luego desaparece sin que Mike tenga nada que ver, ni que a Brooke se le plantee el dilema de escoger entre su novio formal y el cachondo stripper con buen corazón (a mí me encantaría ver esa película).

Se nota que tiene novio al principio porque al guionista le conviene, y que no lo tiene al final por la misma razón. Otro tanto sucede con Joanna, la pretendienta bisexual de Mike, a la que llama en plan «booty call» y que se percibe como un rollo sin más. Al encontrarla en un restaurante con su prometido, cuya existencia ignoraba, Mike reacciona como una dama victoriana, como si comiesen todos los domingos en casa de los padres de ella. Para un tío stripper que se acuesta con las tías a pares, es una reacción infantil, y sobre todo, completamente incoherente con su relación con ella. (¿Acaso no está enamorado de Brooke?).

Así pues, en «Magic Mike» los personajes no son personas, son muñequitos de futbolín que sólo sirven para dar patadas a la bola que el guionista pone en juego, y por eso se ve con cierto aburrimiento, solo amenizado por los bailes de los chicos.

Pero lo que más me fastidia es la perversidad del mensaje: cuando Magic Mike se da cuenta de que quiere dejar de ser stripper, su amada la sosa le premia abriéndole su corazón. Esta conclusión, aparte de estar sobadísima y ser muy previsible, es de una moralina lamentable y represora. Parece querer decir que solo hay una forma de vivir y de hacer las cosas y esa forma es no enseñar el culo. Resulta bastante paradójico vender la película exaltando el atractivo y la energía de unos strippers para acabar diciéndole al espectador: eso que te ha hecho pagar tu entrada es malo.

Esto es lo que pienso de la moralina final de Magic Mike:

Por suerte, al menos están los bailes de Channing Tatum; no lo digo sólo porque sea guapo (que lo es) sino porque sabe bailar.

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LA SEMANA

Hemos encontrado estos butacones en la calle.

LUNES: Empecé la semana constatando lo buena que es la serie Isabel en televisión española. Es muy difícil armonizar contenido e historia, es decir, construir tramas y personajes atractivos y que sean, al tiempo, respetuosos y coherentes con la realidad. Además la producción acompaña y los actores están francamente bien. Hay alguno que no me convence pero Michelle Jenner y Ginés García Millán están realmente bien. Un estupendo referente para las series históricas españolas. Espero que siga así de bien.

MI?RCOLES: Pensando que sólo vería «La Voz» cinco minutos, me lo tragué entero. Es un programa muy divertido. Admito que empecé a verlo con la única intención de reírme y de ver, como decía oyejuan en facebook, esto:

Pero ver a cuatro artistas consagrados peleándose por los favores de un desconocido o desconocida me gustó mucho. Es una especie de zoco donde los «couches» se venden y se «pisotean» con bastante gracia, y donde la realidad del formato (las audiciones y actuaciones son a ciegas) admite concursantes con peor pinta de lo que solemos ver en televisión. Y aunque siempre me ha caído como un trueno Melendi, de repente me pareció encantador, con su pelo de pin y pon todo.  ¿Lo vistéis? ¿Qué os pareció? (El programa. Melendi. Lo que sea.)

JUEVES: Vi «Imperium», que me gusta mucho, y el documental «Se busca cómico para película», y me lo pasé muy bien con los dos. Siempre me gusta escuchar a los actores de comedia, especialmente los que vienen de programas de sketches, porque su forma de ver el mundo es muy lúcida, peculiar y no se toman tan en serio a sí mismos (en general) como los actores más serios.

FIN DE SEMANA: Lo único que he hecho hasta el momento ha sido comer como si no hubiera mañana. Os recomiendo el japonés Miyama, en Paseo de la Castellana, 45, (Madrid). Lo mejor, aparte de la comida el sumiller. «Pues sí que tomaron, eh», nos dijo. Viva el sake y viva España, y viva el Rey. Y Honduras también.